10. El hermano

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El hermano

(Marcus)

–Estás bien—susurró cerca de mi oído. Parecía realmente aliviado, aunque sabía que solo era una fachada.

–No del todo—conseguí decir. Él entonces me miró confuso, y rompió el abrazo.

–Entra. Pasad.

–Ellos no—dije. No esperé sus reclamos. Simplemente obedecieron, salvo Sean, del que sabía no me libraría tan fácilmente.

Se quedó quieto, sobre el felpudo, como si una barrera invisible le impidiera entrar en la casa.

Negué con la cabeza para que no pasara de ahí y me hizo caso por una vez. Aunque daba uno de mis brazos porque se iba a quedar escuchando tras la puerta. Él y todos los demás.

La casa de Alexander seguía exactamente igual a como la había visto la última vez. Con estantes de libros, tan a rebosar, que ocultaban las paredes color ocre. La manta arrebujada sobre el sofá de tonos chocolate y tazas de café vacías acumuladas sobre la mesita de centro.

El televisor estaba encendido, pero con el volumen bajo. Retransmitiendo un partido de fútbol. Algo que a mi hermano le gustaba en extremo.

–Hacía mucho que no te veía, Cus.

–Lo mismo digo, Al—pasé la mano por el respaldo del sofá. La habitación olía a café rancio y mis ojos no podían dejar de examinarlo todo.

Al fondo, sobre una silla, atisbé un par de camisetas mías, mal dobladas, pero con un aroma inconfundible a mi y a mi hogar.

–¿Quieres tomar algo? –. Nervioso, comenzó torpemente a recoger las cosas que habían por medio en la sala. Pañuelos de papel usados, folios escritos con garabatos, y un cojín que había en el suelo sobre la moqueta beige.

–Nada de lo que puedas ofrecerme.

Se quedó unos segundos con el cojín entre las manos, como si fuera un escudo que le protegiera de mi.

–Eres un vampiro. Disculpa. Sé que no debí haberte dicho algo tan estúpido.

–Pensé que tendrías miedo. O al menos que te sorprenderías. La gente normal se asustaría.

–Estás vivo y eso es lo que importa, Cus.

Colocó el cojín en el sofá y tomó asiento, casi en el borde del sillón.

–No estoy vivo realmente.

Yo no quería sentarme. Tenía que ir al grano. Fingir que era una visita de cortesía no llevaba a ninguna parte. Ni a él, ni a mi.

–¿Quién...?

–¿Vas a preguntarlo enserio? –. Interrumpí. Mi voz parecía fluir como veneno por la habitación. Su rostro se descompuso, pero supo recuperarse de inmediato.

–Eres mi hermano. Es normal que te lo pregunte.

-Hipócrita.

Abrió los ojos de par en par. No se había dado cuenta todavía de que seguía llevando puestas mis gafas.

–No te comprendo, Cus.

–Basta de pantomimas. Sé que tú pagaste a unos vampiros para que me matasen, Alexander. Así que dejémonos de tonterías.

Mis palabras de repente parecían complacerle, y se acomodó en el sillón, estirando el brazo por el respaldo y mirándome con media sonrisa en los labios.

Colmillos de Plata (Slash//Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora