13. El lector de almas

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El lector de almas

(Marcus)

Alguien llamó insistente a la puerta cuando yo estaba de lo más entretenido mirando al techo.

Cavilando en que sólo me faltaba el ataúd para ser un muerto con todas las de la ley.

Tumbado recto sobre la cama. Sin moverme un ápice. Con las manos reposando sobre el estómago. Sumando el detalle de que ni respiraba ni parpadeaba.

–Adelante—dije tras unos segundos. Haciéndome a la idea de que ya no iba a estar solo con mis pensamientos.

Esperaba que fuera John, con un tablero de parchís, ajedrez, o cualquier cosa que se le hubiera ocurrido y hubiese encontrado por la casa. O quizás Josh para pedirme por enésima vez que fuera con él a practicar la puntería en una de las salas de la planta sótano.

Pero al contrario de lo que suponía, ningún rostro familiar entró por la puerta. Sino que lo hizo un completo desconocido.

Un tipo con ropa blanca, tez enfermiza y cabello albino.

Anduvo hasta los pies de la cama, con cierta gracilidad y en silencio. Ninguna de sus pisadas hacían ruido alguno sobre el suelo. Como si flotara. Como un ser etéreo o fantasmagórico.

–¿Quién eres tú? –. Pregunté acomodándome sobre el colchón.

Benjamin no mentía. Llevas el mismísimo purgatorio dentro, chico.

Me sobresalté. Había escuchado su voz dentro de mi cabeza, pero él no había movido los labios en absoluto. Como si me hubiera hablado a través de la mente con una voz sosegada y grave. Sentí que los ojos se me abrían de forma exagerada, lo cual le indicó que estaba contrariado por lo que acababa de pasar.

Mi nombre es Lorem. Y soy un diablo. Aunque los seres humanos normalmente ignoran nuestra existencia o la creen meramente fantasiosa. Para ti, que has sido convertido recientemente en una criatura del otro lado de la humanidad, quizás sea mejor que te diga un término que seguro comprendes mejor. Soy lo que comúnmente se conoce como 'conciencia'.

–¿Conciencia? Eso no es posible. La conciencia no es algo físico.

Lo es. Siempre lo ha sido. Los diablos estamos en este mundo para alimentarnos de la culpa de las personas. Les instamos a hacer las cosas, susurrándoles en el oído. Cosas buenas o cosas malas. Aunque solemos preferir las maldades. Y para ello, hacemos que se contemplen a si mismos. Que se vean tal como son. Lo que llevan dentro. Toda esa porquería que ahora mismo, ensucia tu alma como petróleo en el mar.

–Estoy muerto. Los muertos no tienen alma.

Oh, sí la tienes. Yo la estoy viendo ahora mismo. Está encadenada. Chillando. Desgarrando sus entrañas. Intentando huir, porque cuando mueras de verdad, cuando abandones este mundo por completo, irás al infierno. Como todos los condenados. Sabe lo que le espera y no es agradable. El averno no se conoce precisamente por ser el mejor destino para unas vacaciones eternas.

–¿Tengo alma? –. Eso me conmovió. No lo creía posible. Pero algo me decía que no debía de confiar en aquel desconocido tan extraño. Por muy alucinante que fuera su capacidad de hablarle a mi cerebro.

Es lo que te confiere humanidad, chico. Sino, seríais simples criaturas que vagarían por la tierra gruñendo y matando sin más. Por ella piensas. Sientes. Amas.

Pareció recalcar la última palabra, como si supiera algo más. Me molestó.

–Sal de mi cabeza.

Colmillos de Plata (Slash//Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora