14. Sangre inocente

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Las cenizas caían en la destrozada metropolis mientras él se encontraba en medio de la desierta avenida. Columnas de humo negro subían hasta perderse en un cielo gris y muerto. Todo indicaba que no sólo Crystal estaba devastada, sino el mundo entero. Si tan sólo los hubiera podido proteger a todos...

Despertó sobresaltado sobre un sofá en un lugar desconocido. Pero que a la vez le parecía familiar.

Una figura sentada en un sillón individual se formó para su vista mientras iba orientandose de nuevo en la realidad. Su cabello era castaño y su piel clara, con una barba de una semana. Ojos claros. Tenía algo entre sus manos que sujetaba. Un arma de fuego.

Su vista terminó de aclararse para darse cuenta que donde estaba era la casa de al lado de la suya. Le pareció tan familiar porque todas estaban hechas de la misma forma. La persona que tenía enfrente era Dylan Turner, su antiguo vecino, quien lo apuntaba con su arma reglamentaria mientras vestía su uniforme de oficial.

Parecía que fue hace mil años que había abandonado su casa, dejando atras su vida corriente. Pero de todos modos no tenía mucho que perder. Ya lo había perdido todo. Nada lo ligaba a una vida ordinaria. Nada.

Volviendo a la realidad, se dio cuenta que Dylan le hablaba, pero raramente no comprendía sus palabras. Pero tenía que.
Su máscara, se la había quitado Dylan.

—Respóndeme, Alexander ¿Qué demonios era esa cosa? —inquirió el joven policía. Claro, aún desconocía el mundo oculto de demonios y dioses, pero Alexander no era nadie para juzgar eso, tampoco llegaba a comprender del todo.

—Es justo eso, una bestia salida del mismo averno —contestó cortante mientras seguía volviendo a la realidad. Le dolía el cuerpo, cada movimiento era un sufrimiento. Se sentó para luego intentar pararse, pero rápidamente su ex vecino lo detuvo.

—¿Qué crees que haces? Te acaban de lanzar de un edificio y ya estás listo para levantarte. Ningún ser humano es capaz de soportar tanto castigo físico —Tenía razón, pero él era un ser humano ¿o no? Por supuesto que sí. La cara incrédula de Dylan lo decía todo. No entendía nada.

—Dylan, escucha —dijo, pensando en hacer el mayor resumen de su vida—. Yo soy Blue Night y Los Escorpiones son un grupo de gente poseída controlada por demonios liderados por otro demonio mayor conocido como White Demon. Él creó un monstruo mitad roedor y mitad humano que ahora anda suelto y necesito detenerlo. Y me importa un cuerno si me crees o no.

No esperaba que nadie le creyera, pero tenía puntos a su favor. Dylan vio a Comodok saltar junto a él. Y además, tenía el traje táctico de su padre aún.

—Pero no puedes ir a por esa criatura —afirmó, parecía decidido a creerle aunque le costará—. Estás herido, apenas puedes ponerte de pie. Y ni siquiera sabes dónde está en este momento esa cosa.

Lo apartó con una de sus manos e intentó ponerse de pie solo, pero sus piernas le fallaron lo que causo que cayera de rodillas. Se sentía derrotado. Impotente. Pero tenía que levantarse.

Dylan intentó ayudarlo, pero Alex se puso de pie forzosamente y camino cojeando. El dolor era insoportable, pero debía seguir luchando.

—Espera. Te llevo en mi auto —ofreció Dylan, pero antes de que Alex tuviera la oportunidad de replicar volvió a hablar—. No sabrás donde buscar. En la patrulla tengo una computadora integrada y la radio. Podemos ver los últimos reportes de avistamiento de esa cosa.

Alex no renego y acepto la propuesta para luego esperar que el oficial Dylan Turner tomará sus llaves para salir.

La noche aún reinaba. Lamentablemente Alexander no la pudo apreciar del todo sabiendo que Wallace seguía suelto haciendo quien sabe que.

Blue Night: El inicio de un héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora