CATORCE

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AMIGOS

Mientras el agua hervía en la estufa, Laura se sentó en el sofá que le había regalado a su amigo. Felipe estaba mirando la olla que contenía el agua ¿solo estuviste leyendo toda esta semana? le preguntó la chica.

-Si. Aunque tampoco es que recuerde mucho lo que he leído – Laura seguía mirando a su amigo. Algo no andaba bien.

- ¿Has hablado con Daniel?

-No. La última vez fue cuando lo acompañé a la librería y él se quedó aquí – Felipe seguía observando el agua. El líquido nada que hervía y él sentía mucha hambre – luego no recuerdo mucho. Supongo que se fue y ha pasado una semana de eso - ¿por qué no recuerdo esa semana? No entendía, era como si esos días hubieran sido borrados, aun así, no estaba asustado, otra vez tomaba todo con una calma que asustaría a cualquiera.

- ¿Qué no recuerdas que ha pasado? ¿Cómo es eso? – Laura se levantó – y ya deja de mirar la olla, así no va a hervir más rápido. – Felipe quitó la vista del recipiente. El agua comenzó a hervir – Entonces solo te la pasaste leyendo.

-Así es – Felipe tomó el maruchan que la chica había dejado en el mesón, le quitó el envoltorio, abrió la tapa de papel hasta la mitad, buscó un trapo para tomar la olla y colocó el agua en el maruchan, tapó el recipiente – sé que es raro, pero sentía que necesitaba dejar de ir a la universidad. Estaba cansado de ese lugar.

- ¿Por qué no me habías dicho que no estabas seguro del derecho? – le soltó su amiga de la nada.

-Daniel no guarda nada – Felipe se apoyó en el mesón de la cocina. Miró a su amiga. La notaba cansada - ¿ha habido más marchas?

-No, desde esa vez todo ha estado calmado... no me cambies de tema. Estoy preocupada por ti.

-Y yo estoy preocupado por ti. Te veo cansada. Tienes ojeras y estas son más pronunciadas de lo normal, además tienes ese pelo todo alborotado. ¿Qué pasa?

-No vine a hablar de mí...

-Lo sé, pero ahora lo haremos. Sería un mal amigo si no te preguntará que está pasando o que ha pasado en estos días.

-Mmm... desde que me enteré de la muerte de ese muchacho de la marcha no he podido dormir bien. Sueño con él.

- ¿Con Andrés? Sí, yo también he sentido que murió pronto...

-No es solo que haya muerto muy pronto. Felipe, es como murió y que hasta hace solo unos días él hubiera estado en la misma habitación que nosotros. Y ahora no existe en este mundo. Nunca había conocido a alguien que estuviera muerto.

-Yo tampoco – agarró el maruchan. Abrió la tapa de papel. Tomó un tenedor del lavaplatos, lo iba a meter a la comida, pero Laura lo miró con cara de si lo haces te pegó, así que lavo el tenedor y comenzó a comer. Era de sabor a pollo, aunque así no sabía el pollo, estaba rico – pero tampoco podemos atormentarnos, Laura. Nosotros no tenemos la culpa... mucha gente muere a diario y ni siquiera sabemos de su existencia.

-Eso lo entiendo... - su amiga se volvió a sentar en el sofá – lo que me perturba son los sueños que tengo. Son tan vividos. Veo a Andrés en la séptima, marchando y luego comienza a brotar sangre de todo su cuerpo. Se ha repetido mucho esa escena. ¿Crees que por fin me volví loca? – Felipe soltó una carcajada, casi bota las pastas.

-El que está loco soy yo. Al menos lo tuyo son sueños – no siguió hablando, no podía seguir hablando.

- ¿Cómo así? – la pregunta de Laura estaba cargada de preocupación - ¿Qué no me has contado?

-Nada... es que a veces me siento fuera de lugar y creo que no estoy en esta realidad.

-Todos nos sentimos de vez en cuando así – la voz de Laura se relajó – estamos en un país en donde las cosas que pasan a diario superan a cualquier película de Marvel. Es curioso como acá no se hacen películas que no sean comedia o narcos, hay tantas cosas raras aquí que serían películas re entretenidas.

- ¿Re? – Felipe se quedó con el bocado a mitad de camino - pensé que entre nosotros no íbamos a utilizar ese prefijo – el muchacho contenía una carcajada.

-Porque somos muy intelectuales para hablar de ese modo tan ñero – Laura también estaba que soltaba la risa – pero estamos en el centro, parce. Aquí está todo reunido, la prole y las ratas. Ya sabes quiénes son las ratas.

-Claro, las ratas de la plaza de Bolívar, esos rehijueputas.

Los jóvenes no aguantaron más y soltaron su risa. No se sabe cuánto duraron riéndose, pero cuando terminaron, la tensión que se había ido formando en la habitación se disipó por completo. Felipe se sentó al lado de su amiga y le dijo No sigas pensando en eso. Hay cosas que se salen de nuestras manos. Y colocó su mano izquierda en la pierna de Laura.

-Lo sé, pero al saber que pudo ser diferente, si hubiese más opciones... me siento impotente. ¿Por qué carajos queremos saber tanto si al final eso nos hace más desgraciados?

Laura colocó su cabeza en el hombro de su amigo. Así se quedaron un buen rato, cuando menos se dieron cuenta estaban recostados en el sofá, antes de quedarse dormidos, Laura dijo Nunca te había visto con barba, te luce. El maruchan estaba en el piso. Vacío claro está. Aquí nadie desperdicia comida.

Abordo de mí mismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora