SIGUES SUPONIENDO
Felipe siguió al Señor de los cuernos a la mitad del Transmilenio, ahí era donde se unían los dos buses que formaban esa bestia bota humo que tanto encantaba a los políticos de la ciudad. El Señor de los cuernos caminaba sin tropezarse con nadie, todas las personas se detenían mientras él pasaba, pero cuando Felipe quería hacer lo mismo, lo empujaban y casi no pudo llegar al acordeón.
- ¿De qué quieres hablar? – dijo el Señor de los cuernos cuando el vehículo arrancó.
-Pues como le digo esto...sé que suena raro y que tal vez no me vaya a creer, pero hace una semana fui a una librería con un amigo – Felipe miraba la cara del Señor de los cuernos, no parecía tan viejo, su piel era blanca y lisa, sin ninguna imperfección, y aunque los ojos tenían algo extraño no desentonaba con nada. Al igual que su impecable traje. Hasta los cuernos parecían comunes en esa situación – entonces un escritor que presentaba su libro dijo que el protagonista del mismo era un señor con cuernos... luego hablaron él y mi amigo y resulta que hace lo mismo que usted, desde ese momento no he podido quitarme de la cabeza que debo hablar con usted.
- ¿Un escritor que narra sobre un señor con cuernos? ¿Qué me estás contando? – los dos se sujetaron de los tubos que había por toda la pared del lugar – primero me dices que tengo cuernos y luego que alguien escribe sobre mí. Ahora entiendo un poco más porque dices eso de que te suceden cosas extrañas.
- ¿Entonces no es usted el mismo que protagoniza esa novela? - Felipe estaba esperanzado por una respuesta negativa. Los dos se quedaron mirando fijamente, el Señor de los cuernos ni siquiera parpadeaba.
-Tal vez lo sea, no recuerdo mucho de mi pasado. Quizá fui un personaje de alguna novela, pero ahora solo soy el que lee los libros que caen en sus manos. No necesito más.
-O sea que no sabe si de verdad viene de ahí o no... pero esa novela se publicó hace una semana ¿Cómo puede decir que no recuerda?
-Pues quizá hasta ahora se publicó, pero puede que hace muchos años alguien la haya escrito. Como puedes ver, no soy tan joven como tú – el Señor de los cuernos sostenía con la mano izquierda el libro que estaba leyendo en la fila y con la derecha se agarraba de un tubo para no caerse.
- ¿Qué está leyendo? – preguntó Felipe.
-Oh, se llama 1Q84, es de un japonés que está todo loco, pero confieso que me encantan sus novelas, las he leído casi todas. Al parecer es muy popular, llegan varios ejemplares a mi hogar – el bus no aguantaba una persona más en su interior, los de adentro no esperaban a salir y el señor de los cuernos estaba tan tranquilo como siempre – ahora que mencionas la probabilidad de ser un personaje de un libro, recuerdo haber leído en alguna novela de Piedad Bonnet, ella no lo decía, sino que al margen había una nota, algo así como "la realidad es tan irreal como los ojos que la ven" – Felipe no entendía esa frase ¿por qué el Señor de los cuernos se tomaba todo con tanta calma? – ¿no lo crees?
-Ahora no sé...quizá nunca he sabido en que creer. Todo es tan confuso, cuando pienso que estoy bien, llega algún suceso y me cambia la situación.
-La juventud es así, aunque no recuerde mucho de esos años, sí tengo claro que las preguntas atormentan a esa edad. Somos tan complejos, tenemos tantos defectos y tantas contradicciones, que cuando salimos de la inocencia de la infancia y comprendemos que los humanos tal vez no seamos tan divertidos, nuestra mente trata de que el choque no sea tan fuerte, pero nada lo puede evitar. Ni el tiempo, ni la realidad, ni siquiera el amor pueden escapar de ser descubiertas.
Los dos quedaron en silencio un momento. Las personas estaban o dormidas o viendo su celular, nadie ponía atención a la extraña conversación que se llevaba a cabo a mitad del Transmilenio. El vehículo andaba por toda la Caracas, una avenida llena de huecos, la administración los tapaba cada mes, pero estos no querían perder pelea. Los bogotanos ya se habían acostumbrado a saltar cuando pasaban por ella. Hasta se preguntaban cómo sería la Caracas sin huecos. Al silencio se le unió una oscuridad repentina. El Transmilenio seguía avanzando, pero sus luces estaban apagadas. El cielo se había cubierto por un manto de nubes tan grises que otro tono y ya serian negras. Dentro del vehículo las personas se veían borrosas, Felipe recordó la noche en el Chorro de Quevedo, cuando vieron a ese grupo de personas sin rostro ¿acaso ellos tampoco tenían un rostro? Regreso su vista al Señor de los cuernos.
- ¿Sabe que está pasando? ¿Sabe por qué veo esta oscuridad, por qué las personas son tan borrosas? – Felipe soltó las preguntas con ansiedad, su corazón comenzó a palpitar fuerte.
- Somos tan complejos, Felipe. Aun te falta vida, te falta entender a los otros... pero primero, mi joven compañero, debes entender el porqué de tu existencia ¿sabes por qué estás aquí?
- ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué quiere decir? – el Transmilenio seguía su camino, los pasajeros no decían nada y las luces seguían apagadas.
-Aunque yo sea un simple personaje de algún libro recién publicado, puedo comprender mejor lo que veo, ya que tuve tanto tiempo para entender mis pensamientos... también se deba a que mi juventud pasó hace mucho y ya no me preocupan esas cosas. Debes hacer lo mismo, tus preguntas no serán resueltas si te quedas esperando a que alguien te diga que hacer. Seamos lo que seamos, nuestra conciencia nos muestra un camino ¿cuál es tu camino?
- No sé cuál es mi camino. Solo sigo los que ya están por ahí, nunca me había preguntado hacia dónde quiero ir... trato de hacerlo, pero ahora no sé si funcionará.
De algún lugar se escuchó una voz asexuada que dijo próxima parada: calle 72.
-Esa es mi estación. – al decir aquello, la luz volvió, las personas comenzaron a hablar y el ruido hizo a un lado a la oscuridad - ¿tu dónde te bajas?
-Supongo que ahí también.
-Aun sigues suponiendo.
El bus se detuvo. Las puertas se abrieron. Algunos salieron por las delanteras, otros por las traseras. Felipe fue empujado fuera del lugar, cuando pudo volver a tener control sobre su cuerpo, el Señor de los cuernos se había marchado.
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Abordo de mí mismo
Fiksi Umum"Hay cosas que la mente humana no puede entender así como así"... Se dice Felipe, un joven estudiante de derecho que, al caminar por las laberínticas calles de la caótica capital de Colombia, descubre una ciudad profunda, muy diferente al lugar dond...