Midori. -Blancas plumas

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Bokuto tropezó una vez más pero sus manos amortiguaron la caída. Tenía las palmas llenas de barro, una herida en la ceja derecha y sangre en las rodillas. Su torpeza también había hecho caer un par de veces a Midori pero ella tenía mejores reflejos que él y salvo un par de heridas en las manos y unas manchas en la ropa no le había pasado nada grave. Sinembargo él parecía descolocado. Miraba una y otra vez a su alrededor con los ojos muy abiertos, casi como un lunático. Se sobresaltaba con cada aletear de un pájaro o con la sombra de cualquier animal.

-¿Estás bien?- Midori se acercó y lo ayudó a ponerse en pie.

-¿Eh? -Miró aun lado y extendió una sonrisa falsa- ¡Por supuesto que estoy bien! Sigamos.

Aunque Bokuto se había criado en aquel bosque le parecía un terreno desconocido. Tenían que salir de él lo antes posible. No era una paranoia, alguien les estaba observando.

Midori frunció el ceño y se detuvo de golpe, con los brazos cruzados antes de subir una cuesta.

-Bokuto, no estás bien. -Él la miró y en sus ojos brillaba el terror- Necesitas descansar, y yo también.

-¡No lo entiendes! -Le agarró la mano con más fuerza de la necesaria y se acercó tanto que pudo oler la mezcla de sangre y barro- No podemos detenernos aquí, por favor sigueme.

-¡Tarde!

Una rápida sombra se posó sobre la rama. Sus alas eran centímetros más pequeñas que las de bokuto pero infinitamente más oscuras. Tenía el pelo corto, también negro, los ojos rasgados y una sonrisa sincera.

-Midorima llegará pron...

Una ráfaga de viento arrancó las hojas verdes que seguían sobre los árboles con tanta violencia que aquellas que no cedieron lograron arrancar también las ramas. Midori agarró el brazo de Bokuto.

Él era más alto y más fuerte. Con el pelo y los ojos verdes y un rostro muy familiar. Su gesto serio lograba aumentar el aura de misterio que le rodeaba. Sus alas eran enormes. Las arrastraba por el suelo junto a su kimono blanco y dorado con cierto orgullo. Tras él había una chica, sin alas ni kimono, pero con un cuerno.

Bokuto apretó la mandíbula.

-Entregánosla, Bokuto. -El líder extendió una mano hacia ella pero sin apartar la mirada de él- Tiene que estar con nosotros, dattebayo.

La mano que agarraba la palma de midori se soltó.

-Por supuesto que os la voy a entregar. -Le soltó la mano y se apartó de ella- Ahora mísmo íbamos hacia el templo pero nos perdimos por el camino y...

La mujer con el cuerno se acercó a Midori y le cogió la mano. Le ofreció una sonrisa consoladora y un abrazo.

-No te preocupes, mamá. Ahora estás a salvo.

Condujo a Midori hasta el líder. Ella sabía que había algo de calma en los ojos airados del tengu, algo que le traía un leve sentimiento de nostalgia.

-Soy Midorima. -Se presentó ofreciendo la parte de arriba de su Kimono para protegerte contra el viento que él había alzado- Nos vamos a casa.

Se dio la vuelta y no volvió a hablar.

Por el camino la chica del cuerno, Shugi, no cerraba la boca. Hablaba con una alegría infinita sobre cosas que ella no entendía. A veces sus ojos negros volvían a los de Bokuto, que parecía apagado. No triste, sino apagado. Aliviado por algo y triste por otra cosa.

Tras la última montaña un gran muro se extendía por un lado y otro de la montaña. Era tan largo que no se podía ver el final, casi parecía separar el mundo en dos.

Sakura No Omoide (Aonime/Kagami/Midorima)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora