VII. Demente

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El ser humano era alguien sumamente complejo, incluso a veces imposible de descifrar.

La mente humana era un total misterio.

Siempre.

Y es que dentro de ella podían albergar un sin fin de sentimiento, pensamientos y sensaciones, que eran imposibles de leer. Y por esto justamente era tan complejo, tan impredecible como único.

Y como esto era una realidad, el ser humano podía pensar de una forma y actuar de otra, mostrando lo impredecible que podía ser,...o bien podía ser todo lo contrario, y actuar acorde a su pensamiento ¿Por qué? Realmente nadie sabe porqué.

Y un claro ejemplo de ser la excepción a lo que se espera de alguien, era Cyrus Goodman, quien a veces tenía pensamientos por demás perversos y sin intención de limitarse los llevaba a cabo, porque simplemente no le gustaba regir su vida por lo correcto, por lo incorrecto. Por lo que una sociedad dictaba.

A él no le gustaba eso.

Y bajo aquel rostro de ángel se permitía con toda libertad actuar según su forma de pensar.

Y que quedará claro que no era un demente, sólo era alguien bastante singular nada más.

Con una dulce sonrisa sobre el rostro, caminó por el pasillo de blancas paredes, hasta llegar al final de este, entonces abrió la puerta de metal que formaba parte de aquella pequeña habitación, la cual sólo estaba compuesta por una cama de una plaza y una mesita de noche, nada más que eso. Y es que las habitaciones de aquel manicomio tampoco eran de lujo.

Ya hacía más de seis años desde que se recibió de psiquiatra y comenzó a ejercer su profesión en aquel olvidado lugar de Dios.

Al entrar a la habitación, cerró la puerta, y sólo entonces, su paciente favorito de mirada verde, levantó la mirada puesto que se encontraba sobre su cama dibujando.

—¿Qué haces aquí? Vete.

Con todas las ganas de ignorarlo continuó dibujando. Y es que no era precisamente un artista en ello, pero era la única actividad que podía realizar en aquel asqueroso lugar para no volverse loco.

¿Por qué el afamado doctor Goodman no era de su agrado? Pues él tenía un muy buen argumento para odiarlo, puesto que el siempre perfecto doctor Goodman, le había arruinado la vida de una forma sin igual.

Al conocerse de jóvenes, ambos establecieron una gran relación de amistad pero con el paso de los años esto a Cyrus no le fue suficiente dado que quería más y más de su buen amigo y así fue como se le declaró, TJ lo rechazó y a partir de ahí el infierno comenzó.

Cyrus se convirtió en su infierno, y dado que le costó ver esto, nunca puso verdadera distancia entre ambos puesto que lo veía como alguien inofensivo y sin darse cuenta su amigo de toda una vida  lo envolvió en su perverso juego hasta dejarlo atrapado en aquellas cuatros paredes, de aquella habitación que formaba parte de aquel psiquiátrico.

Él iba a casarse, iba a formar una familia junto a una buena chica, pero en lugar de eso, estaba ahí, por capricho de un idiota.

Y no, él nunca saldría de ahí y si lo hacía sería en un ataúd, porque la única persona que podría liberarlo, era justamente quien quería tenerlo ahí.

—Te extrañé—confesó —¿Tú no?

—Sólo vete.

—Sé que me extrañaste.

Le sonrió, se acercó a él y lo besó con verdaderas ganas.

TJ correspondió.

Porque no era bueno despertar el mal humor en alguien como Cyrus, ya lo había comprobado más de una vez.

Las sesiones de electrochoque o las constante dosis de droga, que lo hacían ver como un muerto viviente no eran para nada agradables. Eran el infierno mismo.

—Folláme.

Y la orden del que una vez fue su amigo se cumplió.

Porque TJ lo hacía a Cyrus experimentar el verdadero infierno, después de que el dulce éxtasis embriaga su cuerpo, cuando después de profesar su amor nunca obtenía respuesta  alguna de su parte.

—Te amo. Te amo tanto.

Le dijo aferrándose a su cuerpo mas nunca escuchó respuesta alguna, porque TJ no lo amaba.

Ni tan perfecto |Tyrus|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora