Ni tan perfecto |Tyrus|

X. Chico Muffin

Su anillo de bodas le había comenzado a incomodar. Ya no se sentía cómodo usándolo cuando le tocaba ver a su paciente, aquel de mirada de verde.

Lo había conocido hace muy poco la verdad.

Hace a penas unos meses atrás.

TJ Kippen era un hombre de ya 34 años de edad, que había conocido cuando su padrastro Todd,  se lo cedió cómo paciente.

El esposo de su madre, se había dado por satisfecho con su profesión, por lo que decidió retirarse y dejar de ejercer, era por esto que varios de los pacientes que habían estado en terapia con él por mucho tiempo, terminaron siendo ahora atendidos por su hijastro, Cyrus Goldman.

Y es que a su parecer el hijo de su esposa Leslie podía con tal responsabilidad.

Y quizás no se equivocaba.

Pero de todas las personas que les toca pasar por el consultorio del joven psiquiatra, la única persona capaz de captar la atención del de ojos color miel, era aquel sujeto de mirada verde.

A Cyrus le gustaba mucho cuando llegaba el momento de verlo de nuevo, disfrutaba mucho las sesiones con aquel sujeto.

Mucho.

Realmente mucho.

Tanto que poco le importaba que aquel sujeto haya estado hasta hace unos pocos años atrás en la cárcel, pagando por haber matado.

Y era por esta misma razón que se había pasado casi toda su juventud en prisión. Pagando su condena por haber cometido un delito, era así que después de todo había terminado yendo a terapia ya que esa había sido una de las condiciones que puso el juez para dejarlo en libertad.

—¿Entonces ya no sientes atracción por menores de edad? ¿Ya te consideras curado?

TJ se asqueo ante esa idea absurda. Todo el mundo estaba jodidamente loco.

—Ya se lo dije, a mí no me gustan los niños. No soy un pederasta.

Cyrus tuvo que contenerse para evitar reír.

—Pero sin embargo…

No, no quería oir aquel estúpido discurso de nuevo.

—No me gustan los niños, no siento el más mínimo deseo por ellos...sólo deseo a mi chico Muffin.

Aclaró como si fuera lo más normal del mundo.

Cyrus se cruzó de piernas al oir aquel singular apodo.

—¿No recuerdas su nombre?

—No—se notaba tan molesto ante aquella verdad—él siempre fue mi chico Muffin, no tenía otro nombre además de ese.

Cerró sus ojos por un momento y respiró hondo.

—Cada tarde después de mi entrenamiento, el venía a mi por voluntad propia…

Entonces Cyrus lo interrumpió.

—Le obsequiabas un Muffin a cambio de un beso.

TJ sonrió.

—No era cualquier Muffin, era uno de chispas de cholate como le gustaban a él.

Para ese momento, él era un chico de 15 años cursando la preparatoria y su chico Muffin era un pequeño de primaria de a penas nueve años de edad

—¿Todavía visitas tu vieja escuela buscándolo?

No había dejado ir a aquel lugar desde que dejó la cárcel.

—Si ese estúpido conserje no se hubiera metido en mi camino lo hubiera podido llevar conmigo.

Odiaba tanto a aquel anciano imbécil que no se arrepentia de haberlo matado.

—¿Si no te temia por qué deseabas raptarlo?

—Lo amaba y no quería perderlo, lo quería sólo para mí y su familia me era un estorbo.

En sus planes.

Y quizás no había podido recuperar a su chico Muffin como deseaba pero al menos tenía con él, a aquel joven psiquiatra, que tanto se le parecía.

Ver a aquel de mirada color miel a los ojos era como ver a su tan querido niño.

—Tu amor por él es enfermizo, ¿Estás consciente de ello?

—Me lo imagino a él mientras me lo follo a usted, créame que soy muy consciente de que tan enfermo es mi amor por él.

—¿Me parezco mucho a él?

TJ no lo resiste más y se levanta de lugar para ir hasta su nuevo tormento y besarlo con verdaderas ganas.

Él no lo sabía y Cyrus nunca lo diría pero él y el chico Muffin de su paciente eran la misma persona.

¿Por qué no se lo confesaba? Quizás porque le gustaba jugar con él una y otra vez.

Y sí alguien le preguntaba el por qué, él sólo respondería, que le parecía divertido hacerlo.