VIII. Perverso

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Sonrió, y lo hizo como sólo él sabía hacerlo, de esa manera tan perfecta como inocente.

Su brazo dolía, como era de esperarse, porque el efecto del estúpido anestésico se había ido, pero ni aún así se arrepentía de lo que había hecho, se había roto el brazo después de haberse arrojado por las escaleras, y es que ese había sido su objetivo al rodar escalón por escalón, había buscado con desespero ocasionarse algún daño para que aquel de mirada verde no se apartara de su lado.

Y si, tal vez había sido un acto extremo, pero no había tenido más alternativa. Y es que si permitía que su mejor amigo, se marchará sabía que lo perdería.

TJ se había vuelto como la misma arena, esa que día a día intentaba escaparse de sus manos y no se podía permitir aquello.

Había buscado alejarse de su lado para siempre.

Había querido dejarlo para casarse con Kira, esa estúpida chica que había tenido por novia en la preparatoria y Cyrus simplemente se había negado a aceptar tal locura.

Él nunca permitiría tal aberración.

TJ tenía que estar siempre a su lado, después de todo era completamente suyo, ¿Verdad?

—Quítame la ropa—le ordenó a su amigo, este lo miró confundido.

¿Para qué desnudarlo? Acababa de ayudarlo a darse un baño y ahora debía dormir.

—Quiero que me hagas el amor—explicó Cyrus, y es que pareció leer su mente.

Entonces toda ropa sobre su cuerpo desapareció.

—¿Me amas?

Preguntó cuando sintió las manos ajenas sobre su cuerpo.

—Si. Te amo.

No  de la forma retorcida que Cyrus lo amaba, pero a su manera normal también lo amaba.

Ni tan perfecto |Tyrus|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora