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¡De veras! Soy muy nervioso. Tremendamente nervioso. Lo he sido siempre; pero, ¿Por qué dices que estoy loco? La enfermedad ha agudizado mis sentidos, pero no los ha destruido ni embotado. De todos ellos, el más agudo era del oído. Yo he escuchado todas las cosas del cielo y de la tierra y bastantes del infierno. ¿Cómo, entonces, he de estar loco? Atención. Observen con que salud, con que calma puedo contar toda esta historia.

Aquel día ya lo tenia todo planeado, la muerte sería rápida y depende como saliera el plan ella no sufriría mucho. Michael no aguantaría un día mas al lado de Karen, ya hace mucho tiempo su matrimonio se había salido de control en toda plenitud, las constantes agresiones tanto físicas como psicológicas que Karen le había infundado a su esposo Michael durante la larga vida de matrimonio que sostenían, habían hecho de Michael un hombre miserable y sin vida propia, su hombría se hallaba pisoteada bajo los pies hembristas de la mujer con quien compartía la vida. Su casa era un régimen dictatorial bajo el mandato de "Karen la implacable". Pero aquel día todo iba a terminar. Aquella mañana el sol brillaba en el cielo, y Karen amaneció completamente alegre, fue algo que Michael noto muy rápidamente ya que la mayor parte del tiempo Karen era una mujer muy obstinada y sin apariencia feliz, a Michael no le pareció que fuese solo su cumpleaños lo que mantenía a Karen tan alegre.

Michael recordó la llamada que Karen había recibido el día anterior, mientras ella hablaba por teléfono no borraba una sonrisa de su cara. Solo una palabra recordaba de esa llamada; "las ocho". Sin embargo ya no le importaba que planeara su mujer, le quedaba poco tiempo de vida, ya estaba todo listo; golpearía su cabeza provocando un desmayo inmediato, luego la llevaría para la cabaña donde en algún tiempo pasaron buenos momentos y allí la enterraría en el sótano, nadie sospecharía algo. Michael le diría a la policía que su esposa a desaparecido, que se ha ido con algún otro tipo, la familia de Karen ni siquiera la ha visitado desde hace mucho tiempo, y Michael sabía que hoy no seria la excepción.

La celebración del cumpleaños 43 de Karen sería la más rápida de la historia. La casa donde residían era pequeña y aislada de cualquier vecino, nadie escucharía ni vería nada. La hora a llegado, y Michael tenia que liberarse de toda atadura que Karen tenía sobre el.

Karen se hallaba vistiendo a su cuerpo con un vestido rojizo marca Chanel, cuando un golpe limpio e insonoro la ataco directo en la nuca a pleno crepúsculo, mientras su agresor pensaba; no dijiste nada en toda la tarde, y ahora más nunca escucharé tu voz. Michael arrastró el cuerpo a la parte trasera de la casa donde lo aguardaba un viejo buick desgastado y oxidado, la metió en la maleta y arrancó hacia la gran vieja cabaña al este.

Los nervios y las ansias atacaron la mente de Michael mientras conducía el automóvil con el cuerpo de su mujer, aún no sabía si el golpe había acertado demasiado fuerte para provocarle la muerte a su mujer instantáneamente, pero el creía que aun seguía viva, sus oídos escuchaban a Karen golpear la maleta desesperadamente, escuchaba sus gritos ahogados, y el se preguntaba si era una ilusión auditiva o era realidad, unas gotas de sudor se asomaron en sus mejillas mientras divisaba la cabaña ya muy cerca.

Estacionó su auto frente a la cabaña, se bajó del sin mirar a los lados y sin embargo lo único que presintió antes de sacar a su mujer de la camioneta era que la oscuridad ya hacia de las suyas en aquel sitio, las criaturas de la noche se asomaban en las cercanías y la luna en cuarto menguante se divisaba muy claramente.

Hacia frió fuera de la cabaña y Michael se apuró a meter el cadáver de Karen dentro de la misma, esta vez estaba convencido de que estaba totalmente muerta pero sin embargo pequeños susurros rompieron el silencio de su estancia, Michael vaciló un momento mientras mas gotas de sudor rodaban por su cuerpo, luego se devolvió al carro a buscar un gran saco para meter a Karen en el y disponerse a bajar hacia el sótano.

El cuerpo de Karen parecía pesar menos después de su muerte, pero igualmente Michael no quiso cargarla, así que decidió arrastrar el cuerpo hacia el sótano, le pareció que los susurros se escuchaban aun mas dentro de la cabaña, Michael volteó la mirada hacia el cuerpo de Karen y la pateo sin escrúpulos pidiéndole que se callara mientras que el sudor se hacia mas explicito en su ropa y algunas lágrimas se asomaron en sus ojos. El cuerpo de Karen no respondió y Michael continúo bajando las escaleras, con la mano izquierda tenía agarrado el saco y con la derecha se dispuso a abrir la cerradura que dividía la puerta del sótano de las escaleras. La puerta se abrió muy lentamente, Michael dio un par de pasos hacia al frente y una luz encandilante se encendió alumbrando todo a sus lados, Michael arrugó los ojos, soltó el saco y unas palabras tornadas en un gran grito unísono lo dejaron estático y sin habla;

— ¡FELIZ CUMPLEAÑOS, KAREN!

Los rostros en el sótano miraron fijamente al hombre que había entrado, mientras una mancha roja se extendía en el saco a sus pies y Michael los miraba a todos al mismo tiempo, muchas de las caras eran en su totalidad conocidas, sobre todo la cara de la mamá, el papá, el hermano y la abuela de Karen, su familia la esperaba en la cabaña para celebrar su cúmplenos.

Ahora Michael se dio cuenta que la brisa que soplaría aquella noche sería la más fuerte que advertiría alguna vez, y que el reloj en aquel cuarto el cual daba las 8:00 p.m. nunca más daría la hora frente a él.

Scraps of terrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora