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Era la primera vez que íbamos al hospital nuevo, bueno, realmente no era nuevo; sólo habían modificado y agrandado las instalaciones. Tenía cita rutinaria con mi doctora, admito que mi madre y yo estábamos muy perdidas, tanto así que nada más entrar a recepción pedimos por favor que nos dijeran dónde se encontraba la consulta.

— Bajen las escaleras y sigan el pasillo a la derecha, allí verán un tablero en la pared que os indicará el número de consulta. — dijo la señora mirándonos de reojo a través de sus lentes.

Tal y como nos dijo seguimos sus instrucciones. Mi madre como siempre tenía sus pachorras y caminaba pisando huevos, siempre pensaba en dos opciones: o yo estaba muy nerviosa, no me gustaba llegar tarde y por eso me daba prisa, o efectivamente mi madre era un lenta de cojones.

— ¡Ma así no llegaremos nunca! — exclamo bajando las escaleras con parsimonia. No me gustaban los doctores, es más el olor a hospital me hacía querer potar, pero exactamente por eso iba con tanta rapidez; quería llegar e irme cuanto antes.

— Cariño, aún quedan diez minutos — la oí murmurar a mis espaldas. No rechisté.

Al llegar a la planta subterránea el olor a medicinas aumento.

— ¿Pasillo a la derecha cierto? — pensé en voz alta.

— Eso creo — contestó mi madre.

Sin perder más tiempo recorrí el pasillo derecho. Y crucé otro. No había rastro del tablero, así que seguí el camino por otro pasillo.

— No veo ningún tablero — hablé. Seguí hasta encontrarme con otros dos pasillos y tomé el de la derecha. Quizás era mi impresión, pero la humedad aumentaba a cada paso que daba y los pasillos me resultaban cada vez más claustrofóbicos. — ¿Ma, tú has visto el tablero?

No me contestaba y entonces me giré; para no encontrar a nadie. Grité su nombre y al no escuchar una respuesta decidí regresar tras mis mismos pasos. No sé que me desquiciaba más, si llegar tarde a la jodida consulta o no encontrarla. Volví a gritar su nombre. Cuando estaba de vuelta, donde se suponía que deberían estar las escaleras; ya no había nada.

— Esto debe ser una jodida broma.

Miré al final del pasillo que se encontraba en frente de mí, al segundo las luces empezaron a fallar.

Tic tac

Tic tac

Tic tac

— ¿Hola? — mi voz hizo eco en la estancia.

Tic tac

Tic tac

Siguientela voz de una mujer resonó de uno de los pasillos. Sin pensarlo trote hasta llegar a dicho pasillo, una de las numerosas puertas azules estaba entreabierta y la luz que iluminaba la sala se apagaba repetitivas veces.

Tic tac

Tic tac

Cuando estuve por fin frente a la puerta a pulso acelerado observé el número de la placa: 013. Para después empujarla con suavidad.

Y entonces allí encontré a mi madre, pero no en el estado que esperaba encontrarla. Dentro de aquella sala había una mujer pálida con largos cabello rubios empapados con la sangre de mi madre, igual que su boca. Ella llevaba la cabeza de mi madre entre sus manos, con una sonrisa cruda cosida en sus labios.

Llegas tarde, A.

Scraps of terrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora