¡Ayúdame Hungría!

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San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina. Jueves 30 de Mayo del 2019.

Encrucijada

Capítulo 7: ¡Ayúdame, Hungría!

By Sioa Shun Uchiha-san.

Dormir había sido imposible, había logrado conciliar el sueño solo por un par de horas pero no había descansado nada, los extraños sueños que había tenido no lo ayudaron. Estaba sentado en la cama, con el rostro serio y las ojeras apenas marcadas en sus párpados inferiores.

Decir que estaba confundido era un eufemismo, se sentía perdido. Durante años había estado enamorado de Alemania, siempre permaneció a su lado como amigo, siendo su aliado, intentado por varios medios que el hombre notara que sentía por él más que mero compañerismo sin embargo nunca había conseguido nada, sabía que su forma de actuar no hacía otra cosa que confundir al rubio pero siempre había mantenido la esperanza de que tarde o temprano el de azules ojos finalmente se daría cuenta de lo que intentaba y le corresponderia, nunca había sentito dudas por sus sentimientos, bueno quizás eso fuera mentira, al principio sí que estaba confundido, sabía que Alemania era para él alguien preciado pero comparar el sentimiento que tenía por él con el que tuvo en su momento por Sacro Imperio Romano lo asustaba por aquel entonces.

No fue hasta que Alemania hicieran una extraña actuación en un San Valentín allá por fines de la segunda guerra que se sentó seriamente a evaluarse a sí mismo y sus acciones que se atrevió a ponerle el titulo de amor a lo que sentía, sin embargo mucho tiempo había pasado desde ese día, quizás ya demasiado.

Con andar aletargado se sacó las mantas de encima y miró distraídamente el despertador que tenía a un costado de la cama, eran las cinco de la mañana, todos estaban durmiendo así que desactivo la alarma que estaba programada para las seis y fue a ducharse haciendo el menor ruido posible para no perturbar a su hermano y sus invitados.

Una vez en la ducha con el agua caliente corriendo sobre su agarrotado cuerpo cerró sus ojos y recordó el sueño que lo atormentó esa noche.

En él todo era hermoso al principio, estaba con Germania paseando por las calles de Berlín junto a sus perros, conversaban y él revoloteaba a su alrededor con la típica alegría que lo caracterizaba mientras el rubio lo regañaba por estar haciendo demasiado escándalo en la vía pública, cosa que claramente él ignoraba, le resultaba tierno que el hombre intentara corregir sus escandalosas costumbres, eso claramente nunca iba a pasar pero era adorable que después de tantos años el germano no se hubiera rendido en su manía de intentar enseñarle disciplina.

Ni en sus sueños dejaba de ser un pobre torpe y había tropezado en las vereda, cayendo estrepitosamente al suelo y raspando sus rodillas en el proceso, el rubio no había dudado en agacharse a su lado para revisar la herida mientras con voz bastante mas suave rezaba un regaño casi amoroso. "Por eso te digo que no puedes ir tan atolondrado por la vida, Italien, tienes que prestar más atención por donde vas, te lastimaste, mejor vamos a una farmacia a comprar algo para limpiar el raspón y que no se infecte ¿Puedes pararte?" No le había dado ni tiempo a contestar porque sin dudarlo el musculoso sujeto lo había levantado en brazos cual princesa de cuento para comenzar a caminar con él. Los perros habían desaparecido, las calles también, todo lo que los rodeaba había desaparecido, solo estaba ellos, él se sentía protegido y feliz entre esos fuertes brazos y aquellas palabras que podrían sonar parcas para cualquiera para él sonaban dulces y llenas de preocupación y afecto.

Su rostro se sonrojó un poco mientras recordaba que en el sueño él había llenado de besos el rostro del Aleman en medio de halagos mientras veía al parco sujeto ponerse nervioso y protestar pero en ningún momento se había resistido, Germania nunca se resistía en sus sueños sin importar que clase de cosas él le hiciera, pero fue entonces que una voz llamó su atención a sus espaldas. Era la voz de Prusia, recordó con claridad la imagen del albino parado en medio de un fondo tan blanco como sus cabellos, con aquellos ojos sangre brillando y una sonrisa amplia en su rostro, soltando esa risa tan particular que parecía irritar a todo el mundo al mismo tiempo que los contagiaba de energía. "Ich liebe dich, Italien" Le había escuchado decir, abriendo sus brazos para él y cuando se quiso dar cuenta él estaba parado en medio de la blancura de ese espacio mirando de frente al teutón que esperaba por él y a su espalda estaba Alemania que lo miraba con su rostro serio y los brazos a los lados de su cuerpo, parado cual firme soldado.

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