Juliana se secó las palmas de las manos en sus shorts de mezclilla mientras se acercaba a la puerta. Se sentía nerviosa. Pero, ¿Por qué habría de estarlo? Estaba en la comodidad de su hogar, donde ella tenía la última palabra.
Dándose un pequeño discurso alentador, Juliana abrió la puerta rápidamente con el propósito de saludar confiadamente a Valentina.
Sin embargo, el saludo se le atoró en la garganta en cuanto observó que la chica estaba de espaldas.
La mayor se giró de brazos cruzados para observarla. Llevaba puesto un short blanco y una camiseta negra. Su cabello lacio, ligeramente ondulado, caía delicadamente sobre su delgada forma. Pero lo que había captivado a Juliana eran sus ojos ¿Siempre habían sido tan azules? Parecían del mismo color del mar.
Valentina se pasó la lengua por los labios para humectarlos y los ojos de Juliana fueron disparados a ellos. ¿Siempre habían sido tan... carnosos? No recordaba que fueran así en sus fotos de Facebook. Sus cejas estaban ligeramente más gruesas, y sus pómulos más marcados.
Y es que eso era. Las últimas fotos que Juliana había visto de Valentina eran de cuando ella tenía 16 años. Ya habían pasado tres, y ahora Valentina era una mujer. Una mujer hermosa sin lugar a dudas.
El sonido de una garganta aclarándose la sacó de sus pensamientos. Su mirada se posicionó en la de Valentina, quien la observaba divertida y con una ceja arqueada. ¿Se había quedado mirando a sus labios durante todo este tiempo? ¡Mierda, mierda, mierda!
"Emm... hola. Soy Juliana no sé si me recuerdes."
"Claro que te recuerdo. Eres la niña del pastel," respondió Valentina en tono de burla.
Juliana rodó los ojos, pero asintió, dándole por su lado.
"Oye, dejé la moto en el costado de la casa, ¿Está bien? No quiero que la roben o algo."
Juliana frunció el ceño. "Aquí nadie roba nada. Somos una comunidad bastante unida."
"Bien," dijo Valentina, y sin más, pasó de largo y entró en la casa, sin enunciar una palabra de agradecimiento o por lo menos un saludo. Juliana cerró los ojos, algo estresada antes de seguir a la más alta.
A diferencia de con Juliana, Valentina saludó cálidamente a Lupita y agradeció su hospitalidad. Acto seguido, saludó a Guille con un fuerte abrazo y a Lucía le dio un leve beso en la mejilla.
Todos se sentaron a la mesa. Juliana iba a ocupar su lugar de siempre, pero Lucía, sin darse cuenta, lo ocupó mientras compartía anécdotas con Lupita. Para su suerte (o mala suerte) el único lugar libre era el que estaba a un lado de la ojiazul.
Mientras cenaban juntos, Juliana pudo percatarse de que cada quien estaba en su propio pequeño mundo: Lupita y Lucía reían con ganas sobre cosas del pasado mientras que Guille le contaba a Juliana acerca de una cita que había tenido con Renata. Juliana se limitaba a sonreír y asentir, mientras que por la esquina del ojo trataba de observar las reacciones de Valentina.
Pero la chica no tenía reacciones. Simplemente comía en silencio y observaba su plato, como si fuese la cosa más interesante de la habitación. A pesar de que comía, no parecía estar disfrutando de los alimentos... o de estar ahí en absoluto. Juliana se sintió un poco mal por ella y trató de sacar un tema de conversación, pero su madre se le adelantó.
"Entonces, Valentina. Cuéntanos, ¿qué hay de nuevo en tu vida?" preguntó Lupita mientras se servía un poco de ensalada.
"¿Además de la muerte de papá?" Valentina espetó, grosera.
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El mar, la arena y tú: Una historia Juliantina
RomanceJuliana Valdés había pasado todos los veranos con su madre en Playa Escondida. Valentina Carvajal había pasado todos sus veranos en la ciudad, pero cuando su padre muere, su mundo cambia por completo. Lucía, su madrastra, decide llevarla de vacacio...