El alma de Elfriede permanecía reprimida y encerrada dentro de su propio cuerpo; sin embargo, no por ello dejaría de luchar por liberarse. - ¡Escucha, mísera humana, deberías sentirte honrada de ser el contenedor de una diosa como yo!- le habló Némesis en su mente. - Una diosa cobarde e insignificante que necesita la ayuda de esta miserable humana para escapar de un simple sello- se burló Elfriede desafiante, provocando que la enfurecida diosa azotara su espíritu con sus poderes causándole una horrible sensación de quemarse por dentro. - Pequeña humana, no oses desafiarme, recuerda quién soy yo- amenazó Némesis en un duro tono. El dolor no doblegó la determinación de la joven; haciendo arder su Cosmos lo más que pudo, logró sobreponerse momentáneamente al control de la diosa de la venganza. Shion y Kardia observaron asombrados cómo el cabello y los ojos de la chica volvieron a sus colores originales, así como notaron su Cosmos totalmente descontrolado. - Chicos...- masculló con esfuerzo-...deben...matarme...mientras todavía tenga...el control sobre mi cuerpo. - ¡Elfriede, no puedes rendirte así!- le animó Shion. - ¡No podemos matar a una compañera de armas!- se negó Kardia, tomando con bastante más seriedad el asunto que antes. - Si no lo hacen ustedes, mi Cosmos fuera de control lo hará- musitó ella con una triste sonrisa-, solo que, para entonces, habré perdido la batalla contra Némesis; ella destruirá mi alma y mi cuerpo no será más que el cascarón vacío que la contendrá. Por su mente solo pasaban las imágenes de su despedida con Deuteros y la promesa que le había hecho. - Te lo juro, no me pasará nada- dijo en esa ocasión. - Lo siento mucho, Deuteros, creo que no podré cumplir con mi palabra- murmuró con pesar. Su cuerpo se retorcía, el bello rostro se le deformaba en una expresión de completa agonía, mientras se mesaba el cabello con las manos y emitía salvajes gritos de dolor. - ¡Kardia, debemos ayudarla!- aseveró Shion muy decidido, conmovido por el sufrimiento de su compañera de armas y amiga. - ¿Qué propones?- inquirió Kardia, que no tenía la más mínima idea de lo que podían hacer en esas circunstancias. - Ustedes no pueden hacer nada, ¡esta humana ya me pertenece!- se mofó Némesis con una risotada, apoderándose nuevamente del cuerpo de Elfriede; sin embargo, pronto comenzó a sentirse débil y se llevó una mano al pecho con una mueca de dolor dibujada en el rostro- ¡¿Qué demonios me pasa!?- cayó al suelo de rodillas- ¡Malditos!- se retorció sobre sí misma- ¡¿Qué me hicieron!? Shion y Kardia se miraron, dudosos y asombrados; mas, sus dudas se disiparon al ver, encima de la torre, a un hombre mayor de larga cabellera blanca vestido con ropas tibetanas. - ¡Maestro Hakurei!- le reconoció Shion con alegría. - ¡No se preocupen, yo me encargaré de esto!- anunció Hakurei, sosteniendo entre dos de sus dedos un par de sellos de Athena, los cuales arrojó a Elfriede poseída por Némesis, quien se retorció y gritó como si le hubiesen rociado ácido- ¡Santa Elfriede, has sido muy valerosa al querer sacrificarte por el bien de este mundo!- añadió el maestro de Jamir con solemnidad y respeto- Pero, no será necesario. De los sellos escritos con la sangre de la diosa de la sabiduría surgió una luz blanquecina que rodeó por completo a la posesa, haciendo flotar sus cabellos, que poco a poco retornaban a su color original; agrandó sus ojos, cuyo color escarlata se desvanecía; finalmente, con un grito espantoso, Elfriede abrió la boca para dejar salir una masa de color violeta oscuro: el alma de Némesis. - ¡NO!- rugió enfurecida- ¡Los mataré a todos, insolentes! - ¡No eres más que un alma debilitada!- le recordó Hakurei- ¡Volverás a tu encierro! Arrojándole un nuevo sello, el anciano consiguió que la esencia de la diosa se torciera de forma pesadillesca para acabar, entre sonidos espeluznantes, por volver a su encierro en la torre. Inmediatamente, Hakurei se dirigió hasta el desmadejado cuerpo de Elfriede y lo sostuvo con cuidado en su regazo. - Elfriede, muchacha, ¿estás bien?- inquirió preocupado, sentimiento que compartía con los dos Santos que también se acercaron para comprobar el estado de la joven, quien abrió los ojos lentamente. - Ma...maestro Hakurei- murmuró ella sorprendida. - ¿Te sientes bien?- preguntó este en tono paternal. - Sí, maestro Hakurei- dijo Elfriede de manera respetuosa. - ¿Cómo sabes que no es el Patriarca Sage?- preguntó Shion algo impresionado; a pesar de haber sido alumno de Hakurei, aún no lograba distinguir del todo a los gemelos. - Es fácil, el maestro Hakurei es menos serio- respondió Elfriede, tratando de no sonar irreverente. Estas palabras provocaron una risilla por parte de Hakurei y Kardia. - Lamento no haber podido ayudar en nada- agregó Elfriede apenada. - Al contrario; si no hubieras debilitado a esa diosa, yo no habría podido sellarla con tanta facilidad- explicó Hakurei animadamente- Le diste una buena batalla. Tal como me comentó mi hermano, eres una guerrera para tener en cuenta. Elfriede se sonrojó al oír estos elogios; no estaba envanecida, pero creía que no eran inmerecidos y se sentía feliz por eso. Se había ganado su lugar entre las filas del ejército de Athena por méritos propios y siempre había querido demostrar que era digno de él. Seguramente su tío estaría orgulloso, pues él mismo la había entrenado para hacer de ella una Santa merecedora de ese título. - Bueno, bueno, lo importante es que estás bien- intervino Kardia sonriente- Yo también estoy orgulloso de ti, pequeña. - Gracias, Kardia- dijo Elfriede riendo- Y no soy pequeña, tú solo eres un año mayor que yo. - Pero eres pequeña de estatura- refutó Kardia. - Eso no es cierto- bufó Elfriede. - Vamos, no peleen- intervino Hakurei divertido- Ahora voy a curar a Shion, y Kardia te llevará al Santuario para que reposes, Elfriede. - Vamos, pequeña- indicó Kardia, ayudándola a levantarse. - ¡Deja de llamarme así!- protestó Elfriede, a lo cual Kardia solo rió.
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-... Y así fue como el maestro Hakurei nos salvó a todos- terminó de relatar Elfriede a un conmocionado Deuteros, cuyo moreno rostro se había tornado pálido al escuchar los traumas que sufrió su amada. - ¡Elfriede, eso fue muy peligroso!- le requirió- Me prometiste que te cuidarías. - ¿No estás orgulloso de mí?- cuestionó Elfriede un poco desilusionada. - Sí, claro que lo estoy, pero...- afirmó Deuteros, acariciando el rostro de la chica- No quiero que hagas cosas tan peligrosas. - Deuteros, el peligro es algo inevitable- dijo ella, tomándole las manos- Es mi deber, el camino que yo escogí, al igual que mi padre. - Sé que soy muy egoísta- dijo Deuteros con un acento de autorreproche- Pero, no sé qué haría si te llegara a perder. - Nunca me perderás, querido Deuteros- prometió Elfriede de modo sincero, antes de que sus bocas se encontraran en un profundo beso de verdadera necesidad. Él parecía estar sediento de los labios femeninos por la forma en que los robaba; sus manos recorrían esas amplias caderas, se apoderaban del firme trasero, masajeaban los grandes pechos tras dejarlos al descubierto....y la noche se les hizo larga, eterna, pues nada existía para ellos más que el calor de la piel y el erótico aroma del otro; que permanecería hasta que el sol saliese a observarlos con indiscreta mirada.
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Yo te voy a amar [Remake]
FanfictionElfriede es una bella joven de fuerte carácter que ha pasado por múltiples vicisitudes en su corta vida. Esto solo se complica cuando ella decide convertirse en una guerrera al servicio de la diosa Athena junto a su hermano, tal como su padre antes...