2. La niña del Cosmos dorado

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El bosque, de delgados árboles que se perdían entre los colchones de helechos arborescentes, constituía un lugar perfecto para que el par de niños jugase a sus anchas. Vivir allí no era tan malo, pues la naturaleza se encargaba de proporcionarles alimentos y medicinas cuando era necesario, tal como había dicho su padre. Elfriede, tumbada sobre su hermanito de tres años, le hacía cosquillas sin parar mientras este reía sonoramente. Aún no era muy claro por qué el chiquillo había comenzado a caminar antes de cumplir un año y, a sus dieciocho meses, hablaba perfectamente. Sin dudas, Regulus era un niño especial. - Pero tú también comenzaste a caminar y hablar antes de lo previsto, Elfriede- le había aclarado su padre en una ocasión. La pequeña, que había madurado demasiado aprisa para sus doce años recién cumplidos, sentía una enorme preocupación por su padre, a quien había visto toser sangre cuando él la creía dormida. Si bien su padre estaba extraño desde poco antes del nacimiento de Regulus, manifestando altas fiebres nocturnas y pérdida de peso, ella y su madre no lo tomaron como algo grave, pues Ilias era un hombre fuerte y afirmaba encontrarse bien. Sin embargo, después de la trágica pérdida de su madre, Elfriede tardó muy poco en comprender que su padre estaba siendo consumido por una grave enfermedad que ya se había vuelto crónica. - Hermana, iré por un poco de agua- anunció Regulus, viendo que las cantimploras estaban vacías cuando fue a tomar un trago. Elfriede quiso decirle que lo acompañaría, pero el pequeñuelo echó a correr a través del bosque, provocando que su hermana se palmeara la frente con un suspiro de frustración. "Cielos, con lo distraído que es, lo más seguro es que se pierda", pensó preocupada.
Y así fue. Regulus tomó una dirección por la que nunca había ido con su padre o su hermana, encontrándose con un pequeño pueblo a la salida del bosque. - ¡Qué bonito!- pensó en voz alta, entusiasmado- ¡Iré a explorar! Diciendo y haciendo, el pequeño se adentró en el pueblo, mirando  detalladamente todo a su alrededor y asombrándose de ver tantas personas, casas y puestos de mercancías, puesto que nunca había estado en un pueblo. - ¡Hola, niño!- saludó la amable voz de una joven frutera- ¿Qué hace un pequeñuelo como tú aquí solito? ¿Acaso estás perdido? - Buenos días, señorita- dijo Regulus educadamente, su hermana le había enseñado a ser cortés- No estoy perdido, solo quería mirar este lugar un poco. Yo vivo en el bosque, ¿sabe? - ¡Awww, pero qué niño tan adorable!- exclamó la chica enternecida, y le alargó una de las manzanas que vendía- Toma, un regalo, encanto. - ¡Muchas gracias, señorita!- dijo Regulus efusivamente, tomando la manzana y pegándole un mordisco en el acto. - Le agradezco su amabilidad con mi hermano, señorita- dijo una dulce voz femenina. Era Elfriede, quien había conseguido seguir a Regulus. - Niños, si no tienen donde quedarse, pueden venir a mi casa- ofreción con gentileza una anciana que compraba futas allí. - Gracias, señora- dijo Elfriede amablemente- Permítannos presentarnos, yo soy Elfriede y él es mi hermanito Regulus... Mas, de repente, se forma un tumulto de personas corriendo de un lado a otro. - ¿Qué pasa?- inquirió Regulus ingenuamente. - ¡Nos atacan los demonios!- gritó la chica, más que asustada- ¡Deprisa, niños, hay que huir! Tomó a Regulus y a Elfriede en brazos y salió corriendo. A lo lejos, una voz masculina ordenaba: - ¡Destruyan todos los pueblos! ¡Llenaremos los dominios del señor Hades con estas impuras almas para que reciban su castigo! Mientras, en un refugio subterráneo, Regulus no acababa de entender lo que sucedía. La gente a su alrededor parecía presa de un ataque de pánico, temblaban y le rezaban a sus dioses. De pronto, todo comenzó a moverse y un polvillo terroso cayó del techo de ese lugar al que la vendedora de frutas había arrastrado a Regulus y a su hermana. - ¡Hay que salir, o el lugar se derrumbará sobre nosotros!- gritó una voz, a la cual todos obedecieron. Salieron del refugio, solo para encontrarse con cinco Espectros que esbozaban una sonrisa cruel. - ¡Seguramente son los desgraciados que incendiaron nuestra villa, Regulus!- exclamó Elfriede enojada, apretando el puño mientras sus ojos ardían de ira. - ¡Mátenlos a todos!- ordenó un Espectro a los otros. Al ver que se lanzaban contra ellos, Elfriede cerró fuertemente los ojos y, al contrario de los demás, que corrían en vano, permaneció inmóvil en su lugar, con Regulus aferrado a ella con temor. Ilias le había enseñado cosas básicas sobre el Cosmos a través de relatos sobre su vida como Santo de Athena; incluso, había meditado algunas veces con él, por lo que trató de llamarlo mentalmente. Entonces, sintió una energía cálida y poderosa fluyendo por cada célula de su menudo cuerpo, y pronto se vio rodeada de un aura dorada y algo violenta. - ¿Qué? ¡Esta niña tiene un Cosmos poderoso!- chilló anonadado un Espectro. Por puro instinto, Elfriede llevó sus manos hacia adelante y liberó una luz dorada que derribó a los Espectros. - ¡Huyan ahora!- ordenó sin aliento, pues aquello la había agotado demasiado- ¡Huye, Regulus!- exclamó, empujando al pequeño lejos de ella, mientras los demás escapaban. En ese momento, Elfriede fue golpeada por una luz morada. El ataque la hizo caer al suelo con una herida sangrante en el hombro. - ¡Te mataré, maldita mocosa!- gritó furioso el Espectro que la había atacado. Tirada en el suelo, Elfriede no podía siquiera pensar; su vista se nubló, pero no lo suficiente como para no ver una repentina luz apenas perceptible que acabó definitivamente con sus agresores. Alguien, cuya barba y largos cabellos le hicieron cosquillas en el rostro, la tomó en brazos cuidadosamente. - Lamento la tardanza- dijo. - ¡Papá!- gritó Regulus muy asustando y lagrimeando, arrojándose a los brazos de su padre. - Ven, debemos curar a tu hermana- dijo Ilias con su expresión estoica.

Dos años después
- ¡Regulus! ¡Regulus!- llamó angustiada Elfriede- ¿Dónde estás? "¡Genial! Primero, ese Santo que trataba de llevarse a nuestro padre a la fuerza; después, otro ataque de los Espectros a esa aldea; ahora, Regulus perdido", pensó Elfriede, abrumada por la preocupación. De repente, vio a su hermano menor correr hacia ella, llorando y gritando. - ¿Qué sucedió Regulus?- inquirió preocupada la jovencita. - Papá...el Espectro...atacó...- balbuceó Regulus entre llantos. Fue en ese instante cuando Elfriede percibió cómo el Cosmos y la vida de su padre se extinguían. - Papá murió, ¿verdad?- fue la horrible certeza que expresó Elfriede con voz rota. Regulus asintió, estremeciéndose por sus sollozos. Ambos hermanos se abrazaron y lloraron amargamente durante toda la noche.

Yo te voy a amar [Remake]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora