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Dos líneas.
Estoy embarazada.
El resultado de la prueba de embarazo me provoca una oleada de emociones. Es normal tener miedo siendo algo nuevo para mi y para Stephen-mi novio-pero también me llena de muchísima ilusión aún más pensando la reacción de él cuando le de la noticia.
Estamos a pocas semanas de celebrar nuestro tercer aniversario y sin duda, un bebé es una gran sorpresa para nosotros.
Mi teléfono suena reflejando una llamada de Stephen que seguramente es para avisarme que ya está afuera del edificio esperándome para la cena que él mismo planeó.
—Hola preciosa, ya estoy abajo—dice inmediatamente después de contestar
—Hola cariño—miro por la ventana divisando su auto negro brillante estacionado—Bajo en dos minutos—aclaro mi garganta para que no sea evidente el momento cargado de sentimientos que acabo de tener.
Afortunadamente el rastro de las lágrimas en mis ojos es imperceptible pero para evitar un interrogatorio por parte de Stephen me pongo un par de gotas en mis ojos para calmar el enrojecimiento.
Al bajar, un Stephen recostado en el capó del auto me recibe luciendo completamente sexy con su traje semi formal y con el cosquilleo en mi entrepierna se me hace más fácil entender porque he estado con ganas de él toda la semana.
—Luces preciosa—susurra plantándome un beso que me deja sin aliento que me obliga a contenerme pues aunque me gustaría que la cena fuera él, realmente me estoy muriendo de hambre—Tienes un brillo especial esta noche ¿Qué te hiciste?—me repasa con la mirada
—Nada. Túestás tan guapo como siempre—murmuro sobre sus labios todavía con los ojos cerrados recuperándome de su beso intenso y ansioso.
—¿Nos vamos?—asiento dejando que abra la puerta del copiloto para mi.
El camino hasta el restaurante es más corto de lo que tenía previsto o no sé si las ansias por contarle a Stephen que será papá me está haciendo perder la noción del tiempo.
Después de entregarle las llaves al valet, el encargado nos guía hasta la mesa que Stephen reservó y uno de los meseros se presenta ante nosotros entregándonos el menú.
—¿Cómo estuvo tu día mi amor? Me dijeron de tu oficina que saliste más temprano ¿todo bien?—toma mi mano por encima de la mesa mirándome con ojos de preocupación.
—Estuvo bien—respondo—Salí antes porque tenía malestar estomacal y me sentía algo incómoda de estar así en la oficina—le comento sin mentirle del todo.
Ya sabía que en un par de meses el malestar estomacal tendría un nombre y el apellido de cada uno.
