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Apenas se veía a los lejos la recortada silueta de la ciudad de Miami cuando SeHun fondeó el barco. Alrededor la suave calma del mar en un día sin olas.

Hasta ese momento nos habíamos comportado como dos auténticos colegas que deciden tomarse una jornada marítima para hablar de chicas: nada de tocarnos, nada de conversaciones con segundas intenciones, nada de miradas cargadas de deseo.

¿Este es el sitio? ―le pregunté, sin saber muy bien qué hacer. Mi único cometido durante todo el trayecto había consistido en alzar las defensas del barco cuando zarpamos y acercarle a SeHun una cerveza.

Aquí no nos molestará nadie.

Era una embarcación de recreo, con una eslora de doce metros, un espacio de relax en la popa, compuesto por una amplia cama al aire libre para tomar el sol, y una zona de estar en la bañera de proa. No supe cuánto le había costado alquilarlo por un día, pero imaginé que sería una pasta. Mi
nuevo amigo era generoso a la hora de seducir a un hombre, desde luego.

Me pasé las manos por la cabeza mientras miraba al horizonte. Nosotros solos y el mar. Y era la segunda vez que veía a SeHun al aire libre y no bajo las feas luces del hotel.

El sol hacía que su cabello pareciera aún más rubio y sus ojos habían adquirido un tono dorado muy seductor. Como yo, llevaba bañador y camiseta, y estaba descalzo sobre la cubierta.

Terminó de asegurar el barco y vino hacia mí.

Al fin solos ―me dijo.

Al fin ―repetí yo.

―¿Sabes de lo que tengo ganas?

―¿De una cerveza?

―De hacerte una paja y de que tú me la hagas a mí.

―Parece algo sencillo.

―De pie, al aire libre, sin escondernos, uno frente a otro, y sin quitarnos la ropa. ¿Qué te parece?

Por toda respuesta le bajé la parte delantera del bañador y le acaricié su gruesa polla.

Reaccionó a mi mano como si tuviera vida propia y empezó a ponerse esponjosa. Bajé la mano hasta los huevos, duros y consistentes, y un poco más, hasta que mi dedo corazón rozó el delicioso orificio
que tanto me obsesionaba.

Esta es mi respuesta.

Él esbozó una sonrisa pícara e hizo lo mismo conmigo. Lo hubiera besado en ese momento.

Y esta es la mía.

Estábamos muy juntos, pero no nos tocamos más allá de lo que ya agarrábamos cada uno.

SeHun fue el primero que empezó a masturbarme. Se humedeció la mano, pasando lentamente la lengua por la palma, y con enorme habilidad me pajeó muy despacio. Yo lo seguí de cerca, notando cómo su polla reaccionaba a cada sacudida.

Machacársela a un hombre, a SeHun, me resultaba tremendamente excitante. Tenerlo tan cerca y no tocarlo. Tener su culo a mano y no follármelo. Tener su boca a unas pocas pulgadas y no comérmela.

SeHun aumentó el ritmo y la presión. Yo gemí y me mordí el labio inferior. Hasta haciendo una paja era bueno el cabrón. Me escupí en la mano para darle más placer. Él me lo agradeció casi perdiendo el aliento.

No te corras sin mí ―me suplicó entre jadeos.

No sé si podré prometértelo porque lo haces muy bien.

―¿Nunca antes te la han trabajado así?

SooYoung, cuando yo estaba cachondo pero a ella no le apetecía hacerlo, me masturbaba de rodillas mientras yo estaba tumbado en el sofá. Pero parecía que SeHun sabía dónde poner exactamente los
dedos, qué presión ejercer, y cuándo pasar el dedo pulgar por el húmedo glande para dar más placer.

Como tú, nadie.

―¿Nunca te ha hecho una paja otro hombre?

―Con quince años. Un par de veces nos la cascamos un grupo de amigos. Pero cada uno la suya. Así que eres el primero en masturbarme.

Notaba cómo mis huevos empezaban a contraerse. Eso significaba que el bombeo de SeHun estaba haciéndome llegar al orgasmo. Gemí otra vez. Era increíble lo bien que lo hacía. Deseé que yo le estuviera dando el mismo placer que él a mí. Intenté besarlo, pero se apartó con una sonrisa entre lasciva y burlona.

Nada de tocarnos, ¿recuerdas?

―¡Dios! Me estás matando.

―¿Qué me harías? ―me preguntó SeHun.
Ambos seguíamos pajeándonos. De pie en la cubierta. Uno frente a otro. Alrededor solo se escuchaba el ligero azote del mar, los gritos de las gaviotas y los gemidos entrecortados con palabras de nosotros dos.

Tengo debilidad por tu culo y por tu boca. Me los follaría a ambos… ¡Joder! Creo que me corro.

Tragué saliva, porque no sabía si podría aguantar más, pero Seh no redujo la presión ni la frecuencia sobre mi polla.

Pues yo… Uffff… te dejaría que me follaras hasta reventarme… ¡Joder! ¡Joder! Aquí viene.

Nos corrimos los dos a la vez. Jadeando, uniendo nuestras pollas en el último momento para que cada una se empapara con la esencia del otro. Fue increíble cuando restregamos ambos glandes
mientras seguían arrojando esperma.
SeHun se acercó a mí para que su semen empapara mi ropa y mi vientre, y yo, a su vez, alcancé su barbilla con una corrida atlética, que me recordó a las que tenía en
la adolescencia cuando me masturbaba en la intimidad de mi cuarto.

Una vez saciados, unimos nuestras frentes, jadeando de placer. Él recogió con el dedo índice una buena porción de lefa y se la llevó a la boca. Era una mezcla de ambos. Yo llevé mis labios hacia su barbilla, y le limpie con la lengua el rastro de semen, para después tomar un poco más,
directamente de su polla, y chuparlo con deleite.

―¿Está bueno? ―me preguntó, sus ojos brillaban. Estaba hermoso.

Como me vuelvas adicto a tu semen voy a tener que ir a buscarte a Europa.

Rió de mi comentario y se apartó lo justo como para que yo pudiera contemplarlo. Tenía las piernas fuertes y torneadas, y la piel blanca. Aquel minúsculo bañador le marcaba los glúteos, lo que me hizo tragar saliva, porque sabía que ese mismo día, antes o después, aquel culo sería mío.
SeHun se dio cuenta de cómo lo miraba, de cómo me embargaba la lujuria, y me guiñó un ojo.

Vámonos al agua ―me dijo con una sonrisa traviesa.

―¿Ahora? Déjame…

No pude terminar. Se tiró de cabeza por la borda, con la camiseta puesta, desafiante. Y yo apenas tardé un par de segundos en seguirle.



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𝓪𝓭𝓲𝓬𝓽𝓸 𝓪 𝓽𝓲 ; ᶜʰᵃⁿʰᵘⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora