Epílogo

3.3K 266 194
                                    


Seis meses después.

Mi relación con SooYoung apenas duró unas semanas más.

Fui yo quien cortó. No podía seguir con ella después de lo que había sucedido con SeHun.

Sooyoung gritó, me insultó, y me golpeó con los puños cerrados debido a mi mutismo ante su pregunta de por qué la dejaba. Pero… ¿cómo podía decirle que en apenas cuatro días me había
enamorado del marido de su mejor amiga? ¿Cómo explicarle que en tan breve espacio de tiempo había pasado de sentir un absoluto desinterés por los hombres a habérmelo hecho con dos,
disfrutando como nunca?

Abandoné aquel pequeño pueblo y me mudé a Seattle. Podría haberlo hecho a cualquier otro sitio, pero una gran ciudad me permitía pasar desapercibido. Pronto encontré trabajo en la construcción y pude alquilar un diminuto apartamento en las afueras.
Me encontraba confundido, completamente perdido y fuera de lugar. Pensé en volver a casa, pero sabía que el amor de mis padres, de mis hermanos, no sería suficiente. Mi encuentro con SeHun me había vuelto del revés. Yo no era el mismo y sospechaba que no volvería a serlo nunca más.

Regresar a un lugar pequeño y lleno de habladurías solo lograría desquiciarme.

Cuando pude recomponerme volví a salir con chicas. No es que las buscara. Siempre me habían encontrado ellas a mí. La primera me entró en la barra de un bar, mientras apuraba una cerveza en solitario. Tuve buen sexo. Muy bueno, pero de fondo seguía existiendo aquella insatisfacción, aquella
añoranza del cuerpo de SeHun retorciéndose entre mis brazos.

También probé con otros hombres. En Seattle es fácil. En una discoteca dejé que un tipo me la chupara en el servicio. Fue una gran mamada, pero nada comparado con el efecto que los labios de SeHun tenían sobre mi polla. Tuve sexo completo con otro chico. Lo conocí en una cafetería. Era rubio, inocente, y se parecía a él. Me lo llevé a casa y durante un fin de semana no salimos de la cama.

Fue tan fantástico como tenía que ser, pero tampoco me dejó satisfecho. Incluso tuve una breve relación con un compañero de trabajo, un chico un poco más joven y quizá tan confundido como yo mismo. Pero tras nuestra tercera o cuarta cita le dije que debíamos dejar de vernos, porque después de amanecer con él, disimular cada mañana en el tajo como si no hubiéramos follado desde el atardecer hasta el alba hacía que me sintiera realmente mal.

Algo sí tenía claro: no me apetecía ir de cama en cama, buscando aquello que sabía que solo encontraría al otro lado del Atlántico.

Así que empecé a frecuentar a DongHae.

Lo llamaba cuando estaba salido y él venía a mi casa. Follábamos, nos fumábamos un cigarrillo juntos, y se largaba sin hacer preguntas ni esperar respuestas. En ningún momento hablábamos de SeHun, lo que yo agradecía enormemente.

Unos meses después de mi visita a Miami había conseguido una especia de existencia que podía ser satisfactoria, aunque sin la rotundidad que me había aportado aquellos intensos cuatro días la presencia de SeHun.

Los días pasaron, las semanas, los meses, sin saber nada de él, y llegué a la conclusión de que aquello era a todo lo que podía aspirar: una vida tranquila, sencilla, y sexualmente libre, donde podía acostarme con chicas y con DongHae cuando me atrapara la lujuria.

Precisamente hacía un mes que no veía a DongHae, y yo tenía unas ganas tremendas de comerme una polla. Le mande un mensaje y quedamos en vernos en mi casa esa tarde. DongHae y yo habíamos llegado a ser amigos, además de amantes. Sabía poco de él y no quería enterarme de más porque me asaltarían los remordimientos: sabía que estaba casado, que tenía hijos, y que en aquel momento había encontrado a un amigo muy especial al que estaba iniciando en aquel ceremonial en el que SeHun me bautizó. Pero a pesar de estar muy ocupado DongHae era fiel a su promesa y nunca me dejaba sin atender.

𝓪𝓭𝓲𝓬𝓽𝓸 𝓪 𝓽𝓲 ; ᶜʰᵃⁿʰᵘⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora