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La mañana pasó. Dejamos atrás el mediodía sesteando al sol, y acogimos la fresca caída de latarde con la misma ilusión que desgana, porque pronto tendríamos que regresar a puerto. 

Habíamos hecho el amor tres veces más. Despacio. Disfrutando de nuestros cuerpos. Laprimera fue dentro del mar mientras nos bañábamos desnudos una vez dejamos secar nuestra ropa alsol. La segunda tras el almuerzo, en el camarote, en las horas de más calor, mientras nosrefrescábamos con el aire acondicionado. La tercera había sido en el puente, usando el timón comoasidero para soportar los envistes del placer. Pero en ninguna de estas tres ocasiones SeHun me habíadejado que lo follara.

 Le supliqué. 

Medio en broma, intenté cogerlo desprevenido. 

Incluso le ofrecí lo que quisiera a cambio de que me entregara su culo una vez más, pero fuetajante: solo me lo daría al final del día, y esa hora había llegado. 

Yo estaba en la tumbona de popa. Tendido a todo lo largo. Desnudo. Observando cómo elviento arrastraba las nubes. SeHun se había acercado a la proa para comprobar si nuestra ropa estabaya seca. A pesar de que la sombra de la culpa seguía sin aparecer, me preguntaba qué sentimientosestaban naciendo en mi pecho por el marido de JooHyun, el esposo de la mejor amiga de mi chica, y quésucedería cuando pasado mañana él volviera a Londres. ¿Fingiría que no había pasado nada? ¿Loolvidaría hasta que regresara, si le era posible y fugazmente, dentro cuatro o cinco meses? ¿Viviríacon anhelo, esperando únicamente su vuelta para disfrutar de aquel maravilloso sexo un par de días, yde nuevo sumergirme en la sequía? O quizás... ¿o quizás me dedicaría a buscar otros culos, otroshombres con los que poder experimentar todo aquello? 

Oí un ligero clic que me hizo volver la cabeza. SeHun estaba allí, en cuclillas, y me acababa detomar una foto con el móvil. 

¿Y eso? ―le pregunté, porque podía ser peligroso almacenar en el dispositivo una imagenmía desnudo. 

―No te preocupes. Sé cómo encriptarla para que solo yo pueda verla. Pero quiero recordarteexactamente así. 

Sonreí. Me hubiera gustado tener una foto suya tal y como estaba, pero temía que SooYoung dieracon ella. O que un compañero de trabajo la viera y tuviera que dar explicaciones de por qué llevaba lafoto de un tío en bolas en el móvil.

 ―¿Ya tenemos que volver? 

¿Quieres? 

Por nada del mundo. 

Se acercó hacia mí y enfocó el objetivo de la cámara muy cerca, usando el macro. 

―¿Me estás sacando una foto de la polla? 

Esbozó una sonrisa pero siguió con su cometido. 

Esa ya la tengo. Te la tomé mientras estabas dormido. Quiero llevarme un detalle de esetatuaje. Quizá me haga uno igual para pensar en ti. 

Se refería al que llevaba en la ingle derecha. El único que mancillaba mi cuerpo. Era pequeño,apenas una pulgada, y representaba el emblema de Superman. SeHun lo había lamido varias vecesaquellos días, por lo que ya sabía que le gustaba, también que le excitaba. 

Ven aquí ―le dije abriendo ligeramente las piernas para que él se sentara―. Me debes algo. 

Dejó el móvil a un lado y vino hacia mí a gatas. 

Déjame hacer ―me indicó―. Tú simplemente disfruta. 

Asentí a la vez que tragaba saliva.Pasó una mano por mi piel. Desde la pantorrilla hasta el hombro. Despacio. Con la presión justapara erizarme el vello. A pesar del cansancio mi polla reaccionó, cambiando de postura. SeHun sonrió, satisfecho de lo fácilmente que podía controlar mi cuerpo, y se sentó sobre mis muslos. Sentísus huevos rozando, compactos, mis piernas, y la ligera humedad de su glande apoyado muy cerca delos míos. Se inclinó y me besó en medio del pecho. Jadeé y alargué una mano para traer su bocahacia mis labios. 

𝓪𝓭𝓲𝓬𝓽𝓸 𝓪 𝓽𝓲 ; ᶜʰᵃⁿʰᵘⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora