El solipsimos de April

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April se sentía un poco encogida en aquel día en cuestión. No tenía por qué sentirse de esa forma en específico, pero cada vez más se le iban haciendo lucidas las ideas fugitivas. Vivía en una ciudad en donde nada pasa, porque nunca se supo si había algo allí. La ciudad en donde nada paso.

April residía en una típica casa en la que solamente ella podía estar completamente segura de que estaba viva, sus padres no eran más que moldes, los abuelos parecían ya muertos carcomidos, las mascotas solamente eran adornos. Los amigos del colegio tampoco le hacían ningún entretenimiento, eran como juguetes con los que un niño jugaba en los campos de tierra de algún parque, tomando en cuenta de que mantenía la margen del contacto social. Aceptar todas estas clases de cosas la solían entristecer bastante, escondiéndose entre las sabanas y queriendo saber el porqué de esos malestares. Quería saber si alguien más estaba vivo.

April un día se despertó bastante extrañada de no sentir nada en específico, solamente un nudo fuerte, apretujando y que nadie era capaz de desatarlo habitaba en su garganta. Su cansancio era abrumador y sentía como los huesos y músculos no aguantaban ni soportaban su peso. Cuando fue a merodear por la casa, se encontró con que no se encontraba nadie. Estaba completamente vacía. Ni padres huecos, ni abuelos putrefactos, ni mascotas decorativas. Se dirigió a los parques solo para ver cómo ningún niño se encontraba jugando en los castillos de plásticos o en los resbaladeros. Era completamente de día y sin embargo los alumnos de escuelas y colegios no se encontraban haciendo su viaje matutino, y tampoco nadie salió de su casa para reclamarle su extraña apariencia, estaba en piyama y pantuflas. Solamente ella y el silencio eterno habitaban en ese lugar. Ni amigos de plástico ni ningún otro ser.

April al principio solamente sintió indiferencia, sus ideales hasta le distaban que las cosas podían ser más fáciles de esa forma, se autoproclamaba victoriosa en el debate de su solipsismo. Aun así, cosas como los libros o el internet todavía se mantenía a disposición suya. Pasaba largas tardes leyendo novelas que sus abuelos tenían en su pequeña biblioteca personal —como «El escándalo del siglo» de Gabriel García Márquez o «20 poemas de amor y una canción desesperada» de Pablo Neruda, la mayoría pertenecientes al idioma español—, también estaban muchos libros sobre la geografía o historia mundial que leía de vez en cuando. En la televisión por cable no pasaba muchas cosas interesantes, entonces fue cuando recurrió a hacer cosas prohibidas, como cuando agarro la tarjeta de crédito de su mamá e hizo uso de ella para poder crear una cuenta de Netflix, aunque solo funciono un finito tiempo ya que no había mucho crédito. Nunca se imaginó que terminaría de esa forma, con un peso fuera. Capaz que al comienzo se sentía relajada.

April, aún son esas ventajas, llego a un punto en el que ya no sentía el placer de los primeros tiempos. Comenzó cuando un día no se podía resistir a la idea de escribir algo en la computadora de la casa, que todavía seguía en funcionamiento, y comenzó haciendo un pequeño diario en el que comentaba algunas de las cosas del día a día, como si fuese un show televisivo en done habían muchos espectadores expectantes al porvenir de los acontecimiento. El problema no se presentó hasta cuando ya había hecho una gran cantidad de hojas en Word y las quería publicar en un blog público, la idea se la ocurrió al terminar de ver uno de los capítulos de Dr. House, en donde ocurría algo parecido. Entonces lo hizo, pero al cabo de unos días no sentía nada en particular, solo un odio personal por no ver lo obvio ¿Para qué había hecho eso en primer lugar? Allí fue cuando confirmo completamente de que no había nadie más en el mundo, tras ver durante mucho tiempo como el marcador de visitas solamente se mantenía en cero, pudo deducir ese hecho. El problema solamente empeoro más cuando se decidió a sumergirse completamente en la escritura, por ese momento era inocente de todas las cosas reales que sucedían, y al ver las ansias de estar con alguien, con que fuera, viera lo que escribía y le de retroalimentación la mataba. No había nadie con quien compartir, ni siquiera una hormiga. Aunque con el tiempo pudo contrarrestar sus ansias, pero el dolor seguía siendo el mismo.

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