Relato Profano

3 1 0
                                    

Aquí algo bastante extraño en mí y de material algo explícito, así que si lo deseas puedes pasar al siguiente capítulo (si es que lo hay).

• ♠ •

Antonio había despertado, todavía no sabía si vivo o muerto, pero de todas maneras le encantaba ver la oscuridad en la que su habitación sucumbía, con una ventana opaca que casi lograba verse y unas paredes que paulatinamente se habían pintado de negro olvidando la blancura que durante el día las caracterizaba. Todavía recordaba la figura. La figura de alguien al parecer obsesionada y enteramente empeñada en complacer cada centímetro de su cuerpo, y verlo morir de una ardiente y excesiva excitación. Sus ojos carmesí penetraban profundamente su memoria recién despabilada, como dos puntos que nublaban su panorama de forma precoz, dejándolo cegado en el proceso y relegado de cualquier otro pensamiento que no fuera lo que, al parecer, en sus sueños había ocurrido. Eternos minutos pasaron antes de que desvanecieran completamente.

La sensación le incomodaba pero aquellas curvas ensanchadas y voluminosas todavía seguían irrumpiendo en sus tempranos pensamientos, tan intrusivamente que le daba una emoción gratificante, cálida pero a la vez iracunda. El sueño (o lo que fuera que haya pasado realmente) nunca hubiera acabado si ella no lo deseaba, pensaba que en cualquier otro momento, la mujer volvería de la misma forma en la que lo recordaba. Abriría tranquilamente la puerta, se mostraría tierna y romántica, femenina, para luego sentarse entre sus piernas, rodeando la espalda baja de Antonio con sus muslos tonificados y mostrando aquellos pechos perfectamente simétricos y redondos de una forma coqueta y pícara, tal como únicamente se mostraban en sus fantasías eróticas. Él era lo que un esclavo hacia su amo, lo tenía encarcelado en sus juegos, con propuestas indecentes, mientras le quitaba desmesuradamente las prendas para, cuanto antes mejor, dejarlo desnudo. El cuerpo de aquella ninfómana sedienta de poder comparado al de nuestro tímido protagonista era terriblemente abismal. Sus glúteos definidos, el abdomen plano acompañado con sus hermosas caderas. Todos aquellos atributos exóticos y sensuales, aquella figura únicamente había nacido para deleitarlo de pies a cabeza.

Desnuda ella también, mientras el sol cedía, y con movimiento candente, Antonio la percataba bien excitado a la vez que aquella complexión extraña tocaba su virgen piel,  acariciaba sus labios finos mientras él se sentía acorralado, sin escapatoria y cuya única opción era aquel efímero hedonismo solicitado, esos placeres pequeños que dudaba encontrar nuevamente. Diversas veces, las eyaculaciones se mostraban, mientras sus piernas hacían todavía más efervescente la experiencia inusual. Se movía, agitaba y gemidos rebotaban por todo el entorno, pero toda esa acción le parecían tan indiferente como superficial, su verdadero placer era otro, el cual en ese entonces Antonio no podría deducir. Con una vista ya borrosa, lo único en lo que pensaba (aunque correcto sería decir en lo que no pensaba) era en porque la cuidad le parecía irse poco a poco, sus luces borrosas, los edificios casi inexistentes e inalcanzables. Solo sentía un golpeteo intenso en la entrepierna, un sólido y abrumador calor en su pecho como si el corazón saltase de un momento a otro. Únicamente observaba sus ojos de mirada profunda, sus movimientos agresivos y el revoleteo de su cabello, al mismo tiempo y unos cuernos rojizos salían de su cabeza y una cola con punta de corazón se mostraba inadvertidamente. Simplemente, se desvaneció al instante.

¡Por Dios, un súcubo lo había profanado, y mientras más lo pensaba, más se sorprendía de no haber muerto en aquel instante!

Cuentos Y DemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora