Campo de trigo con ciprés

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Siempre me pregunte eso del magnetismo que hay entre los objetos ¿será que nosotras las personas también podemos acceder a esa clase de cosas? Me cuestiono, ese suceso me termina por redoblar mi mente, ¿y si cosas como el amor y la amistad se inician justamente por esto? Si resultara ser cierto ¿entonces no seriamos más que imanes? Por ejemplo, hubo una vez en la que me indigne por no poder recordar el nombre de cierta cosa. Bueno, a decir verdad, no me termino de acordar si «eso» no resultaba ser un «alguien» o simplemente se trataba de un mero objeto, como nosotros capaz.

—¿Te encuentras bien? —me pregunta uno de mis amigos que seguramente no lo vi por bastante tiempo. Su nombre, parece no hacerme sinapsis a las neuronas ya que no me acuerdo. De seguro tendría que estar embobado en alguna tontería de las mías como para que me pregunte algo como eso.

—Sí, no hay nada de qué preocuparse —respondo.

Nos encontramos yo y unos amigos más en esta escena, caminando hacia alguna parte aleatoria de un mapa que quien sabe dónde es que salió.Simplemente estamos charlando en una calle de cosas aparentemente aleatorias también.

—Oigan, todos vamos a ir al «evento» ¿no es así? —dijo de repente uno de mis amigos, mirándome un poco frío (como siempre supongo), lo dice intentando que la pregunta flote por cuenta propia y se confunda con la misma atmósfera. Haciendo memoria, recuerdo que en alguna ocasión mencione que lo tenía que pensar más detalladamente de si ir o no al «evento», lo que si no me acuerdo,era el porqué de esa acción.
Todos decimos «si» al mismo tiempo, inclusive yo, aunque parece que nadie del entorno escucha lo que digo.

—Yo digo que tu —dice un amigo señalando a otro que está al lado mío, su nombre tampoco se me hace familiar, creo no conocerlo—, vas a tener una oportunidad de estar con ella en el evento, todo si es que asiste, claro —se refiere a la chica que gusta, todos lo sabíamos pero solamente yo soy el que no la conoce en persona.

—¿Sera Dios, que no está a mi lado, y me hace sufrir con el tormento de un «no» que obviamente no será el caso? —responde él de forma cómica, todos (o al menos yo) nos reímos.

De pronto, saca una imagen  de bolsillo y nos la mostró a todos. Creí haber dicho un «Qué suerte» pero parece que no fue de esa forma. Todos la vimos, una foto en donde se supone que tendría que haber algo en especial como para llevarla encima, pero había la clara viveza de un fondo gris. Mirando hacia el exterior, o más bien, hacia mis amigos me di cuenta de que el fondo gris también se trasplantaba en sus caras ¿será que me estoy quedando ciego ante la luz del día? Hacemos comentarios insignificantes de la foto, ninguno se me queda grabado en la cabeza.

De pronto, cuando el tema de la foto ya no toma demasiada importancia, se me acerca otro amigo mío, por si se lo pregunta, la cantidad de «amigos míos»parecía variar bruscamente, algunas veces eran unos cuantos pares, pero otras el numero era infinito.

—Acuérdate —me dice más bien se acerca un metro de mi cara—, tu compañera se llama Di… —creo que esa fue la única vez en la que ellos me hacen recordar que no soy un fantasma ni un número cuatro.

Acto seguido, saca otra imagen de bolsillo en donde otra vez se suponía que tendría que haber algo o alguien en ella, pero solo se encuentra el fondo gris de vuelta. Él la mostró al resto del grupo, esta vez fueron ellos los que dijeron «Qué suerte». No entiendo mucho lo que está pasando.

Instintivamente vamos caminando todos juntos en la misma calle, que por cierto, tengo la sensación de no dirigirnos a ningún lado, la calle parece infinita también ¿o es que el mundo se resume en esa calle? De pronto me parece que todo se estaba volviendo más y más callado que antes, cuando me percato y miro a mis al rededores, me encuentro con que el fondo grisáceo de las fotos se expió excesivamente y que ahora inundo a todo el mundo, o sea, toda la calle. Solamente estoy yo divagando por toda una planicie más infinita que el cosmos. Sin embargo, no siento ninguna sensación en particular, simplemente un «Que esperabas que sucediera» que procedía de lo lejano. Eso fue por algunos minutos supongo yo, porque toda la definición del tiempo se pierde junto a la inmensidad del mar que alguna vez fue una foto de bolsillo. Pero luego siento las vibraciones que los sonidos graves producen en mí: vibrantes y eléctricos para la parte torácica. Sin lugar a dudas se trataba de una canción incompleta.Entonces la seguí escuchando hasta por fin dar con las escalas de sonidos y el pentagrama imaginario se volvía voluminoso dentro de mi mente, sentía que pronto podía tomar forma propia y seria «un amigo mío». Pronto sé, que la canción representa un recuerdo lejano de algo completamente distinto a lo vivido. Quizá es parte del «allá». Y cuando menos me doy cuenta,un sentimiento de vacíes se apodera completamente de mi alma, tal como la muerte cuando flota en nuestros al rededores cómo una fuerza invisible y cuando nos atrapa no existe escapatoria más que entregarse a la propuesta de trabajo practico final.

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