Un pícaro juego de miradas

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Ella y yo nos involucramos en un pícaro juego de miradas en donde ninguno sabía cuál de los dos tomaría la delantera e iniciativa. Yo estaba en un baile, me había puesto unos zapatos bien lustrados, una camisa blanca bien planchada y un pantalón formal negro que compre el día anterior. A todo esto, un chaleco marrón me acompañaba, que daba una primera impresión bastante formal. Ella por su parte tenía un vestido color morado que llegaba un poco más abajo de las rodillas y un colgante que un ex suyo le regaló; unos tacos de tango hacían sus pequeños detalles para deslumbrar un sentimiento efímero de atracción hacia aquella nueva mujer que conocí hace apenas unos instantes.

Nuestra atracción se prolongó pasando por unos bailes de milongas y vals de la tan lejana Europa. La secreta dinámica que el amor dictaba era saber sin palabras el pensamiento del otro, yo quería conocerla sin necesidad de preguntar su nombre o si le gustaba mi peinado un tanto dispar revueltos en dirección separadas. Con solamente mirar sus pasos temblorosos y la forma tierna con la que abrazaba mi cuello supe en qué terrible búsqueda de acompañante se encontraba y yo no perdería el tiempo en danzas arcaicas. Sin saber tampoco mis iniciales nos fuimos al más fondo del lugar, en donde nuestro amor flujo a base de besos y cariños que de primera instancia no pasaban de ser una novatada y desconcierto en un lugar lleno de luces en donde el cumpleaños de mi amigo se celebraba.

El escenario cambió por completo, los dos nos encontrábamos desnudos sin haber emitido una palabra en todo nuestro acto prohibido. Éramos como dos plumas en mitad de un huracán. Pronto ella salió de la habitación para vestirse y ponerse de nuevo aquel sostén escotado que supria en él toda la sensualidad que alguien querría tener. Fue al baño para arreglarse el pelo desbordado de locura intensa y luego me miró directamente a los ojos. Aquel juego de miradas pícaras del comienzo se convirtió en, aquel mismo instante, uno de dos amantes que dos años atrás ya se habían casado.

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