Parte 3

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Había algo de magia en el traje de Hifumi. No sólo podía cambiar de personalidad en un abrir y cerrar de ojos, sino que también se olvidaba de los problemas de Izanami Hifumi cuando pasaba a ser Gigolo. Apenas estar ejerciendo su labor como host, se centraba en las jóvenes y hermosas chicas que requerían de su compañía y afecto. Servía copa tras copa de champagne a las clientas y dejaba que las cosas fluyeran. El tiempo así se le iba en diversión, música y afecto.

Un afecto irreal, que resultaba efímero apenas llegaba su hora de salida.

Así estaba entonces de pie en la acera, en la parte trasera del club, con una lluvia del demonio impidiendo que pudiera irse de ahí. Ya era hora de que la estación del tren abriera, y le gustaba, hablando con sinceridad, usarlo a esa hora. Cuatro y media de la mañana. Casi ningún alma usaba el tren a esa hora, y podía ir sentado, tranquilo, en todo el recorrido. Si la lluvia no cedía pronto, tendría dos opciones: caminar bajo el agua y empaparse de pies a cabeza para llegar a tiempo para tomar el tren, o esperar a que la lluvia pase a riesgo de que lo haga en cuanto la gente empiece a movilizarse. Ambas opciones apestaban.

Por fortuna no tuvo que tomar una decisión al respecto, pues a los pocos minutos de estar esperando y ver cómo la lluvia no cesaba, y al contrario, iba en aumento, un Toyota Alphard blanco se estacionó justo al frente suyo. La ventana del copiloto entonces bajó, y por ella se asomó Jakurai.

—Espero que no hayas esperado mucho. Temía que ya te hubieras ido —dijo el mayor apenas le abrió la puerta para que subiera.

—Con esta lluvia no podría ir a ningún lado, sensei —Hifumi exclamó, subiendo entonces al auto tan pronto como pudo, evitando apenas el mojarse. Una vez arriba se quitó el saco, temiendo que se haya empapado de más.

Emprendieron así la marcha de vuelta al departamento. Hifumi miraba de reojo al mayor, seguramente se ha levantado muy temprano para tomar el tiempo y así poder ir por él. Lo más probable es que se encuentre cansado. Hifumi se encontraba en un estado algo vulnerable, por lo que pensar en que quizá estaba siendo una carga para Jakurai, lo lastimaba. Y como si el mayor fuera capaz de leer los pensamientos de Izanami, rompió el silencio.

—Estaba preparándome para ir al trabajo cuando de repente empezó a llover. Supuse que no tendrías manera de regresar por tu cuenta así que vine por ti.

—Es un detalle realmente amable de su parte, Jakurai-sensei, aunque no era necesario que viniera hasta aquí.

—No es ninguna molestia. Puedo venir por ti todas las mañanas si es tu deseo. Sólo me tomará despertar una media hora antes de lo normal, pero puedo con ello —aunque realmente no se levantaba tan temprano. Actualmente se dedicaba más a las citas de consultorio que a las cirugías, así que no había necesidad de llegar al hospital antes de las ocho de la mañana. Y sólo esperaba que Hifumi fuera suficientemente ingenuo como para creerle.

No lo era, pero podía entender —desde siempre— la gran preocupación que Jakurai tenía con él... y con Doppo. Seguramente esta era una manera en la que él podía despejar su mente de la relación del pelirrojo, suponiendo que le había afectado de la misma manera que a él, cosa que sinceramente no creía.

Al llegar al departamento, Hifumi se notaba exhausto. Apenas entrar era como si recordara absolutamente todos los problemas por los que pasaba. Suspiró de forma pesada y se sentó en el sofá. Podría tal vez ir a dormir de inmediato, pero ignoraba si en serio Jakurai saldría a esa hora, o volvería a la cama para recuperar las horas de sueño.

El médico se sentó en el sofá del frente, y cruzó sus piernas con gracia. Era un hombre elegante, que guardaba su porte aun cuando estaba somnoliento.

Unrequited [JyuDoppo] [HifuJaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora