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Estaba muy deprimida, no tenía ánimos de nada, más tenía una cita importante e iban a buscarle en una hora.

Sufría insomnio desde hace unos días, así que lo primero que hizo fue tomar una ducha fría para despejar su mente; salió y, con cuidado, eligió la ropa adecuada para la ocasión, un pantalón negro y una blusa lila bastante simple tomaron el protagonismo de su cuerpo.

Caminó por el pasillo de su casa, que daba al frente con la entraba principal, mientras veía que el reloj de su muñeca marcaba casi ya las seis de la tarde, y se colocó frente al espejo del final para detallar su cabello y su rostro. Las paredes de verde oscuro parecían hacer presión, pero el aspecto lúgubre de su casa le parecía indiferente.

Sonrió.

Las ojeras no se le notaban, y parecía alegre y muy animada. Su cabello se veía elegante y hermoso… Su sonrisa en el espejo se hacía casa vez más ancha. Ella se extrañó y dejó de sonreír, su aspecto no era normal; más su reflejo seguía sonriente y apacible, seductor. ¿Qué demonios…?

Movió su brazos, más su reflejo seguía viéndose alegremente, ella tocó su rostro y el reflejo también, pero bajó los brazos de inmediato y pronunció una frase que no se pudo oír. Vió al reflejo darse la vuelta y caminar por el pasillo hasta cruzar a la derecha, y un minuto después estaba de vuelta, más sonriente aún y encantadora, caminando hasta colocarse al frente de ella. No podía dejar de mirar al reflejo y tampoco podía moverse. Era presa del miedo frente al espejo.

“Mira”, leyó en sus labios, y el reflejo alzó un cuchillo, el mismo que ella había afilado y dejó de sonreír por un segundo; lo miró de reojo y al volver la mirada a ella, volvió a sonreír. Deslizó el filo del cuchillo por su garganta con lentitud, mientras la sangre le salía a borbotones por la piel que ya estaba abierta. Ya su reflejo no sonreía, tenía los ojos abiertos de par en par… Igual que ella, desangrándose. Cayó al piso sin poder respirar, y en un minuto ya estaba muerta.

El reflejo volvió a sonreír, sin ninguna herida y bastante coqueta. Pasó los dedos de su mano derecha por su cabello lacio, guiñó el ojo y se oyó el timbre sonar. Volvió a mirarse de reojo y caminó por el pasillo y abrió la puerta.

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