Vía muerta

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Era una fría noche de perros.Una persistente llovizna ponía mucho riesgo en el asfalto de la ruta. El hombre tomo esa curva a una velocidad inapropiada para el estado del camino, y el coche comenzó a dar tumbos y golpes hasta quedar reducido a un montón de fierros sin forma.Se asombró de salir sin un solo rasguño del coche destrozado, a pesar de no llevar puesto el cinturón de seguridad.Algo le decía que debía caminar por un estrecho y serpenteado sendero de tierra que estaba próximo al auto, y así lo hizo.

Caminó por horas entre la niebla, que se espesaba cada vez más, hasta que encontró una vía aparentemente muerta desde hacía ya mucho tiempo; se lo hacían suponer los pastos crecidos por entre los durmientes, y el óxido de los rieles.El hombre, quiso saber si conducía a algún pueblo cercano donde pedir auxilio y se aventuró a caminar por los durmientes, pero  a poco de andar vio a lo lejos la luz del tren.Él conocía muy bien la ruta por la que  iba cuando el accidente, y no tenía conocimiento  que por las cercanías  pasara o hubiese pasado el ferrocarril en alguna época.Estaba totalmente desconcertado y tenía el presentimiento que algo no andaba bien.Sin advertirlo de repente se encontró en una vieja, lúgubre y solitaria estación en la que una rara formación se detuvo, y sin saber porque  subió, y el tren arrancó.

Allí al ver por una de las ventanillas, reparó en un gato negro que lo miraba con sus ojos amarillos e inquietantes maullando de una forma llorosa.Pudo sentir que dentro del tren hacía mucho frío. Un frío  que penetraba hasta el alma y comenzó a tiritar en una forma descontrolada.

Al instante, tomó consciencia que había  abordado sin motivo, un tren del que no sabía absolutamente nada, y comenzó a preocuparse, y a caminar por los oscuros y solitarios vagones en busca del guarda o alguien que pudiera ayudarlo, pero a medida que pasaba de vagón en vagón sin encontrar persona alguna, la desesperación iba apoderándose de él, y al llegar al primer coche, miró a su alrededor y por las ventanillas notó que se veían imágenes de momentos deplorables de su pasado que lo hicieron avergonzar, y quiso mirar por la ventanilla de la puerta que está en la punta del vagón, por donde se podía observar la máquina  locomotora, y allí fue cuando  vio quién conducía el tren…

Y su aterrado grito quedó sonando por toda la eternidad, entre la  negra bruma del tren de la muerte.

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