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Empecé a buscar desesperada alguna peluca o gorra para tapar mi rostro, se supone que esa chica solo trabaja de lunes a viernes y hay una señora que hace su turno los fines de semana, qué mierda hacía ella aquí un sábado por la mañana. Francis ya estaba a mi lado adelantándose, tenía unas ganas inmensas de gritarle que eligiéramos otro lugar pero ya era tarde, ya estaba esperándome con la puerta abierta.

Caminé rendida, solo esperaba que esta mañana no se fuera a la mierda, así que lo guié hasta alguna mesa cerca de la ventana, bien alejada del mesón. El chico de la otra vez al verme, casi corrió para tomar nuestro pedido, entendía que era su amigo e intentaba protegerla de mi, pero vamos, era estúpido, ni mi nombre sabían.

Pedí una taza de café y una tarta, mientras Francis pidió una taza de capuchino con unas donas, esperé a que algo pasara pero todo parecía muy tranquilo, suspiré cuando la chica me vio con una enorme sonrisa, sonreí incómoda de vuelta, no me agradaba mucho la idea de tener a dos personas con las que me acuesto cerca.

Decidí concentrarme en Francis, pero claro, otro problema más, ¿de qué le hablaría? No era una persona que le gustaba hacer interrogatorios ni mucho menos contestarlos, ¿y si simplemente preguntaba su hobbie? No me interesaba pero este silencio ya era muy incómodo para mi, además un hobbie no va a comprometerme ni decir mucho de mi.

—Hey, Francis —despegó su mirada de la calle y se dirigió a mi, bien, esto es muy incómodo —Hum, yo, olvídalo. Es una estupidez.

Me miró gracioso, seguramente ya estaba haciendo el ridículo, ah pero claro, a la señorita se le anda ocurriendo que desayunar con sus amantes es una genial idea, sobre todo sabiendo que no sabe hacer una conversación decente. Esperen, ¿tengo qué ser yo la que empiece las conversaciones? ¡Claro que no! Esto ya es una injusticia.

—¿No tienes algo qué preguntar? —me dirigí otra vez a él.

—Muchas cosas —alcé mis cejas esperando a que dijera algo —. No las responderás, ya me dijiste que no decir Noah.

—¿Y algo que no comprometa mi vida privada?

—¿Acaso responderás si te pregunto por qué no dices nada? Tengo que decirlo, eres la primera chica que me da esas condiciones y se me hace muy extraño.

—Hey, te pasaste al límite de lo privado.

—Entonces no tengo nada que preguntar —lo miré esperando a que, aunque sea trajeran nuestro desayuno, o debatiéndome si , tal vez, podría dar una explicación ambigua.

—Está bien, ¿quieres saber? Es porque no necesito saber la vida privada de las demás personas.

—¿Y esa falta de interés?

—Simplemente no me nace, no me interesa saber tu edad, o dónde trabajas, ni siquiera tus gustos, no me interesa en absoluto tu nombre, es por eso que prefiero que me digas un apodo y ya.

—Auch, golpe bajo —arrugó su nariz, en manera me causó gracia su gesto pero no me encontraba ya de humor para reírme de eso —. Bueno, puede que a ti no te interese mi vida, pero a mi me interesa la tuya, ¿estarás dispuesta a contarme algo? —ahora mismo, no. La voz de Piper se asomaba por mi cabeza, diciéndome que hablara algo, y aunque intentara callarla, ya era imposible.

—Está bien.

El chico se asomó dejando nuestros pedidos en la mesa, suspiré, le contaría cosas banales, sin mayor importancia, haría esto menos incómodo. comí algo y tomé un sorbo de mi café. Empecé a repasar mi vida, quizás algunas pequeñas cosas de mi, ¿qué diría? Oh claro, no pensé en eso antes.

—Aquí van cinco datos curiosos de Noah: 

»Primer dato; tengo raíces latinoamericanas, mi padre nació y se crió allí, luego se mudo y conoció a mi madre en un concierto, creo que era un concierto de Queen en 1986. Y bueno, de ese intento de matrimonio salí yo y mi hermana.

»Segundo dato; nunca egrese de la universidad, en realidad, apenas pude estudiar un semestre, la vida te da altos y bajos, y tuve que trabajar en tres lugares a la vez para lograr sobrevivir en esta ciudad, ahora por suerte me encuentro solo trabajando en dos, me deja algo más de tiempo libre.

»Tercer dato; no me gustan los niños, en general, la edad para que pueda hablar con alguien sin estar enfadada debe ser los 16 años. No soporto a los bebés, a las preguntas de los 4 años, o al intentar parecer mayor y más inteligente de los 12 años. Y no vayas a salir con que yo también fui una niña, al menos nunca molesté.

»Cuarto dato; les tengo pánico a cualquier insecto de ocho patas, sonará estúpido, lo sé. Pero no es fobia, mi hermana estudió psicología y me diagnosticó pánico por mis síntomas, debería estar yendo al psiquiatra, pero aquí me ves, tomando una deliciosa taza de café junto a una agradable persona.

»Y el último, el quinto dato, y quizás algo más importante que los demás; no soy la chica que estás creando en tu mente Francis. Y seguramente tu no seas quién yo creo que eres.

Simplemente le sonreí, no quería respuesta de su parte, terminé mi café, comí el último pedazo de mi tarta, dejé mi parte del pago en la mesa, me levanté y lo abracé en despedida, dejando un beso en la comisura de sus labios. Salí del local sin complicaciones y me dirigí a mi departamento. Caminé tranquila, la cafetería quedaba a unos 30 minutos caminando, pero tenía tiempo para ir tranquila por las calles.

Llegué a mi departamento, abrí el ventanal y encendí la televisión dejándola en el número siete de volumen, salí a la pequeña terraza, vivía por suerte en un buen barrio, pequeño pero seguro. La mayoría eran viejos, así que no me complicaba mucho la vida, además no molestaban para nada mi extraña rutina, les daba igual si simplemente un día ya no llegaba a mi hogar. Entré nuevamente y fui a mi habitación, dejé mi cartera tirada en el suelo y me lancé a mi cama. Solo esperaba que este día no se hiciese más largo, pero sin nada que hacer se hacía imposible.

Tomé mi celular de la cartera y lo puse a cargar, esperé sentada a que se cargara un poco mientras pensaba en algo que no me llevara a alguna crisis. Encendí mi teléfono, este se lleno de mensajes sin contestar y algunas llamadas perdidas. Sin embargo, había un mensaje de un número desconocido, una foto. La descargue y era la foto que tomé esta mañana de Francis durmiendo.

No tenía nada que hacer, y hasta el momento era mi opción más cercana. Hey, tengo algo de tiempo, ¿y tu?”. Esperé ansiosa su respuesta, a ratos me daban ganas de lanzar el teléfono a cualquier lado de mi dormitorio, pero ya sería muy estúpido. Nada, ¿cuál es tu propuesta?". Le envié mi dirección, ¿era lo más correcto? Claro que no, pero ya estaba hecho, en 15 minutos él estaría aquí, ya no podía escapar.

CENSORED +18 | Robert Sheehan | Alissa LindbergDonde viven las historias. Descúbrelo ahora