-La mayor Víctoria de mi vida a sido sin lugr a duda, lograr que me olviden- dijo aquel moribundo sonriendo acostado en su camilla, - pensando.
- A una corta edad descubrí - continuó el moribundo - como mi joven alma se moria - diciendo esto como quien hace un jaque mate imposible - En mi vida tan corta me propuse a nunca morir e hice una cantidad de cosas que parecían asegurar una inmortalidad- continuo sonriendo - aquellas cosas solo me distraian de la dura realidad, de saber que no existe nada que te haga inmortal- dijo muy resignado - girando suavemente su cabeza para la derecha esperando una respuesta de su eterna compañera llamada muerte.
- Te deje ser libre y vivir una vida llena de riquezas pero en cambio preferíste, obsecionarte por huir de mí, un error, pues yo soy inevitable - dijo compasiva la muerte, mirando fijamente un extraño reloj, al cual le faltaban cinco minutos para posarse sobre una línea roja.
Pronto, el moribundo estiró su mano tratando de palpar un pedazo de aquella hermosa mujer que hoy se le presentaba como la mismísima muerte, diciendo casi sin oxígeno en sus pulmones - un día, en esa locura por vivir un poco más, comprendí, qué me esperaba el infierno por mis actos de rebeldía, inmobiliaria e indiferencia- respondió el moribundo quizá con arrepentimiento -pero de que sirve si es que hasta el hombre más bueno del mundo, tiene que morir algún día. por esa razón un día me resigné - dijo ya casi que concluyendo con su discurso.
- tengo demaciado trabajó, y tú has sido uno de mis mayores logros, tuve que buscarte por muchos años y aún en tu lecho de muerte fue difícil encontrar a un hombre que nadie conocía - conflictuo la muerte, esperando la respuesta de aquel moribundo.
* Suspiro * - no fue nada fácil despojarme de todo lo que mi codicia me otorgó, sin embargo, no fue una tarea imposible; Un día simplemente deje todos mis vienes a los jóvenes pobres de una ciudad, de la cual ahora no recuerdo el nombre- tomando un respiro para continuar abrió sus ojos y dijo - ya tendremos toda una muerte para seguir hablando hermosa mujer- cerrando sus ojos con la misma incertidumbre con los que muchas veces los abrió.
- tomo una sábana y abrigo el alma de un pecador interesante al que esperaba con ansias; quizá Para escuchar de su voz aquellas aventuras, esperando con ansiedad saber de una vez por todas el por qué de sus travesías tan locas, que siempre lo empujaban al borde de la muerte.