Capítulo 1: conociéndonos.

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En mi casa de New York, el sol atravesaba la ventana iluminando mi cuerpo desnudo, me estaba levantando de la cama, a mi lado se encontraba otra mujer, pero dominada por el sueño permanecía inmóvil entre las sábanas.

Al cabo de unos minutos me levanté y me di una rápida ducha, me vestí y salí de la habitación sin despedirme de mi acompañante; bajé por las escaleras dirigiéndome a una amplia cocina donde se encontraba desayunando una mujer de unos 50 años aproximadamente.

- ¡Buenos días nana! –dije.

- ¡Buenos días mi'ja! – respondió ella.

Mientras tomaba un poco de jugo, mi nana me miraba fijamente como queriendo reprocharme algo, la miré desafiante adivinando el posible comentario.

- Santana, ¿cuándo asentarás cabeza? No me gusta esta vida que llevas, acostándote con cuanta mujer ves y encima esa relación rara con esta chica, ni siquiera sé cómo se llama, sólo viene a la casa, entra de noche a escondidas y sale al día siguiente como si nada, para colmo me dice: ¡adiós nana!

Mi nana estaba enfadada, yo estaba cansada del mismo reproche, yo era hermosa y sólo estaba disfrutando de mi juventud, de la manera que mejor me parecía. La mujer a la que se refiere mi nana se llama Marcia, la conocí en un restaurante, Marcia es masajista en un lujoso hotel, una vez fue a almorzar en ese hotel por cuestiones de trabajo y la conocí; esa primera vez ambas nos miramos indiscretamente y sin preámbulos Marcia se ofreció a darme una sesión de masajes de manera particular. Esa sesión se transformó en diversos encuentros furtivos en mi casa, Marcia sólo iba por las noches en busca de placer, cuestión que yo no negué nunca pero dejando en claro que eso no era una relación ni nada por el estilo, simplemente una necesidad física indispensable en mi vida.

- No tengo una "relación rara" con nadie, lo sabes, es sólo sexo; no tengo edad para sentar cabeza, no te apresures nana.

- Tu abuelo preguntó por ti anoche.

- ¿Qué le dijiste?

- Pues te cubrí, le dije que estabas con dolor de cabeza y te habías ido a dormir, por suerte me creyó y no fue a tu habitación. No deberías traer a esa mujer a la casa.

- Yo no la traigo, ella viene sola.

Ante esa respuesta los ojos de mi nana se giraron hacia arriba, yéndose hacia el patio me dijo:

- Ve a hablar con tu abuelo, es algo importante.

Me dirigí a la biblioteca de casa, mi abuelo se encontraba revisando unos papeles en su escritorio, me vio entrar y depositó toda su atención en mí. En esa enorme casa, sólo vivíamos nosotros dos, mi abuela hace muchos años había fallecido al igual que mis padres; ellos se enamoraron muy jóvenes y fruto de ese amor es que nací. Durante años tuvimos una vida plena y feliz, a mis 16 años, todo parecía ser color de rosas, sin embargo, mi madre enfermó y tras meses de agonía falleció víctima de una enfermedad cardíaca, mi padre, el imponente empresario Santiago López, se derrumbó ante la ausencia de mi mamá. Se deprimió a tal punto de no importarle nada de su vida, me miraba y no podía creer que yo fuera el fruto de un amor tan grande como el que creó él y mamá, eso me lo dijo un día. Por más que mi abuelo le decía que debía seguir adelante por mi y no dejarse vencer por la tristeza o la melancolía, papá sentía que todo lo que tenía que hacer lo hizo, levantó junto a mi abuelo una importante empresa, aseguró mi futuro, se enamoró de la mujer más hermosa del planeta, me brindó una infancia feliz, y ahora que ya era toda una mujer sabría seguir firme como toda una López.

Papá se encontraba a la deriva sin mamá, y se dejó vencer. Murió unos cinco meses después dejándome al cuidado de mi abuelo, el reconocido señor Gustavo López. Yo no encontraba una razón lógica que explicara todo lo que sucedió en ese año, perdí a mis padres y ni siquiera me consideraba lo suficientemente madura para afrontar todo eso sola, me aferré mucho a mi nana a quien veía como a una abuela e impulsada por mi abuelo me convertí en una importante y reconocida empresaria; me caracterizaba la belleza y astucia para los negocios, no me dejaba doblegar por nada ni por nadie, era despiadada en los negocios, hombres y mujeres me admiraban, a cada paso que daba cautivaba a todos con mi semblante serio y mi miraba intimidante. Los que conocieron a mis padres ven en mí una mezcla perfecta de ellos, la belleza de ambos pero la actitud fuerte e imponente de él, una López con todas las letras.

La verdad sobre el amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora