The best gift ; 2

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A los doce años Chan empezó a estar más tiempo en casa, las visitas eran constantes, además de molestarme aún más.

— Hyo. —me sacudió— Hyo, Hyo ya despierta... —volvió a sacudirme pero está vez más fuerte logrando que me quejara y me volteara a una posición más cómoda— ¡Choi Hyo!
Abrí uno de mis ojos y lo observé.
Estaba vestido y olía a jabón.
Volví a cerrar mis ojos y me abracé a mi almohada.

— ¡Hyo!, ¡Ya basta! —tomó mi sábana y yo volví a quejarme.

— ¡¿Qué quieres?! —le tiré mi almohada en la cara y este la tomó y la colocó en su lugar.

— ¡Ya levántate!, ¡llegaremos tarde a clases! —dijo tomándome de las muñecas y sacudiéndome.

¿Clases?, ¡Ah!, ¡Clases!

— ¡Chan por qué no me dijiste antes! —dije levantándome.

Corrí hasta la estación del metro jalando del brazo a Chan, pero este caminaba muy lento.

— ¡¿Chan no ves que vamos tarde?! —grité y este rió.

— No, no lo hacemos... —lo miré frunciendo el entre cejo— te levanté más temprano, son las seis en punto. —sonrió y yo abrí mis ojos como platos.
Me había engañado.

— ¡Eres un mentiroso! —acusé con mi dedo y su sonrisa se ensanchó más.

Chan solía engañarme más seguido de lo normal, una vez me dijo que Han Jisung —el chico que me gusta— me había escrito una carta y que quería verme para dármela. Todo fue una cruel mentira, el quería mis apuntes de química y sólo dijo aquéllo para que soltara el cuaderno.

— Así me quieres. —habló con una sonrisa, me quejé y me senté en un lugar libre del tren.

— ¿Te he dicho que eres muy molesto? —pregunté y este rió levemente.

— Todo el tiempo... —habló sentándose a mi lado— pero ya no me afecta, más bien me motiva a seguir... —sonrió y yo bufé— ¿Ya está mejor?

— ¿Qué cosa? —pregunté y este tomó mi mano— oh, eso, sí, está mejor.

Una herida que me había hecho ayer por su culpa, yo estaba cortando una manzana y Chan me estaba hablando –pobre, como no habla él en todo el día, nótese el sarcasmo–. El punto fue que él se acercó para tomar un trozo y logró que el cuchillo se moviera haciendo una pequeña herida en mi mano. El chico entró en pánico. A Chan no le gusta verme heridas, que alguien me golpee –así no fuera intencionalmente o así sea el mismo quién lo hizo– o verme enferma, entra en pánico.
La semana pasada tenía fiebre a temperatura muy alta, mi mamá –por supuesto– me atendió pero él estaba atento a cada movimiento que yo hacía o qué ella hacía que ya la tenía harta –a mí también–.

— ¿Ya está bien? —preguntó, mi mamá me colocó un pañuelo mojado.

— Ha bajado la fiebre, pero no del todo. —respondió ella.

— ¿Cómo que no del todo?... —mi mamá lo observó con el celo fruncido— ¡tiene que hacer algo!, ¡los pañuelos húmedos no están funcionando!, ¡necesita otra cosa!.

— Chan. —dije como pude.

— ¿si? —se acercó con su rostro de preocupación. Miraba atentamente esperando mis palabras como si fueran las últimas.

— Sal de aquí.

No es divertido enfermarme por ello.

— Eres muy desordenada. —dijo mirando el interior de mi casillero.

𝑂𝑢𝑟 𝑠𝑡𝑟𝑒𝑒𝑡 - 𝐵𝑎𝑛𝑔 𝐶ℎ𝑎𝑛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora