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Me hubiera quedado toda la mañana apreciando su inefable belleza y su suave ser, pero sabía que tenía que estar pendiente de los dos enanos que ya deberían estar inquietos. Me terminé de vestir y salí con rumbo a encontrarlos, aún no les había dado sus sorpresas. Llegué a la cocina y encontré a Peque en la mesa y a Milo revolviendo todo por demás.

- Buenos días Lolo. – Dijo el más pequeño con una sonrisa adorable.

- ¡Hola loloca! – Gritó el rubiecito.

- Buenos días enanos... Milo ya te dije que no me digas así. – Le dije calmadamente.

- Y yo te dije que me dieras un arma y no lo hiciste...

Era demasiado temprano para empezar con la misma discusión de siempre, así que solo me limité a suspirar y prepararles el desayuno, para ellos y para mi princesa.

- ¿Camila te volvió a querer? – Me preguntó Peque con toda su inocencia.

- Nunca me dejó de querer Peque, solo estaba un poco enojada, pero ahora estamos bien. – Le dije, mientras le daba una caricia en la cabeza.

Me quedé con ellos hasta que terminaron de desayunar, sabía que Camila aún no iba a despertarse, aunque la iba a levantar en un rato con el desayuno. Luego los llevé al patio y les di sus regalos. A Peque le di un unicornio con pelos de colores, extremadamente blando y suave, y un maletín que contenía libros para colorear y muchísimos lápices de colores. A Milo le había encontrado el regalo ideal, con el cual pretendía que me dejara de probar la paciencia a cada rato con "su arma". Después de buscar por la juguetería algo adecuado para él, vi un perchero semi tirado, en el fondo del local. Casi al final de todo estaba el disfraz del Zorro con una espada muy flexible pero que no perdía su rectitud a pesar de doblarla, sombrero, guantes... Estaba completo.

Vi como Milo observaba a Peque con sus regalos, se lo notaba feliz de ver contento a Peque. Me gustaba eso de él.

- A vos te traje estos libros, a ver si te quedas un poco quieto... Y esto, que va a hacer todo lo contrario a lo que quiero. – Le dije y le di un bolsito chiquito en donde había guardado el disfraz.

Milo sacó el disfraz por completo del bolso, pero su reacción no fue la que esperaba... Empezó a llorar y a taparse con sus manos la cara. Peque al ver esto, se acercó con su unicornio y abrazó a Milo, mientras hacía que su peluchito le diera besitos.

- Milo... ¿Qué te pasa? – Le pregunté completamente confundida.

Él se quitó las manos de su cara, y me miró. Pude ver un brillo de felicidad, lo que me alivió por completo, pensé que le había hecho revivir un trauma o algo parecido, y que Camila me iba a matar. Después de revolverle el pelo a Peque y tirarle el unicornio lejos de una patada, lo que a Peque le pareció gracioso, se me tiró encima brutalmente, como siempre y me abrazó por el cuello fuerte.

- Gracias loloca, es el mejor regalo que jamás me dieron. – Dijo el enano.

- ¿Te estas limpiando los mocos en mí? – Le pregunté con risa, porque me pareció completamente desubicado, pero al mismo tiempo gracioso.

- Camila dijo que no ensucie mi ropa... O la de Peque. – Me dijo y se rió de nuevo.

- ¿Y mi regalo? – Dijo una voz conocida.

Desvié por completo mi atención de Milo, quien al escuchar la voz, fue a abrazar a Camila. Ella cargaba a Peque y a su unicornio.

- Bueno... creí que ya te lo había dado... cuando... - La mire recorriendo por completo su ser y luego levanté mis cejas, lo que le causó gracia.

El último principio (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora