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El mundo se estaba yendo a la mierda, y lo único que me preocupaba era la persona que estaba durmiendo a mi lado mientras la cuidaba. Habían pasado tres días desde que su padre decidió quitarse la vida, y no era la única persona que había muerto en esas 72hs por voluntad propia o por voluntad de un plan siniestro que se estaba llevando a cabo.

Aún había cada tanto un poco de información por los medios que actualmente se toman como convencionales, pero era evidente que eso iba a desaparecer progresivamente.

Mi pronóstico (que di en mi último video) de que no en todo el mundo iba a estar bajo el mismo plan de exterminio, fue correcto, ya sea por la geografía del territorio o por su idiosincrasia, el terror comenzó a propagarse de diferentes maneras a lo largo y ancho del globo terráqueo. En algunos lugares fue más efectivo mandar un tsunami y extinguir por completo cualquier forma de vida. En otros, los terremotos hicieron lo suyo. Vi imágenes en donde en ciertas zonas el cielo se llenó de chemtrails, los fumigaron. En esta zona se propagó mediante el agua un compuesto químico que hacía que las personas quisieran matar o en su defecto matarse, y quien caía de esa forma, se volvía a levantar luego de gestarse en un capullo...

Era evidente que lo que se buscaba era infundir el máximo de terror, miedo, desesperanza posible, y que eso le servía solo en masa, donde la gente estaba agrupada como en las ciudades. La energía positiva, o en este caso la negativa, les servía, pero solo si estaba concentrada... Y todo eso pasaba mientras ella estaba ahí, sumergida en sueños que esperaba que fueran menos tristes que la actualidad.

Regi me comentó que Camila no había estado muy ordenada con el horario de sueño desde hace un tiempo, y que era evidente que el detonante de la muerte de Alejandro la había sumergido en ese cansancio al que se negaba a rendirse antes, mientras me esperaba.

Después de recorrer los dos pisos inferiores al nuestro, limpiarlos y sellarlos, haciendo un perímetro seguro, volví con Camila, quien seguía del mismo modo que la había dejado.

No quería exteriorizarlo, pero realmente sentía que ella, a pesar de tenerla a mi lado, a escasos centímetros, no estaba acá conmigo... por lo menos no en una forma completa. Y si bien es cierto que le decía a todo el mundo que el temor lo tenían que mantener alejado de su ser, yo tenía miedo de estar perdiendo a Camila de una forma en que no podía protegerla, donde ella tenía que librar su propia batalla, y yo solo podía ser una espectadora... Conocía bien que nuestro momento más vulnerable era ese instante antes de sucumbir al sueño y el instante al despertar. Ese es nuestro momento más indefenso que tenemos frente a "ellos". Sin embargo, cuando algo nos golpea realmente duro, en profundidades que son exclusivas para nuestros sentimientos más valiosos, nos vuelve tan vulnerable como en esos instantes.

Solo quería ver ese resplandor en sus ojos cuando se abrían... En esos ojitos de otoño que tanto me hacían experimentar con tan solo su amanecer en este mundo que desaparecía...

- Caminaría hasta el infierno si eso te mantuviera a salvo... Aunque ahora lo más lejos y difícil de encontrar es el paraíso... volveme a regalar el privilegio de tener tu paraíso a mi lado Camila... - Le dije susurrando cerca de su oído mientras ella seguía durmiendo en mi cama.

- Nuestro paraíso... aun lo seguimos creando, mi amor... - Dijo Camila con voz somnolienta.

Vi como abrió sus ojos intentando enfocarlos en los míos. Un suspiro se adelantó a mi sonrisa, que finalmente surgió porque ella me miraba.

- Ojitos de otoño... te amo... - Le dije suavemente, mientras le di un suave beso en su boca.

Ella sonrió, se la notaba débil y algo triste.

- Me gusta que me digas así. – Dijo lentamente.

La volví a besar, esta vez un poco más profundo que la anterior vez, aunque no tanto como me hubiera gustado.

El último principio (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora