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Jungkook miraba a Taehyung pintar sobre el lienzo de nuevo, y deseó ser ese pincel, que su amado tomaba y manipulaba con tanta delicadeza.
Más de una vez se perdió en los movimientos finos de su mayor, en la manera en que Kim Taehyung era capaz de crear arte.
Se sorprendía de la manera en que, cada cosa que saliera de los labios de Taehyung, fuera música para sus oídos. El sonido favorito de Jungkook, era la voz de Taehyung.
En la lógica irrealista de Jungkook, explicaba que todo aquello que Taehyung hacía era artístico, porque él mismo era arte en su máxima y más inocente expresión.
Estaba enamorado. De la manera en que cantaba, de la manera en que bailaba, de la manera en que pintaba, de la manera en que escribía poesía, de la manera en que actuaba. No había una sola cosa que Taehyung hiciera mal.
—Me miras tanto que me incomodas, Jungkookie.
Jungkook reaccionó, aturdido.
—S-sí... es sólo que me maravilla mucho tu talento, Tae.
Taehyung sonrió de lado y siguió con lo suyo.
Podía ser que Taehyung notara el brillo en la atenta mirada de Jungkook e imaginase cientos de estrellas tintinando en ese par, pero, tal vez intentaba engañarse a sí mismo y convencerse de que eso era simple y llana admiración de Jungkook por el arte que podía crear.
Se obligaba a concentrarse en sus obras y no se permitía posar sus ojos y ambiciones en algo como el amor. Aún a sabiendas de que el amor era una de las principales y mayores inspiraciones en el ámbito artístico. Solía ser duro con él mismo, y Jungkook podía notar eso.
«¿Estará consciente de que él es una obra de arte?
No sé si eres consciente de lo grande que eres, pero una sola cosa puedo decir:
Eres arte, Kim Taehyung.
Por desgracia, ninguna de las obras en las que tanto te empeñas, podrá superar en belleza a la obra que eres tú mismo.»
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