Prólogo.

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Verla dormir a mi lado me hace replantear eso de que la perfección no existe. Decir que es preciosa sería una infravaloración, un insulto. Su piel suave, apenas cubierta por su ropa interior de encaje negro y mi sudadera que parece más grande que nunca, sólo me pide que no pare de acariciarla. Sus ojos, cerrados, esconden esa mirada que hipnotiza; ese color marrón que declara la guerra a los ojos azules. Su nariz se mueve levemente cada vez que respira, acompañada de pequeños suspiros que me regalan vida. Sus labios me incitan a gastar hasta mi último aliento en besarla; a empezar a vivir menos del aire y más de ella.

Acaricio suavemente esas pequeñas estrías que tanto odia en la piel de su cadera y veo como empieza a estirarse perezosamente a mi lado, sacudiendo un par de veces sus largas pestañas antes de abrir completamente los ojos y dedicarme una somnolienta sonrisa. Y sé que si alguien me dice ahora mismo que es más feliz que yo, estaría mintiendo.

-¿Qué piensas?- susurra Gabriella en mi pecho, abrazándome con más fuerza.

-¿Eres feliz?- dejo que la pregunta se escape de mis labios.

Entonces ella se coloca sobre mí, con cada pierna a un lado de mi cintura y busca mi mirada.

-Más feliz que una perdiz en una fiesta de pijamas- susurra en la comisura de mis labios antes de besar mi sonrisa.

La chica de la ventana- Harry Styles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora