capítulo 2

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La cara de sebas se descompuso en un segundo. Al parecer no le agradó mucho la idea y lo hizo más que evidente lanzando una mirada de disgusto a su amiga. Ella sonrío victoriosa.
—si, claro que pensaba invitarla.
—Genial, entonces los veo mañana.
Observé a poché alejarse de nosotros, para abrir la puerta del Audi y encender el motor, tres chicos más subieron también. Inmediatamente lo puso en marcha pasando lentamente junto a nosotros. Me quedé mirando el auto. hasta que lo ví perderse entre el tráfico.
—¿Nos vamos hermosa? —la voz de sebas me hizo volver a la realidad.
—claro, Sebi.
—¿Puedo conducir yo?
—si, bebé —dije. Mientras le extendía las llaves de mi carro.
—Quiero sorprenderte.
—Sorprendeme, entonces...
La tarde con Sebastián fue maravillosa, me llevó a comer la mejor pasta que he probado, claro después de la que cocina mi abuela. Me convenció de ver una película de terror en el cine y por último fuímos a mí café favorito. Platicamos tantas cosas que no sentí como se pasó el tiempo. Uno de los temas principales fue poché, por alguna extraña razón quería saber de su vida. Entre sebas y yo siempre ha existido una conexión especial, Siempre tenemos un tema de conversación así que no fue difícil sacar el tema, él es un gran amigo y ese fue uno de los motivos por los que comenzamos a salir. Ahora estaba aparcando justo frente a su casa.
—Amor ¿Quieres pasar?
—Será en otra ocasión. Ya es tarde y tengo que ir a casa.
—Tienes razón hermosa, vete con cuidado y me marcas al llegar.
—si, bebé no te preocupes. Saluda a Ángela de parte mía.
—claro, oye amor..¿Quisieras ir conmigo a la fiesta que mencionó poché?
Me quedé pensativa. La verdad es que no me agradaba mucho la idea, tenia pensado quedarme estudiando porque el lunes comenzaban los exámenes pero algo dentro de mí deseaba volver a ver a María José.
—¿quieres ir? —volvió a preguntar él.
—¿Mañana a qué hora? —le pregunté rápidamente antes de arrepentirme.
—Paso a recogerte a las nueve. Mi mamá me prestará el Mustang.
—Está bien, te veo mañana a las nueve.
Le dí un beso en los labios y él me abrazó fuertemente. Salió del carro y se dio media vuelta para mirarme. Encendí la radio, el reloj del tablero marcaba las diez de la noche y ahora me dirigía a toda velocidad a mí casa.
El fuerte sonido de mi alarma me hizo despertar. Traté de apagarla moviendo mis manos torpemente sobre mi mesa de noche. Cuando logré encontrar mi celular, lo revise para darme cuenta que tenía varias notificaciones, pero mis ganas de mirarlas eran nulas así que decidí ignorarlas. Anoche después de llamar a sebas para avisarle que había llegado a casa, me coloqué la pijama, cepille mis dientes y caí profundamente dormida. Decidí levantarme de la cama y me dirigí al baño, mis ojos lucían cansados en el reflejo del espejo. Giré la llave de la regadera dejando correr el chorro de agua caliente que comenzó a llenar de vapor la habitación. Después de ducharme. Tomé mi bolso y mis llaves, tenía pensado desayunar fuera. bajé rápidamente para salir.
—Buenos días señorita. ¿A dónde se dirige con tanta prisa?
—¡Papá, volviste! —dije, mientras caminaba para darle un cálido abrazo y llenar de besos su mejilla.
—Si, mi pequeña. Llegué anoche pero no quise despertarte.
—¿Porque no me avisaste nada?
—Lo hubiera hecho. Sí tú me hubieses contestado las llamadas ayer —dijo con el seño fruncido.
Mis mejillas se tornaron enrrojecidas al recordar que ayer por la tarde ignoré por completo el celular.
—Lo siento mucho papá, estuve algo ocupada.
—Ahora dime ¿A dónde salías con tanta prisa?
—Tenía pensado ir a desayunar fuera —murmuré. como si fuera una niña pequeña apunto de hacer una travesura.
Mi papá decidió acompañarme, nuestra conversación fue sumamente entretenida y muy interesante. Recuerdo lo emocionado que estaba aquel día cuando le dije que si, estudiaría relaciones internacionales tal y como el quería desde entonces no hacíamos más que platicar de mi carrera profesional y el futuro brillante que me esperaba. Después de nuestra larga plática, fuimos a hacer algunas compras, visítamos a mí abuelo y almorzamos en familia. Cuando regresamos a casa le comenté a mi papá de la fiesta. Él se reuniría con unos amigos. Estaba eligiendo que ponerme cuando escuché unos golpecitos en la puerta de mi habitación.
—Dani, hija ya me voy, te veo por la mañana y porfavor no llegues tarde.
—Claro, oye te miras muy guapo.
—Gracias, Princesa.
Después de mirar toda la ropa de mi armario, decidí ponerme un vestido negro con un pronunciado escote en la espalda, y un par de tacones que le hacían juego perfectamente. Traté de no exagerar demasiado mi maquillaje y ondule un poco las puntas de mi cabello. Me miré al espejo por última vez antes de escuchar sonar el timbre. Ahí estaba sebas tan sonriente como siempre.
—¡Te vez guapísima, amor!
—gracias bebé —me acerqué para besar sus labios rápidamente.
—vámonos —dijo tirando de mi mano, para llegar al auto.
La fiesta era en uno de los mejores sitios de la ciudad. Varios chicos hacian fila, pero mi acompañante hizo una seña al guardia que inmediatamente nos abrió paso entre la multitud. sebas parecía nervioso miraba a todos lados, Como si buscará a alguien con la mirada. Caminamos tomados de la mano hasta el fondo del lugar dónde se encontraba la zona exclusiva, las luces parpadeaban al ritmo de la música. Cuándo estábamos apunto de llegar levanté la mirada. Ahí estába ella, demasiado hermosa con unos jeans de mezclilla ajustados y una chaqueta negra de cuero. Me miraba fijamente recorriendo mi cuerpo de arriba a abajo. Nos acercamos a la mesa comenzando a saludar a todos los chicos que la rodeaban, pero la última en levantarse es poché que saludo a sebas para después dirigirse a mí.
—Estás hermosa, Daniela calle —me susurró al oído. Yo no pude evitar sonrojarme ante su comentario. ¿qué te pasa Daniela acaso te sientes atraída por ella? Pregunté para mis adentros.
—Gracias —es lo único que pude decir.
Pasaron unos momentos después de que nos saludamos, cuando de pronto llegó una chica y se acomodó a su lado, abrazándola por el cuello, poché le susurraba cosas al oído y ella le sonreía coqueta. La noche avanzaba entre la música, luces, bailes y alcohol. Al mirar a mí alrededor pude reconocer algunos rostros de compañeros de la universidad. Los chicos de la mesa dónde nos encontrábamos incluido Sebastián, disfrutaban del alcohol como si no existiera un mañana. yo los observé divertida mientras daba un trago al martiní que sostenía en la mano. Miré la aceituna que me recordó inmediatamente los ojos de la chica que tenía de frente y la cual no había dejado de mirarme en toda la noche.
—Dani, ¿Quieres bailar? —dijo Pau tirando de mi mano y llevándome a la pista.
—trataré de hacer lo que pueda, creo que estoy un poco mareada—ella me sonrió en complicidad.

Tenía mucho tiempo de conocer a Pau, sus padres son socios de una de las empresas de mi papá, sé cuánto adoran y consienten a su hija, así que cumplir la mayoría de edad era el pretexto perfecto para hacer la fiesta del año.
Llegamos a la pista de baile comenzando a movernos al ritmo de la música, Pude notar que la mirada de María José se hacía más obvia, ya no hacía ni el mínimo esfuerzo por disimular. me observaba como si quisiera arrancarme el vestido. Se mordía los labios una y otra vez, Mientras tanto su acompañante se removía incómoda a su lado y trataba de llamar su atención, pero poché nisiquiera volteaba a mirarla. El ritmo de la música cambió, Paula y yo decidimos regresar a la mesa.
—No deberías beber tanto —le susurré a sebas.
—Relajate Dani, deberías disfrutar.
—Sebas, de verdad estás bebiendo demasiado.
—No lo estoy asiendo —respondió molesto.
—ya, es momento de que pares.
—¿A caso te crees mi dueña? —contestó el levantando la voz .
—No, pero vine contigo y no me gusta lo que estás haciendo —solté, tratando de disimular frente a sus amigos. Mientras retiraba un vaso con alcohol de sus manos, Pues ya estaba demasiado ebrio.
La actitud de Sebastián cambió desde que llegamos a la fiesta. Pero fue más evidente cuando llegó una chica, que al parecer es prima de Mario. De un momento a otro el comenzó a ignorarme nisiquiera habíamos bailado en toda la noche. Sus amigos se encargaban de sacarme tema de conversación para no hacer más evidente la tensión que había en el ambiente. Al parecer todos estaban enterados de algo que yo no sabía.
—Si no te gusta puedes largarte,  me tienes cansado, actúas como si fueras mi madre —el grito que lanzó había puesto a todos al tanto de nuestra discusión.

KISS MEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora