~Mi prometida y mi primer amor~

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Zahra

-No puedo creer que esto esté pasando- Murmuré mientras me encontraba en aquella gigantesca bañera, tenía un aroma muy delicioso, pues habían rociado deliciosas fragancias para que yo pudiera bañarme, aquellas damas que me acompañaban insistían en ayudarme, pero me negué, realmente quería estar sola para asimilar todo lo que estaba sucediendo ¿acaso era un sueño?, me pellizqué varias veces, pero, nada, no despertaba, el lodo que tenía en mi piel había desaparecido por completo, observé mis manos que ya se encontraban limpias pero con algunas marcas de heridas que tenía y volví a suspirar -¿Cómo ha pasado esto...? Soy una simple chica ¿Por qué me han elegido para ser esposa del faraón? Quizás ahora yo no podré volver nunca con mi querida madre...- Mi corazón se sentía triste pero también sentía otro tipo de sensación, no podía describir sí era felicidad, ansiedad o miedo... o quizás una extraña mezcla de sentimientos.

Pasó un rato y terminé de bañarme, me coloqué una fina bata, aspiré aire con todas mis fuerzas y me preparé para salir, aquellas damas se encontraban afuera, me acompañaron a mi habitación y empezaron a vestirme.

-Señorita, se ve realmente hermosa- Fueron las palabras de una de ellas, yo observé mi reflejo en aquel espejo realmente enorme y me limité a sonreír, era la primera vez que alguien me decía que era hermosa... me habían maquillado y sentía que no me reconocía del todo, un velo cubría mi cabeza, el mismo tenía unos adornos color dorado, luego me colocaron un collar de oro sobre el vestido que portaba, me colocaron un cinturón dorado y mis sandalias eran también doradas, luego colocaron aquellos adornos en mis brazos, después de eso aquellas jóvenes mujeres salieron de la habitación, dándome indicaciones que debía salir con antelación para reunirme con el faraón, eso me ponía aún más nerviosa... por fin conocería a aquella persona que ahora sería... ¡Mi futuro esposo! ¿Cómo será él? Pensé...

Empecé a caminar por aquellos enormes pasillos, la intriga y el miedo se empezaban a apoderar de mi cuerpo, pero tenía que ser fuerte, definitivamente no podía salir huyendo pues me atraparían y sí lo intentaba posiblemente me condenarían a muerte, el hecho de pensar algo así me causaba escalofríos...

Atem

Realmente lo habían hecho, mi abuelo había cumplido con su palabra de encontrarme una prometida, creí que demorarían mucho más en encontrarla, pero me había equivocado, yo hasta hace poco tenía una joven aprendiz, su nombre es Mana, de alguna forma me terminó gustando demasiado, pero nunca me atreví a decírselo, ahora eso quedará en el pasado, deberé adaptarme a la prometida que me han encontrado... mientras pensaba todo aquello, mis sirvientes terminaron de colocarme mi indumentaria, aquella corona que adornaba mi cabeza y luego el collar del milenio fue colocado en mi cuello, después mi capa de color azul. Salí de mi habitación y dirigí mis pasos hacia el comedor, me sentía un poco ansioso por alguna extraña razón, suspiré mientras seguía caminando, de pronto sentí un golpe, alguien se había chocado conmigo, reaccioné rápido y sostuve a aquella joven con algo de dificultad, era tan ligera como una pluma.

-L-Lo siento mucho- Su voz era realmente dulce, cuando la observé se trataba de ella... me refiero a Zahra, la que sería mi futura esposa, me sorprendí por lo hermosa que es, no soy una persona que suele fijarse en el físico de alguien, sin embargo, quedé mudo frente a su belleza, era la primera vez que me sucedía algo como eso, después de unos minutos retomé la compostura y le sonreí.

-No te preocupes, es normal perderse en los pasillos de este enorme lugar, el comedor queda por aquella dirección- Ella no me dejó terminar pues me agradeció con rapidez y salió corriendo hacia aquel lugar, al parecer no me reconoció, eso me pareció un poco gracioso, seguí caminando hasta llegar al comedor y ¡Oh, sorpresa! Su reacción al verme me sorprendió también, se puso de pie mientras que aquella expresión no desaparecía de su rostro, volví a sonreír y me senté en aquella silla, los sirvientes empezaron a pasar los alimentos y ella se notaba un poco agobiada con tanto movimiento, después de un rato ordené que todos se retiraran y nos dejaran solos, de esa forma podría conocerla más.

-Entonces ¿cómo te sientes en el palacio? – Esa fue mi primera pregunta, ella levantó el rostro mientras mordía levemente sus labios... después de unos segundos me respondió un poco insegura –Es un poco agobiante estar rodeada de tantas personas, su majestad-

-Tienes razón, incluso para mí suele resultar agobiante- Le respondí, ella sonrió por primera vez, era agradable verla sonreír...

-Espero puedas acostumbrarte pronto y puedes comer lo que desees, así que no te preocupes por nada- Después de eso empecé a comer, solía dirigir mi mirada hacia ella, pues aquellos ojos color carmesí no se decidían por donde comenzar... de pronto la intriga se apoderó de mí, quería preguntarle tantas cosas, pero quizás, más adelante lo haría, por ahora me limitaría a cenar con ella, así no la agobiaría con mis preguntas.

Narradora

­- ¿Cómo van las cosas? – Preguntó aquel anciano mientras caminaba de un lado para otro, Mahad quien se encontraba frente al abuelo de Atem sonrió.

-Todo va bien, ellos están hablando plácidamente y ahora empezaron a degustar sus alimentos, no se preocupe, estoy seguro que, dentro de poco, el faraón se enamorará de ella- El abuelo de Atem se alivió con aquellas palabras ¡Esa era una gran noticia! Sí su preciado nieto se enamoraba de ella, sería algo realmente maravilloso, pues los planes que tenían se completarían y por fin su nieto tendría a su lado a la persona idónea para gobernar y mantener la paz en todo Egipto, sin embargo, ellos aún no habían revelado el motivo por el cual la joven había sido elegida, por el momento, lo mejor sería que se mantuviera en secreto, pues no sólo eligieron a la hermosa jovencita por su belleza, sino que... ella tenía algo mucho más especial.

Después de terminar de degustar aquellos alimentos, el faraón se acercó a la joven y ambos salieron a dar un paseo por aquellos preciosos jardines fuera del palacio, los cuales la joven no había tenido la dicha de poder conocer.

-Esto es... sorprendente- Musitó la joven mientras observaba con asombro aquellas hermosas flores que adornaban el precioso jardín, Atem seguía caminando a su lado mientras sonreía –Sí, lo es, era el lugar favorito de mi querida madre- Dijo con algo de nostalgia, la joven dirigió su mirada para verlo y se percató que el joven era realmente muy atractivo, sus ojos color lilas resaltaban tanto por su piel color morena, era más alto que ella y tenía una bella sonrisa, su cabello tricolor también resaltaba bastante, era extraño, pero por alguna razón, a pesar de ser el faraón, inspiraba mucha confianza y calma, tenía un aura realmente agradable y le quitaba aquel temor que había sentido desde un inicio...

Sin embargo, ese día, la joven también conoció a aquella que en ese instante era la dueña del corazón del faraón.

- ¡Atem! - Una chica de tez morena y jovial sonrisa se acercó al faraón y lo abrazó con toda su confianza, la peliplateada por otro lado observó un poco conmocionada aquella situación ¿Quién era ella? fue la primera pregunta que surgió en su mente... 

-Mana ¿Qué haces aquí?- Preguntó con sorpresa el faraón... un leve sonrojo se había formado en su rostro y una cálida sonrisa también y claro, eso no pasó desapercibido por la otra dulce jovencita que acompañaba al faraón.

Continuará...

La flor blanca de EgiptoWhere stories live. Discover now