Tres mil años en el futuro

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Como bien había sucedido, un joven, cuyo destino había sido sellado desde que nació, fue el encargado de armar el rompecabezas del milenio, como consecuencia de aquello, el espíritu del faraón fue liberado, pero, sus recuerdos habían desaparecido... tras muchas aventuras al lado de sus amigos, siendo guiado por el corazón de las cartas y tras pelear tantas veces, poniendo su vida en riesgo, en el denominado juego de las sombras, el fatídico día había llegado, el lugar había sido preparado y la ceremonia había dado inicio.  Tanto Yugi como el faraón pelearon en un intenso torneo de duelo de monstruos, este daría como resultado, la liberación del alma del faraón o su permanencia en el mundo actual... Sin embargo, el duelo acabó con la derrota del pequeño Yugi, eso significaba, que el alma del faraón no podía descansar aún.  

Pero, los dioses se apiadaron de aquellos dos jóvenes, así que como recompensa de todo lo que habían logrado, le otorgaron un cuerpo al antiguo faraón, de esa forma, ya no tendría la necesidad de vivir como un espíritu.

-Bueno, Atem, ahora ya posees un cuerpo propio ¡eso me alegra mucho! – Una joven castaña abrazó al joven mientras salían de aquella oscura lugar, sin embargo, el faraón aún se notaba pensativo, algo faltaba, pero ¿Qué era?, era extraño, pues sus memorias habían sido recuperadas, pero algo no le cuadraba, en su corazón sentía un vacío que no podía explicar.

- ¿Te encuentras bien? – Preguntó el pequeño Yugi mientras se acercaba a ellos.

-Sí, todo está bien...- El joven se soltó del agarre de la castaña y se adelantó, había recuperado sus recuerdos, pero no del todo, sin embargo, no quería decirles, al menos había recuperado algo gracias a ellos y era su nombre.

-Oye Yugi, ya que nos encontramos en Egipto ¿Por qué no vamos a ver a tu padre? – Preguntó un Joey totalmente emocionado, mientras tanto Tristán asentía alentado a su amigo, pues ya que se encontraban en aquel lugar, hacer un tour no era una mala idea, por otro lado, Seto Kaiba, junto a su hermano se fueron de aquel lugar, pues querían olvidar todo lo que habían vivido.

Es así como nuestros héroes se encaminaron para buscar al padre de Yugi, un arqueólogo muy importante y reconocido en el mundo, aunque claro, debido a su trabajo, casi no pasaba tiempo con su único hijo.

-Yugi ¿Qué estás haciendo aquí? – Aquel hombre portaba un casco de excavación, se quitó la tierra que cubría su rostro y se acercó a Yugi, lo abrazó en aquel instante, pues había pasado ya un largo tiempo –Te he visto en las noticias querido hijo, o debo decir, Rey de los duelistas- Le dio un pequeño golpe en su hombro, mientras Yugi se reía con suavidad, de pronto su vista se dirigió hacia todos sus amigos y notó a otro chico que era igual a su hijo, sólo que mucho más alto y su rostro era más serio –Sobre eso, creo que deberíamos hablar en un lugar tranquilo- Respondió Yugi mientras se frotaba la cabeza, pues sería una larga historia la que debía contarle a su padre y claro, debía explicarle el "¿Por qué rayos hay un chico igual a él entre sus amigos?"

-Entonces, para eso podrían ir a mi casa- De la nada una hermosa mujer que rondaba por los treinta años, salió también de aquel lugar, se trataba de Kanna, una reconocida arqueóloga de aquel lugar, originaria de Egipto, su piel morena, cabello negro y ojos color caramelo la delataban.

-Ella es Kanna, una gran amiga mía, ha trabajado conmigo en la excavación que estamos realizando en este lugar, seguramente ya la has visto en las revistas, pues sus artículos siempre van enfocados a los misteriosos artículos del milenio- Dijo mientras señalaba aquel artefacto que su hijo portaba, todos sonrieron y subieron a un vehículo todo terreno, pues era imposible moverse en un vehículo normal en aquel lugar, después de transcurrir un rato, por fin llegaron a la enorme casa de la joven arqueóloga.

Abrieron aquel portón e ingresaron con aquel vehículo que los dejó en frente de la puerta de entrada, todos se bajaron sorprendidos por la magnificencia de aquel lugar, incluso Seto Kaiba estaría celoso de tan hermoso lugar, o al menos eso murmuraba Joey a Tristán, mientras era silenciado por su querida hermana y Doug que también los había acompañado.

-Kanna ¡Qué bueno que has regresado! Pues necesito tu autorización para...- De pronto, unos hermosos cabellos plateados se dejaron notar, la  hermosa joven había bajado a toda velocidad las gradas, para interceptar a quien era su querida hermana, sin embargo, su rostro de sorpresa no se hizo esperar, al notar que su hermana iba acompañada de varias personas, entre ellas, el señor Muto.

-Pero que modales, parece que no has aprendido nada, querida hermanita- Respondió Kanna mientras se acercaba y la traía para presentarla –Ella es Hayami, es mi querida hermana- los jóvenes se notaron sorprendidos, pues la joven se notaba a distancia que era japonesa ¿Cómo podrían ser hermanas?

-Es un gusto conocerles- Les hizo una reverencia, sin embargo, un joven no despegaba su mirada de aquella linda jovencita de cabellos plateados, la impresión en su rostro era demasiado notoria.

-Cierra la boca, que se te cae la baba, faraón- Joey le dio un codazo mientras le guiñaba el ojo a su amigo –Debo decir que tienes buen gusto- Apareció Tristán del otro lado, ambos murmuraban mientras el faraón se limitaba a mantener la compostura, de pronto Tea les propició dos golpes a sus amigos, pues le había molestado esos comentarios que ellos habían emitido.

De la nada los jóvenes dirigieron sus pasos hacia el comedor, seguidos de la risueña Hayami y su hermana quien la estaba poniendo al tanto de quienes eran sus invitados.

-Entonces ¿qué es lo que querías que firmara? - Preguntó Kanna, mientras la joven de ojos carmesí le pasaba aquellos papeles –Esto es... ¡HAYAMI! – Replicó –Ya te he dicho que no te daré autorización para esto, Japón queda demasiado lejos ¿Dónde es que te vas a hospedar? – Empezó a regañarla, mientras la joven bajaba la mirada –Pero hermana... es importante para mí- Presionó sus labios y después de aquella negativa ésta última salió corriendo de aquel lugar, no le importaba que los demás la vieran en ese estado, pero ella realmente deseaba viajar a Japón y había sacado como excusa, el estudiar en aquel lugar, pero para hacerlo, necesitaba la autorización de Kanna, sin embargo, el lugar quedaba muy lejos y su hermana que estaba a cargo de ella no quería enviarla a un lugar extraño... aunque, era extraño unicamente para Kanna, ya que la albina, procedía de aquel lejano lugar, pero... toda su vida había vivido en Egipto.

Un silencio incómodo se había formado en aquel lugar, pero éste fue roto rápidamente por Kanna quien les había explicado el motivo por el cual se había formado aquella penosa escena –Disculpen a mi hermana, ella ha sido muy mimada, así que suele comportarse de esa forma, me ha insistido en firmar esos papeles, pero Japón es un lugar muy lejano, no podría dejarla ir sola a aquel lugar- Suspiró resignada.

-Bueno ¡Yo tengo la solución! – Habló con seriedad el padre de Yugi, todos dirigieron su mirada hacia él –Ella puede irse a quedar con mis hijos, Atem y Yugi- Todos observaron sorprendidos al padre de Yugi, quien aparentemente ya había tomado la decisión, y ahora que ya sabía la historia de Atem, la cual le fue contada a detalle por Yugi, en el transcurso del camino... tomó a Atem como hijo, así que le otorgaría su apellido.

Fue así como aquella decisión tan precipitada dio paso a una nueva aventura para nuestros jóvenes, también dará a lugar al descubrimiento de una historia de amor inconclusa que se dio tres mil años atrás... 

Continuará....

La flor blanca de EgiptoWhere stories live. Discover now