Todas las luces estaban apagadas, cubriendo la casa de una oscuridad sepulcral. Lo único que iluminaba la pequeña estancia donde nos encontrábamos era el televisor frente a nosotros. Estaba puesto en un fastidioso canal donde trasmitían un programa estúpido. Pero yo no presté atención, porque yo estaba sumida en mis pensamientos, en un mundo apartado.
La voz de Jonny a mi lado hizo que volviera a posar mis pies sobre la tierra.
-Me dijeron -dijo en voz baja sin despegar sus ojos del televisor- que tú habías ido a desayunar con ese tal Jesse. Y que luego te levantaste, con el rostro furioso y te marchaste echando humo por las orejas.
Lo miré de lado. La expresión de Jonny parecía sombría, iluminada por la luz del televisor. Lucía como una obra de arte que estaba llena de oscuridad, pero que a través de ella había más luz de lo que aparentaba. Jonny era algo como eso. Oscuro por fuera, pero iluminado por dentro. Él era una persona que aparentaba llevar una armadura de acero bañada en oro, pero por dentro sólo era una superficie blanda que se erizaba con un simple roce.
Volví a centrar mi atención en el televisor. Ni siquiera podía concentrarme en los movimientos del hombre que conducía el programa.
-Jesse te llamó -dijo lentamente- hasta que alguien tuvo que acercarse a decirle que tú te habías ido. Soltó lágrimas por unos segundos y luego se marchó, con su perro siberiano. Los de la cafetería se quedaron hablando de ustedes por horas, hasta que encontraron otro tema de conversación.
Miré mis manos. Detrás de nosotros la luz blanquecina proyectaba nuestras sombras oscuras, inmóviles en la pared vacía de cuadros.
-Él se burló -contesté con voz ronca.
Jonny volteó a verme.
-¿Sobre qué?
Tragué saliva, mordiendo el interior de mi mejilla. Reprimí una mueca de dolor, porque me había herido allí cuando discutí con mis padres.
-Él dijo que era un maldito bipolar, como si se burlara de ello.
La voz en mi garganta sonó ahogada, por la rabia y la cólera.
-Estoy seguro de que no lo ha hecho con intención -confesó Jonny en voz baja.
La voz de Jesse parecía volver a reproducirse en mi mente.
-Eso ya no importa. -Aparté la mirada, apretando la superficie del sofá con mis manos-. No voy a volver a verlo nunca más.
-Eres resentida. ¿Sólo porque dijo algo inadecuado en el momento inoportuno? ¿Hablas en serio?
-¿Y qué quieres que haga? -gruñí entre dientes, recogiendo mis piernas contra mi pecho-. Ni creas que le voy a hablar sobre ella. Además, él no para de decir que yo no debería de estar con él, sólo porque es ciego.
-¿Y eso es algo malo?
Volteé a verlo con expresión irritada.
-¿Estás escuchando lo que dices? Parlotea como un maldito inseguro todo el tiempo. No soporto cuando dice eso, cuando dice cosas como si él fuera un ser despreciable. Sólo está ciego, y ya. Se trata a sí mismo como si no fuese un ser humano. Y me trata a mí como si viniera de otro planeta.
-¿No es eso lo que todas las chicas quieren? -se burló con una sonrisa.
Le lancé una mirada lasciva.
-¿Crees que esto es gracioso?
-¡Claro que lo es! -Abrió sus brazos-. Está enganchado contigo. Por eso es inseguro. Ya, de acuerdo, no puede ver. Jamás va a poder verte el culo o ver cuando te desvistas frente a él. Eso sí que es muy malo. Pero ten en cuenta que es normal, porque está inseguro, siente miedo y no quiere creer que una chica atractiva se haya detenido para hablar con él.
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Cuando los ángeles merecen morir
Teen FictionMi único propósito es informar sobre el trastorno bipolar, las pérdidas de personas muy cercanas y la depresión. Son temas muy delicados pero que muchas veces no se consideran tan importantes. A veces, la gente piensa que hay enfermedades que son pe...