Una nueva emoción en Morioh. Josuke Higashikata x Lectora

7 - Enfrentamientos nefastos

Era fin de semana, por fin. Pam estaba en casa con su madre, y habían decidido ir a pasear al parque favorito de su padre, para después ir de compras; su madre le había prometido a Pam adelantarle su regalo de cumpleaños, además de comprarle más cosas necesarias para la casa y que viviera cómodamente.

En otra parte de Morioh, Josuke se encontraba con sus amigos, incluida Yukako, junto a Jotaro en su cuarto de hotel. Todos tomaban café y lo escuchaban atentamente:

—...Akira está en constante movimiento, bajo el efecto de la droga. Es un adicto y simplemente vaga por toda la ciudad, buscando a quién venderle la sustancia. Una buena noticia es que es tan independiente de la droga que acabará terminándosela, antes de que lastime a más personas —explicaba Jotaro, sacando la pequeña pastilla que Josuke había regenerado desde el estómago del sujeto—. La fundación Speedwagon la ha analizado. Es una cosa simple que hace que el consumidor aumente su dopamina, pero en exceso, provocando desplantes de ira, excitación y otros percances. Lo que piensan es que Akira tiene influencia sobre esta sin saberlo.

—¿Red Hot Chili Pepper? ¿Su Stand es capaz de influir negativamente en lo que está vendiendo su usuario? —preguntó Koichi.

—Algo así, con su poder potencia el efecto —respondió Jotaro.

—¿Y si está en constante movimiento este sujeto...? —dijo Josuke.

—Tendremos que buscarlo sin cansancio mientras tenga suministros de la sustancia, antes de que se la termine y busque más, perjudicando a más gente inocente.

—Por cierto, Jotaro —continuó Okuyasu—, ¿qué le pasó a tu rehén?

—Murió, Akira estuvo a punto de encontrarnos y lo asesinó —contestó Jotaro con completa tranquilidad.

—¡¿Qué?! ¿Por qué no nos dijiste nada? —reclamó Josuke, alterado.

—Porque Akira estaba muerto de miedo, no pensó que supiéramos sobre su situación, y huyó aterrado... debido a las drogas a perdido parte de su potencial y, al parecer, su valentía... yare yare daze, es bastante triste ver cómo se destruye la gente de esa forma.

—Bueno, debemos buscarlo sin descanso, pero tenemos la ventaja de que los usuarios de Stand se atraen entre sí, ¿no? —comentó Okuyasu—. Yo no les he contado que un jovencillo me atacó el otro día, no era un usuario de Stand, pero estaba actuando bastante extraño.

—¿Y qué hiciste? —preguntó Koichi.

—Le pateé el trasero hasta el cansancio y encontré una pastilla igual a esa —contestó Okuyasu, señalando la pastilla en la mesa—. Así que la tiré a la coladera más cercana y seguí golpeando al tipo, diciéndole que si seguía metiéndose porquerías lo patearía hasta no poder más. Creo que le quedó bastante claro el mensaje...

Josuke rio y chocó manos con su amigo.

—No es de gracia —regañó Jotaro—, Okuyasu tuvo suerte, pero puede haber usuarios de Stand que consuman la droga y los ataquen. Anden con mucho cuidado por las calles, ¿de acuerdo? Y tengan los ojos bien abiertos por si ven cualquier señal de Akira.

Todos los jóvenes asintieron.

El fin de semana pasó sin mayores problemas. No hubo más ataques para los jóvenes y nada de nada en las noticias. Esperaban que Akira estuviera demasiado ido como para idear un buen plan y escaparse o atacarlos.

Pam seguía con su madre en casa, disfrutando de su compañía, ya que el lunes regresaría a Los Ángeles para continuar con su trabajo.

Naria trabajaba en una importante empresa inglesa llamada: «New & Lingwood», donde se vendía ropa, calcetines, zapatos y más accesorios finos para caballeros, y por esto, Pam le había contado su sospecha de que Josuke le había regalado el uniforme de gimnasia. «Entonces habrá que recompensarlo por eso, yo me encargo, tú no te preocupes», había respondido su madre.