Epílogo

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Busan, 1970.

«¿Quién diría que después de todo seguiría queriéndote tanto?»

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«¿Quién diría que después de todo seguiría queriéndote tanto?»

En astronomía, un sistema binario se compone de dos cuerpos celestes que están tan cercanos el uno del otro, que sus fuerzas gravitacionales hacen que se orbiten mutuamente durante toda la eternidad.

No sólo sucede en la poesía.

Danzantes. Somos una danza de cuerpos celestiales. Polvo espacial destinado a ese fin. A alimentar al universo con nuestra esencia. Danzantes en sincronía perfecta dándole la vuelta al sol. Amantes fervientes con una atracción gravitacional que nos une hasta hacernos pedazos. Hasta volvernos un cuerpo solo, y así danzar por el espacio fundidos en nuestros átomos.

Qué tiempo tan efímero, lleno de universos sacudidos dentro de galaxias de palabras tan triviales. Estrellas que te dan escalofríos, encontradas en aquellos rincones tan lejanos, habitados de ideas turbulentas. Constelaciones de tiempo, del sublime tiempo, siempre relacionado a una larga espera. Palabras tan volátiles llenas de colores que acarician aquel rostro enamorado, dedicando poesía a este mundo tan sobreestimado. Aquellos cuerpos celestes, cometas, atravesando aquel cielo y dibujando el paso de los años.

Cuan efímero es el ser humano, intentando ser eterno en un lugar donde nada dura más de un segundo. Movimientos tan efímeros, resplandeciéndonos, arrancándonos el rostro por aquella avaricia hacia el poder que nos da el tiempo.

¿Qué tiene de especial lo eterno?

¿Por qué los humanos simplemente no apreciamos lo poco duradero?

Soy egoísta, supongo.

TaeHyung se encogió de hombros mientras alzaba la mirada para admirar el cielo nocturno. Había surgido una situación de importancia y se vio en la necesidad de viajar a Busan días antes de su exhibición.

A veces está bien serlo.

Ignorando las palabras de HoSeok, el menor flexionó las rodillas y las rodeó con sus brazos.

A él y a mí solía unirnos un sentimiento más abrumador y salvaje que el amor – admitió en un susurro –, quizá todavía no haya ciencia ni persona que pueda explicarlo. Y era eso, precisamente, lo que lo hacía alucinante.

El ceño del mayor se frunció. Escuchar a TaeHyung hablar respecto a esos temas era algo completamente nuevo para él. Su amigo siempre había preferido ignorar el tema, a pesar de lo destrozado que se sintió después de alejarse de Park JiMin. Sin embargo, se encontraba junto a él, intentando explicar el sentimiento que lo invadía gracias al fotógrafo.

«Prometo que te buscaré y te abrazaré hasta que ese abrazo te haga olvidar todas esas noches que no estuve contigo. No sé cuándo será ni cómo, pero nosotros estamos destinados a estar juntos, somos el uno para el otro, nos necesitamos tanto como se necesitan el cielo y las estrellas.»

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