XVIII. Sonho de un passaro

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XVIII. Sonho de un passaro, porque por el contrario de lo que piensas, en el momento menos inesperado te puede ayudar.

"¡Al infierno el hospital!" fue la respuesta de Lefteris Sheathes cuando su mujer y sus hijos le propusieron internarlo hasta que el tratamiento surtiera efecto. Pero el anciano mago sabía de antemano que sus últimos días no los pasaría encerrado en cuatro paredes y, con un jodido olor rancio por las pócimas.

Él quería la comodidad de su cama, el afecto de su familia, el amor de su esposa y las bromas de sus nietos.

No necesitaba más.

De ese modo, sus hijos se encargaron de contratar una enfermera para su cuidado y lo regresaron a su cómoda casa de campo.

Porque cualquiera se puede meter por el culo los famosos cuidados que deben tener. No por ellos dejará de caminar solo al baño, ni tan solo porque siempre está alguien para ayudarlo; no por eso dejará de regar las plantas en su balcón, ni tanto porque de vez en cuando Lena le ayuda a sostener la varita en alto; porque no por eso, dejará la vida preciada que se construyó con tanto esmero.

—Entonces no quieres hacer tus deberes —reiteró el anciano.

La pelirroja sonrió como niña pequeña y se encogió de hombros, porque qué remedio. —Así es... yo no entiendo cuál es el propósito de hacer y hacer pergaminos, si lo entendí en clase y contesté cuando me lo pidieron, ¿qué más desean? Y los exámenes que imparten a final de trimestre puedo rendirlos con buenas notas.

Lefteris Sheathes sonrió con ternura, pues a su edad, Robert era idéntico. Siempre sacando su faceta de inconformismo ante cualquier situación.

—Entonces, tendrás que esconderte bien, pequeña Lena, me ha parecido escuchar pasos por el pasillo.

Y como si aquello fuera una alarma, la puerta se abrió de golpe.

—¡Aquí estas! —espetó Aleks señalándola—. Tu abuela te está buscando como loca en el jardín; Mathias llegará en un par de horas por los deberes, Lena.

—Pues si le entregan todos juntos, no creo que él se fije si faltan los míos —se excusó mientras caminaba hacia su abuelo.

Claramente para usarlo de escudo.

—¡O no! Tú vienes conmigo a terminar los pergaminos o me dejo de llamar John Aleksander.

La pelirroja rio con ganas.

—Que bueno, porque yo como que te veo más con cara de Crotolamo.

—¿Crotolamo? ¿Acaso es eso un nombre? —Las cejas cafés de Aleks se hundieron.

Lena se mordió el labio inferior para retener su carcajada.

—Nop.

—¿Entonces? —Alzó una ceja ante el silencio de su amiga—. Lena, ¿qué es crotolamo?

El abuelo, captando la broma soltó una carcajada y Lena lo siguió sosteniendo su estómago. Las mejillas del castaño se tiñeron de rojo sin comprender.

—Agh, Lena, ¡Qué es crotolamo? —insistió y provocó que sus risas aumentaran.

Uno. Dos. Tres. ¡Bingo! Ya había entendido que-escroto-lamo. Se acercó a la pelirroja y aprovechando que estaba con la guardia baja, la tomó de la cintura y la cargó en su espalda.

Salió de la habitación con el rostro caliente y encendido.

—¡Ahí estás, niña! —gritó Helen desde el otro lado del salón una vez que Aleks entró, aun cargando a Lena.

Aprendiz de los doce magos | [Harry Potter Fanfiction]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora