VII. Primer día de clases

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VII. Primer día de clases

Bajó por tercera vez las mismas escaleras sin darse cuenta desde que había salido temprano de su Sala Común. Y es que sin duda alguna había sido una muy mala idea no haber prestado atención al camino que había tomado la noche anterior junto a sus primos los gemelos. Sin embargo, su orgullo era tal que le impedía detenerse a preguntar a alguien si podría enseñarle el camino rumbo al Gran Comedor.

Si no los conocía, ¿por qué razones ellos actuarían amables con ella?

Siguió el camino a la derecha, luego a la izquierda, cambió de ruta y en lugar de ir a la izquierda otra vez (como en los tres últimos intentos), eligió el camino a la derecha y siguió bajando, bajando, bajando. Poco a poco las ventanas se iban desapareciendo de las paredes y en su lugar las antorchas se hacían cargo de la iluminación de los corredores.

Bueno, luego de la tercera escalera que bajó ahora sí Lena se declaraba perdida.

Trató de regresar por el mismo camino del cual venía, pero todos los corredores eran iguales para ella... sin duda necesitaba ser más observadora para la próxima.

Dio media vuelta dispuesta a tratar de encontrar un camino pero dada la sorpresa de que se encontró con un callejón sin salida.

— ¿La Leona se ha perdido? —replicó una voz masculina detrás de ella.

Frunció el entrecejo y dio vuelta para dar la cara. Dos chicos acababan de cruzar el umbral de una puerta que en ese preciso instante se estaba desapareciendo. Uno de los chicos era rubio y tenía tez muy blanca, sus ojos cual mercurio la miraron de arriba abajo sin perderse ni un detalle; el otro chico por el contrario, era azabache y poseía un rostro hermoso del cual resaltaban sus pecas y sus grandes y llamativos ojos esmeraldas.

—Sólo estaba merodeando por ahí —respondió alzando el mentón negándose a ser denigrada otra vez. Se había prometido que en ese colegio todo sería diferente—. ¿Ustedes qué hacen aquí?

—Esta es nuestra Sala Común —respondió el azabache como si aquello fuese lo más obvio del mundo.

—Algo hogareño —bufó, admirando las múltiples telarañas que colgaban del techo y se expandían por las paredes.

El rubio rió mientras cruzaba los brazos.

—El pasillo no lo es, pelirroja. Aquí solo está la entrada —contestó sin dejar de mirarla.

—No me llamo pelirroja, así que no me digas así —espetó antes de que él azabache abriera la boca—. Mi nombre es Elizabet Sheathes.

Un destello traspasó los ojos de los chicos y se miraron entre sí compartiendo pensamientos.

—Vaya, así que tú eres la famosa prima de los Sheathes.

Bufó. Antes su apellido no significaba nada pero ahora ser una Sheathes más era toda una novedad para las personas que conocía en Hogwarts.

—Así es, pequeño rubio albino.

El chico azabache rió con ganas mientras el otro puso los ojos en blanco.

—Sí que tienes su maldito humor —comentó el azabache.

El rubio subió las mangas de su túnica hasta sus codos dispuesto a soltar un par de insultos, pero la voz de uno de sus mejores amigos lo hizo callarse.

— ¡Hey! ¿Qué haces por aquí, Lena? —interrogó Layton caminando hacia ellos.

—Solo pasaba por aquí y me encontré con estos tipos —contestó señalando al par frente a ella.

Aprendiz de los doce magos | [Harry Potter Fanfiction]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora