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Durante el siguiente ensayo Jisung estaba tenso. Se encontraba en la sala en la que practicaría con Minho a solas por última vez, ya que después volverían con todo el grupo para repasar antes de la audición. Estaba muy nervioso, no podría negarlo ni aunque quisiera.

No dejaba de darle vueltas a muchos temas a la vez. Empezó pensando en si estaba lo suficientemente preparado y en si hizo bien en descansar un día entero. Continuó preguntándose qué pasaría si lo eliminaban: ¿sus amigos se olvidarían de él y acabarían perdiendo el contacto? Eso era, sin duda, lo que más miedo le daba. Debutar le parecía muy importante, pero los chicos lo eran todavía más. ¿Y Minho? Intentaba evitar pensar en él, porque le dolía todo el cuerpo cada vez que lo hacía. Y ni siquiera sabía cómo explicar el porqué. Jisung ya tenía claro que le gustaba, pero ¿en qué momento ese sentimiento infantil y tonto había derivado a algo más?

Sacudió la cabeza y se centró de nuevo en los movimientos de Minho, que bailaba ajeno a los pensamientos del otro chico. Este, al ver que estaba siendo observado, paró de golpe.

—¿Bien?

—Sí.

—Pues venga. Hagámoslo juntos.

Minho dio una palmada y le indicó a Jisung que parara la música.

—¿Y ahora qué?

—Te sabes el baile, y la canción, pero mañana tendremos que hacerlo todo junto, y si fallas en una sola cosa...

No quiso terminar la frase. Se limitó a sacudir la cabeza y a colocarse junto a Jisung.

—Vamos a hacerlo como si estuviéramos con los demás y delante de JYP. Estás preparado.

El pequeño asintió y, sin música, cada uno cantó y bailó sus partes mientras tarareaban sin mucho esfuerzo las que no les pertenecían. Después volvieron a poner la música y repitieron los pasos sin descanso.

Finalmente, Minho paró, con la respiración agitada, y se sentó en el suelo con la espalda pegada a la pared y las piernas recogidas contra su cuerpo.

—¿Vas a seguir bailando? —preguntó al ver que el pequeño no tenía intención de parar unos minutos.

Jisung se detuvo de golpe y miró al chico con una sonrisita. La verdad es que estaba cansado.

—¿Acaso quieres que me eliminen mañana?

—No estaría mal —dijo con seriedad. Jisung se quedó parado donde estaba, sorprendido, hasta que vio que Minho le miraba divertido y que solo le estaba tomando el pelo—. Así podría dejar de verte la cara todos los días. La he memorizado.

—¿No me echarías de menos? —preguntó, arrodillándose frente a Minho y colocando las manos en sus rodillas.

—No creo.

Jisung se rio y se inclinó un poco hacia él, jugando. Estaban más cerca que nunca.

—Yo a ti sí que te echaría de menos.

—¿Ah, sí? —murmuró.

El pequeño notó que Minho se ponía serio bajo la mascarilla negra. Ninguno de los dos sonreía ya, pero eso no le impidió asentir y acortar la distancia que los separaba. Sintió sus labios fugazmente, ya que el mayor se apartó de golpe y lo miró con los ojos muy abiertos.

A Jisung se le cayó el alma a los pies. Su corazón palpitaba más deprisa que nunca, y dolía. Le dolía todo el cuerpo por el rechazo. Quería irse de allí y echarse a llorar en cualquier lugar vacío, pero optó por bromear, porque siempre salía del paso así.

—No seas quejica —le dijo con una sonrisa forzada—, llevas la mascarilla puesta.

Minho seguía mirándolo fijamente, y a cada segundo que pasaba, Jisung sentía que sus piernas temblaban más y que todo se le hacía mucho más pesado. Se echó hacia atrás, quitándole las manos de las rodillas al mayor y dejándolas caer a sus costados. Estaba a punto de disculparse, pero entonces Minho se bajó la mascarilla con prisa y, cogiéndole del cuello para atraerlo de nuevo hacia él, lo besó.

Jisung no sabía cómo reaccionar. Ni siquiera se le había pasado por la cabeza que algo así pudiera suceder. No había barajado la posibilidad de que quizá Minho querría besarlo. Sus mejillas enrojecieron y se aferró a la camiseta del mayor. Fue en ese momento cuando pudo notar que Minho estaba casi tan nervioso como él, aunque la diferencia era que Jisung no sabía cómo disimularlo.

Se besaban como si no hubieran querido hacer otra cosa desde el mismo día en que se conocieron. Minho hundió las manos en su pelo y tiró de él con cuidado, y Jisung se dio cuenta de que, si por él fuera, pararía el tiempo justo en ese momento. Se quedaría ahí para siempre, repitiendo en bucle la cálida sensación de los labios de Minho sobre los suyos y de sus manos tocándole con suavidad.

Pero pronto se separaron, despacio, y el pequeño fue incapaz de mirarlo a los ojos. Giró la cabeza hacia la izquierda para fijarse en el suelo. El rubor le llegaba hasta las orejas porque estaba asimilando todo lo que acababa de pasar y se sentía avergonzado. Por su parte, Minho había retirado las manos del cabello de Jisung, que ahora descansaban sobre sus mejillas, y lo contempló con cariño. Seguidamente, dejó escapar una pequeña sonrisa y lo obligó a mirarlo. Todavía estaban a escasos centímetros, y ambos respiraban el aliento del otro. Jisung cerró los ojos para calmar sus nervios, porque si continuaba así, se volvería loco. En ese momento, Minho le besó la nariz y Jisung se rio. Nunca se habría imaginado que alguien le haría eso y que le parecería un gesto tan adorable.

—Minho hyung...

—¿Mmm? —murmuró.

—¿Por qué lo has hecho?

—Tú lo has hecho primero.

Abrió los ojos y se encontró con los de Minho, que empezó a mover el pulgar en círculos, haciendo que Jisung quisiera volver a cerrarlos inmediatamente. No obstante, le sostuvo la mirada.

—No es lo mismo.

Minho se encogió de hombros.

—¿Qué importa el porqué? ¿No querías?

Ambos sabían que sí, pero Jisung no respondió. Estaba asustado de pronunciar las palabras que lo cambiarían todo. Minho se dio cuenta al instante, y le soltó el rostro para colocarle las manos en los hombros. Se los apretó.

—Puedes decirlo. Quiero que lo hagas.

—Sí, sí quería, hyung.

Little Darling  [Minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora