Capítulo 2

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...Porque todo lo bueno empieza con un poco de miedo.

¿Alguna vez han sentido que el mundo se les viene encima y ya no saben cómo detenerlo?

Así me siento ahora.

Veo al médico hablarme, pero solo puedo escuchar un eco de lo que me dice.

Parpadeo varias veces, obligándome a salir de aquel estado. La realidad me golpea.

—Emma, ¿te encuentras bien?

Se levanta de su silla y empieza a evaluarme con su tensiómetro y su telescopio.

—No se preocupe, doctor. Es el shock del momento —susurro con dificultad.

—Su presión arterial se elevó un poco. —Camina hacia su escritorio—. Te recetaré un medicamento para controlarla. No puedes tener emociones fuertes por el bien de tu salud y el de la criatura que llevas en tu vientre.

—Seré precavida en todo lo que usted diga, doctor.

—Necesito hacerte una ecografía para ver cómo va tu embarazo. ¿Puedes entrar a ese cubículo? —lo señala—. Retírate la blusa y colócate la bata que está ahí dentro. Cuando estés lista, puedes regresar y subir a la camilla.

Camino hacia aquel cuarto, me coloco la bata y me tumbo en la camilla.

Se acerca y levanta un poco la bata, coloca un gel algo frío sobre mi vientre y empieza a mover aquel artefacto. Luego de un momento, en la pantalla aparece un pequeño punto. Es tan pequeño como una bolita.

—Bien, Emma, eso que ves ahí es tu bebé. Por el tamaño, diría que tienes quizá cuatro semanas de embarazo.

—Entonces, ¿está todo bien con mi bebé? —cuestiono intuitiva.

—Por ahora todo está en orden, Emma. Te recetaré unas prenatales para asegurarnos de que consumas todas las vitaminas que necesitas durante el embarazo.

—Está bien, doctor.

—Te voy a referir a una compañera, la cual es muy buena ginecóloga obstetra y con la cual podrás llevar tu control durante el embarazo.

Salgo del consultorio y tomo el elevador hacia el estacionamiento. Camino hacia mi auto y me subo. Dejo salir las lágrimas que tanto retuve.

—¿Ahora qué voy a hacer? ¿Cómo mantendré a un bebé sola?

Despejo mi mente de todas las preguntas y recriminaciones que vienen a ella. Enciendo el coche y salgo de la clínica con dirección a mi departamento. Me estaciono en mi garaje, salgo de mi auto y subo el ascensor; marco el número de mi piso. Bajo de él y busco mis llaves en mi cartera. Cuando alzo la mirada, veo a un chico sentado a un costado de mi puerta.

—¿Austin?

Levanta la cabeza.

En efecto, es él.

¡Mi mejor amigo está de vuelta!

—Emm —se levanta del suelo, camina hacia mí y me abraza—, morenita.

—¡Oh, por Dios! ¿Cuándo llegaste ? Digo, ¿cuándo regresaste? ¿Por qué no me avisaste que vendrías?

—Quería darte una sorpresa. Llegué esta mañana y hablé con tu madre. Ella me dijo dónde encontrarte, por lo que decidí venir a ver a mi mejor amiga. Té extrañé mucho, mi morenita. —Me da un beso en la frente y me abraza.

Austin es mi mejor amigo desde que teníamos cuatro años. Éramos inseparables. Luego de graduarnos de la preparatoria, tuvo que irse a Alemania por unos asuntos familiares. Desde entonces, solo nos comunicábamos por videollamada.

Mi Pequeño  Gran SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora