Capítulo 21

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Observo la manecilla del reloj moverse con lentitud. En este momento para mí es como si el mundo estuviera moviéndose a ese velocidad. El reloj marca las dos de la mañana y aún no nos dan noticia de mi mujer y mi hijo. Miro al padre de Emma sentado en el sofá frente a mí; sus gestos de angustia me hacen sentirme impotente. Mi madre yace a su lado, al igual que mi tía Lorena. A su costado, en otro sofá, Gia está dormida recostada sobre las piernas de Nicole, que habla con Austin. Los dos están serios. Me levanto de la silla sin poder más con la angustia. La puerta se abre y de ella sale una de las médicas que están a cargo de Emma y Caleb.
—¿Qué sucedió? —pregunto angustiado—. ¿Pasó algo malo con ellos?
El señor Emil se acerca, al igual que mi madre. Me toman por el hombro para intentar calmarme.
—La cesárea se completó con éxito. Aunque el pequeño nació algo prematuro, se encuentra en perfecto estado de salud. —Nicole y Gia se abrazan aliviadas—. De todas maneras, lo tendremos en una incubadora para poder monitorear su estado hasta que consideremos que está fuera de cualquier peligro.
Una sensación de alivio llega a mi pecho por un instante al saber que mi hijo está en perfecto estado.
Mi madre sonríe contenta, al igual que mi tía, el padre de Emma y las chicas.
—¿Cómo se encuentra mi prometida? —inquiero asustado.
—Su condición es estable. Tuvimos que realizarle una transfusión de sangre debido a que perdió mucha sangre durante la operación.
—¿Cuándo podremos verla? —indaga su padre preocupado.
Todos en la sala la observamos.
—Ahora debe estar en la sala de recuperación. En la mañana, una enfermera vendrá a avisarles cuando esté instalada en una habitación donde podrán verla.
—Muchas gracias, doctora. —Le extiendo la mano. Me corresponde el saludo—. Me temía lo peor.
—Nosotros también —sonríe un poco—, pero su hijo y su prometida lucharon mucho para salir de esta. Permiso —se despide y vuelve a entrar por la misma puerta en la que salió.
Mi madre me abraza feliz al saber que ya es abuela y el señor Emil sonríe entre lágrimas. Se acerca a mí y me abraza entre risas.
—Felicitaciones, muchacho. —Palmea mi hombro—. Oficialmente ya eres papá y yo abuelo.
Sonrío aliviado y contento al saber que ambos están fuera de peligro. Austin se acerca a mí y palmea mi hombro también aliviado de todo. Me costó mucho aceptar el cariño que él siente por Emma y su cercanía, pero no puedo ser egoísta cuando él estuvo con ella en los momentos que yo no estuve. Demostró tener los pantalones que yo no tuve en su momento.
—¿Qué haces aquí?
Me giro al escuchar al señor Emil hablar con dureza y me encuentro a la señora Agnes parada frente a nosotros.
—¿Cómo está Emma? —Se acerca al señor Emil, que la observa pétreo—. ¿Su bebé y ella están bien?
—¿Quién le dijo que estábamos aquí? —espeta Nicole—. ¿Cómo sabe lo que sucedió?
—Es mi hija y no tengo por qué darte explicaciones a ti, niña estúpida.
Nicole trata de acercarse, pero su madre la detiene. Mi tía se para frente a ella y sin mencionarle ninguna palabra impacta su mano contra su mejilla.
—No le voy a permitir que venga a insultar a mi hija. —La señala mientras la fulmina con la mirada—. Usted no tiene nada qué hacer aquí después de cómo trató a Emma. No sé cómo se hace llamar madre. —La mira de arriba abajo—. Debería darle vergüenza.
—Agnes, es mejor que te marches —masculla el señor Emil—. Lo que menos necesita mi hija en estos momentos son problemas o preocupaciones.
—Señora Agnes —me acerco a ella y la tomo del brazo—, acompáñeme. Necesito conversar con usted. —Camino con ella bajo la atenta mirada de todos en la sala. Caminamos por el pasillo hasta llegar a la cafetería, donde tomó asiento con ella. Quedamos frente a frente—. ¿Quién le dijo que Emma estaba en el hospital? —le pregunto sin rodeos—. Nadie fuera de nuestra familia lo sabía, así que ¿cómo usted lo supo?
Apoya sus brazos en la mesa y pasa sus manos por su rostro en un gesto de… ¿frustración?
—Hace unos días Lía me dijo que se encontraba en Los Ángeles. —Me observa—. Ayer llegué en la tarde para darle una sorpresa y saber cómo llevaba su embarazo. Bueno, me llevé la sorpresa de encontrarla con un chico, que me enteré es tu hermano. —Asiento—. Por accidente, en la noche los escuché hablando con alguien por el teléfono. Ella le preguntaba si había realizado el trabajo. Luego le comentó a tu hermano que ya estaba hecho y que Emma debía estar sufriendo tal y como ella quería. Esperé que se durmieran. Encontré entre sus cosas la dirección de tu casa y fui a buscarla. Después de enseñarles que era la madre de Emma, me dijeron que estaban aquí y vine a ver cómo estaba mi hija.
Analizo sus palabras.
Asiento y golpeo la mesa con mis dedos.
—Ambos se encuentran perfectamente. Emma y Caleb lucharon mucho para poder salir de esta situación.
—¿Se llama Caleb? —pregunta con una sonrisa. Asiento—. Alexeyn, me arrepiento de todo lo que pasó con mi hija. Quisiera pedirles una disculpa a ambos por todo. Me di cuenta de que estuve ciega todo este tiempo.
—Señora Agnes, eso es algo que usted tendrá que hablar en su momento con Emma. Nosotros tratamos de explicarle cómo sucedieron las cosas y usted simplemente prefirió creerle a Lía. —Suspiro y sujeto el puente de mi nariz—. Emma sufrió mucho con todo lo que pasó y con todo lo que está haciendo su hija y mi hermano. Quiero decirle que no me voy a detener hasta que paguen por todo lo que han hecho.
—Y lo lamento mucho, Alexeyn. Me costó mucho darme cuenta de quién era Lía realmente. —Sus ojos se llenan de lágrimas—. Por creer fuertemente en ella perdí el cariño de mi hija y el amor de mi esposo. No sabes lo que me duele ahora darme cuenta de mi error. —Rompe en llanto.
Saco de mi bolsillo un pañuelo y se lo entrego.
—No sé si perdió el amor de su esposo, lo que sí sé es que nunca dejará de ser la madre de Emma, y ella la quiere como tal.
—Emma siempre ha sido una gran chica. —Sonríe y asiento—. Tiene un corazón grande.
Veo cómo David se acerca a nosotros. Me levanto de la mesa y le extiendo la mano para saludarlo.
—Dime que me tienes buenas noticias.
—Señor, ya tenemos al individuo con nosotros. —Me entrega un sobre—. ¿Qué quiere que hagamos con él?
Abro el sobre y observo las fotos de él amarrado en una silla con la boca y los ojos cubiertos.
—¿Qué ocurre? —La madre de Emma se levanta de su puesto—. ¿De quién hablan?
—En la celebración del baby shower un chico se infiltró en la casa y se encargó de darle un jugo a Emma, el cual contenía amitriptilina, un medicamento que en alta cantidad puede provocar un aborto o muerte al bebé, que fue lo que causó que Emma y mi hijo estuvieran en peligro.
—¡Dios mío! —Lleva ambas manos a su boca por la impresión—. Ahora entiendo todo.
Llevo a la señora Agnes de nuevo hacia donde se encuentra mi familia. Al regresar con ellos, llamo a mi madre. Me disculpo un momento con Agnes y llevo a mi madre a un rincón.
—Mamá, la madre de Emma se quedará aquí. Te la encargo. No quiero más problemas con mi tía ni con nadie.
—Lo entiendo, cariño. —Asiente y acaricia mi mejilla—. Sea como sea, es su madre, y ella debe estar aquí.
—Mamá, ya encontraron al chico que le causó esto a Emma. —Me mira preocupada—. Debo ir. Necesito saber quién está detrás de todo esto, aunque está más que claro.
—¿Qué piensas hacer, Alexeyn? —Me contempla consternada. No respondo—. Por favor, no hagas nada estúpido, hijo. Emma querrá verte cuando esté en la habitación y podamos verla.
—Y aquí estaré para eso, mamá, te lo prometo. Ahora debo irme. —Beso su frente. Nos acercamos a la señora Agnes—. Señora, cualquier cosa que necesite puede hablar con mi madre. Es mejor evitar más peleas. Me tengo que marchar, regresaré en unas horas.
Le hago un gesto a Austin para que se acerque. Él viene rápido.
—¿Qué sucede?
—Ya lo tenemos. —Le entrego el sobre y observo el reloj; son las tres y media de la madrugada—. Tenemos exactamente un par de horas antes de que Emma despierte para averiguar todo.
—Entonces, vamos.
Asiento. Me despido de mi madre y salimos del hospital bajo las miradas preocupada de todos. David nos espera afuera frente a una de las camionetas.
—David, necesito que dejes a un grupo cuidando la entrada y otro cuidando la sala de espera donde se encuentra mi familia. Cuando lleven a Emma a su habitación, colocarás a dos hombres en la entrada y vigilarás atentamente quién entra y quién sale. Lo mismo quiero que hagas en la sala donde tienen a mi hijo.
—Señor, para eso necesitamos autorización del hospital.
—Entonces que alguien hable con ellos. No me interesa cuánto haya que pagar, solo hazlo. Cumple.
—Sí, señor.
Me subo a la camioneta con Austin. David llama a un encargado de su grupo y le da las indicaciones. Luego se sube a la camioneta y la coloca en marcha seguida de otra que viene detrás de nosotros.
—No sabía que tenías tanto dinero —opina Austin en medio del silencio—. Ahora me doy cuenta de que estaba equivocado.
—Jamás me ha gustado presumirlo. Siempre traté de estar sin guardaespaldas y de vivir lo más normal posible, pero ahora debo hacerlo por la seguridad de mi familia.
—Eres un gran hombre, Alexeyn. —Se gira y me observa—. En un principio pensé lo peor de ti, pero ahora me doy cuenta de lo equivocado que estuve.
—Lo mismo digo. —Lo miro a los ojos y me sincero con él—. Eres un gran hombre y siempre voy a estar agradecido de todo lo que hiciste por Emma y por mi hijo. Aunque sé que lo hiciste por amor, te lo agradezco.
—Emma y Caleb siempre tendrán un espacio en mi vida y en mi corazón, y eso nadie lo cambiará.
—Señor, hemos llegado. —David interrumpe la conversación cuando estaciona frente a una bodega.
Damos por terminada la conversación, nos bajamos del auto y caminamos hacia el interior de la bodega. Al entrar, vemos a varios de los chicos de la agencia de David custodiando el lugar. En el medio hay un chico amarrado en una silla con la boca y los ojos vendados. Me paro frente a él y le quito la venda de la boca.
—Habla —le digo mientras retrocedo—. Ya debes saber por qué estás aquí. Ahora dime quién te envió.
—No sé de qué me habla. —Sonríe con descargo y niega—. Solo fui a hacer mi trabajo como salonero.
Me giro y recojo los bordes de mi camisa hasta los codos. Austin me mira sin saber qué pasa. Me vuelvo y me acerco hasta quedar frente al tipo. Sin pensarlo, impacto mi puño contra su rostro. Luego lo hago en su estómago varias veces hasta que empieza a sangrar.
—¿Ahora sí sabes de qué hablo? —Le quito la venda de los y lo miro—.
¿Hablarás por las buenas o tengo que golpearte hasta dejarte inconsciente?
—Usted no se atrevería.
Sonrío, niego y vuelvo a golpear su cara y su estómago. Se echa con todo y silla hacia atrás. David lo vuelve a levantar. Veo cómo esta vez su rostros se encuentra lleno de sangre.
—Ahora que te queda claro de lo que soy capaz. ¿Quién te envió?
—No lo sé —escupe, deshaciéndose de la sangre que sale por su boca—. Ella solo me contactó y me dijo que le echara unas gotas que me dio a la bebida y que se la entregara específicamente a la chica embarazada.
—¿Ella quién? —Austin se acerca y saca el teléfono de su bolsillo—. Dinos cómo era.
—Era una mujer de cabello negro y ojos verdes. Estaba acompañada de un hombre. Ella también está embarazada. —Austin le muestra en su teléfono una foto de Lía y él asiente—. Es ella quien me pagó.
—¿Dónde los viste? —Lo escruto—. ¿En dónde te citaron?
—En un condominio al norte de la ciudad, Burton Way 410.
Le hago un gesto a David y salgo del lugar junto a él y Austin para regresar al auto.
—Señor, ¿qué quiere que hagamos con él
—Déjenlo ir y manténgalo vigilado. —Subo a la camioneta con Austin—. Cualquier movimiento que haga mantennos informados.
David se sube a la camioneta y le dice al chofer la dirección a la cual iremos. Llamo a mi madre para saber cómo está Emma; me dice que todo se encuentra tal cual como cuando nos fuimos. Falta poco para que amanezca y yo necesito dar con el paradero de esos dos.
Cuando llegamos a la dirección que el chico nos dio, se trata de una casa un poco abandonada. David se baja junto a los chicos, tocan el timbre e inspeccionan la casa. David regresa a la camioneta; su rostro hace que rápidamente me coloque a la defensiva.
—¿Qué sucede, David? —Suspira y empieza a sudar—. ¿Qué sucedió?
—Debemos regresar al hospital. Tenemos problemas.
Sube a la camioneta con rapidez, al igual que Austin y yo. Salimos a toda prisa del condominio hacia el hospital. Mi corazón empieza a latir con fuerza y mi mente a imaginar lo peor. Luego de un par de minutos, David se estaciona frente al hospital. Bajamos y entramos en él. Encontramos a mi familia destrozada junto a los padres de Emma, que lucen bastante preocupados.
—¿Qué pasa? —cuestiono asustado—. ¿Me pueden decir qué sucedió?
—Es Emma, cariño. —Mi madre se acerca—. Pasó algo terrible.
—¿Qué sucedió con ella, mamá? —Me acerco a ella—. ¿Qué le sucedió?
—Alexeyn —Nicole me llama y se acerca a mí—, se han llevado a Emma del hospital. La han secuestrado.
—¿Qué? —jadeo sin dar crédito a lo que escucho—. ¿Cómo? ¿Cuándo? —Me giro y observo a David—. ¿Dónde estaban los de tu equipo? ¿Acaso no vieron nada?
—Ellos no tienen la culpa, Alex —dice el señor Emil—. Aprovecharon el cambio de turno de los médicos para hacerlo.
—Es que no estoy entendiendo cómo se introducen a un hospital privado y secuestran a mi mujer sin darse cuenta de lo que pasó —grito enfurecido bajo la atenta mirada de todos los espectadores.
—Señor —David se acerca—, acompáñenos, por favor.
Austin me mira un momento y me indica que lo sigamos. Caminamos detrás de David y pasamos por un pasillo hasta llegar a un cuarto, donde están las cámaras del hospital monitoreadas. Allí se encuentra el encargado de seguridad y el director.
—Señor, lamentamos lo sucedido —me dice el director. Me acerco a él con ganas de estrangularlo—. No sabemos cómo entraron. Llamaremos a la policía para que se hagan cargo.
—De ninguna manera —escupo furioso—. Nosotros nos haremos cargo de todo. Si llaman a la policía, me encargaré de culparlos de cualquier cosa que le pase a mi mujer. —Me giro y contemplo a David—. ¿Qué me tienes?
—Aprovecharon que se realizaba el cambio de turno para hacerse pasar por médicos, cambiar de paciente y sacar a la señora por una de las puertas traseras.
El video muestra cómo dos hombres vestidos de enfermeros sacan con la camilla a Emma de la sala de recuperación y colocan a otra en su lugar. La mueven por todo el pasillo hasta que la colocan en una silla de ruedas y luego en la salida la suben a una camioneta blanca.
—Señor, pudimos saber el recorrido de la camioneta a través de las cámaras de seguridad en los semáforos y el número de placa. —David teclea en su computadora—. La camioneta se dirige a las afueras de la ciudad, señor.
—Entonces allá iremos. —Austin se gana mi atención—. No podemos dejar que le hagan daño a Emma.
—Tenemos poco tiempo. —David carga su arma—. Creemos que quieren acabar con la vida de la señora. Al parecer, no están solos.
—David, necesito que un grupo grande cuide a mi familia, al igual que a mi hijo. Verificarán quién entra y quién sale, si en verdad son médicos del hospital. Si mi hijo se mueve, los hombres se mueven con él. A mi familia no le puede pasar nada. ¿Entendido?
—¡Sí, señor! —Llama al encargado de uno de sus grupos de seguridad y le da la orden de lo que le pedí—. Señor, es hora de marcharnos.
Salimos del cuarto de seguridad y pasamos nuevamente al pasillo donde se encuentra mi familia. La madre de Emma se me acerca.
—Ella tiene que ver en esto, ¿cierto? —susurra—. Lía le está haciendo todo esto a su hermana.
—Sí, señora, y no voy a parar hasta encontrar a Emma y que todo esto acabe. —Cae al piso rota en llanto. El señor Emil se acerca a ella—. Lo siento, señor, pero debo ir a buscar a mi mujer.
Camino hasta donde se encuentran mi madre, mi hermana, mi prima y mi tía. Deposito un beso sobre sus frente.
—Cuiden muy bien de Caleb. No lo pierdan de vista, por favor. —Nicole y Gia asienten—. Les prometo que traeremos a Emma sana y salva.
—Y espero que tú también, cariño. —Mi madre deja un beso en mi mejilla—. Cuídate mucho. Lo mismo para ti, muchacho.
Austin asiente y David nos indica que debemos irnos. Salimos del hospital y nos marchamos en la camioneta rumbo a la dirección que le indican a David. En el camino, uno de los chicos nos entrega un chaleco antibalas y un arma.
—¿Sabes usarla? —le inquiere David al entregarle el arma.
—No mucho, la verdad. —Austin la carga—. Solo fui campeón de tiro deportivo por tres años consecutivos.
David sonríe y le entrega otra arma.
Reviso que las arma que me dio estén bien cargadas y las guardo.
Luego de varios minutos, la camioneta se estaciona en la orilla de la calle y David baja de ella pidiéndonos que hagamos lo mismo.
—De aquí en adelante debemos ir caminando. Se trata de una fábrica. Por lo que sabemos, se encuentra custodiada por personas que contrató su hermano, señor.
Nos movemos por un área un poco boscosa. David, Austin y yo caminamos detrás del grupo de hombres de David, que son cinco. Llegamos a la parte trasera de la fábrica que mencionó David.
—Ustedes deben quedarse aquí, señor. Mis hombres irán delante para buscar la manera de entrar. —Niego—. La policía está por llegar, señor, y no tendrán escapatoria.
—De ninguna manera —digo decidido—. Se trata de la vida de mi mujer, y ellos pueden acabar con ella. No lo voy a permitir.
—Alexeyn tiene razón —comenta Austin serio—. Lo mejor es que nos dividamos; un grupo que vaya por la parte delantera y otro por atrás para que no tengan manera de escapar o lograr lo cometido.
David nos mira unos segundos, suspira y luego niega.
—Ustedes dos vendrán conmigo. Entraremos primero por la parte trasera. —Señala a sus hombres—. Ustedes van a entrar por la parte delantera cuando yo les avise, ¿entendido?
—¡Entendido, señor! —dicen al unísono y se colocan en formación.
—Andando.
Caminamos por la parte trasera de la fábrica con cautela. David va al frente verificando que no haya dificultades. Es un exmercenario ya retirado hace varios años. Desde entonces, mi padre lo colocó como su jefe de seguridad. Aunque es un hombre bastante joven, para él lo único que es importante es realizar su trabajo. Golpea la cadena de una puerta trasera hasta romperla y abrirla. Aunque está un poco oscuro, entramos confiados de que no haya alguien. Austin saca su arma. Hago lo mismo; retiro el seguro y cargo. Caminamos por el pasillo, hasta que unas voces llaman nuestra atención. En la segunda planta se escuchan las voces de dos hombres. Al notar nuestra llegada, cargan sus armas, pero antes de poder disparar David lo hace con su pistola, la cual tiene silenciador.
Mi corazón empieza a latir muy rápido. Los nervios me atacan y siento miedo del que ya le hayan hecho algo malo a Emma. Cierro los ojos un momento tratando de recuperar la serenidad.
David revisa a los hombres y nos indica que lo sigamos. Entramos a un pasillo oscuro, hasta que unos gritos de una mujer llaman nuestro interés. Sin poder evitarlo, trato de abalanzarme hacia donde provienen los gritos, pero David me detiene.
—Es muy peligroso, señor. —Les dice a su equipo por la radio que entren. Los chicos le indican que necesitan refuerzos delante—. Debemos ayudarlos o no saldremos de aquí con vida.
—No voy a esperar. Es la vida de mi mujer, David.
Ignorando su llamado, prosigo hasta llegar donde se oyen los gritos. Lo siguiente que mis ojos ven me hacen congelarme. Mi mirada se llena de lágrimas. Emma está sentada en una silla aún en bata del hospital con varios golpes en su rostro. Su mano sostiene la parte baja de su vientre y las lágrimas bañan sus ojos.
—No está bien lo que haces, Lía. Soy tu hermana —chilla y se retuerce por el dolor tocándose su herida—. Esto es una locura. Por favor, llévame al hospital. Necesito un médico y ver a mi hijo.
—¡Cállate! —Lía le apunta con un arma sobre su cabeza y Emma grita—. Tú me quitaste todo. No te importó que yo fuera tu hermana, maldita perra.
—No te quité nada. Alex ya no te amaba y tú esperas un hijo de su hermano.
—Eso no quita el hecho de que me lo quitaste. No te bastó con que toda la vida me quitaste el cariño de nuestro padre. —Le quita el seguro a la pistola y se acerca a Emma.
—Lía, detente. —Me paro frente a ella y le apunto—. Ya no tienes salida, debes parar.
—Te equivocas. —Se para detrás de Emma y le apunta con el arma—. Si te acercas un poquito más, le suelto un tiro en la cabeza.
—No te atreverías. —Doy un paso.
Sonríe y apunta detrás de su nuca.
David se para detrás de mí y le apunta a Lía. De una esquina de la habitación sale Andrés apuntándome con su arma y una sonrisa.
—Vaya, es un placer verte de nuevo, “hermanito”. —Sonríe malicioso—. Solo faltabas tú en esta reunión. —David le apunta ahora a él y yo le apunto a Lía—. Tienen un minuto para bajar el arma, o Lía le dispara a Emma y yo pondré una bala en la cabeza de Alexeyn. —Me giro y miro a David. No hay rastro de Austin—. Ustedes deciden.
Observo a David y asiento. Bajo el arma para que él haga lo mismo. Me mira indeciso y suspira. Baja el arma y la coloca en el suelo.
—Ahora la van a tirar a mis pies. Donde hagan un movimiento, les dispararás Lía, ¿entendido?
Ella asiente.
Emma me contempla desesperada con los ojos llenos de lágrimas.
David lanza el arma y yo lanzo la mía con suavidad. Cuando Andrés se agacha a tomarlas, dos disparos resuenan dentro de la habitación, haciendo gritar a Emma. Observo cómo Lía cae al suelo y Andrés sostiene su hombro. David se abalanza al suelo con rapidez y toma el arma, disparándole a Andrés antes de que él nos dispare. Los gritos de Emma me hacen levantarme del suelo y acercarme a ella para revisarla y abrazarla.
—Ya todo acabó, nena. —La abrazo contra mi cuerpo mientras ella llora desesperada—. Ya esto acabó.
David se acerca al cuerpo de Andrés, arrebatándole el arma, y le habla a su equipo por medio de la radio. Austin guarda su arma y se acerca a revisar a Lía, que se encuentra detrás de Emma quejándose de dolor.
—Necesita una ambulancia, creo que entró en labor de parto. —Austin revisa su herida—. Solo es un disparo en el brazo.
Se escuchan los pasos de varias personas hasta que en la habitación entra un grupo de policías armados y detrás de ellos entran algunos paramédicos, que se acercan a Lía y Andrés. Tomo en mis brazos a Emma y la cargo para llevarla afuera, donde se encuentran dos ambulancia. Al verme con ella, la colocan en una camilla y empiezan a revisarla para luego llevarla al hospital.
—Todo estará bien, cariño. —Dejo un beso en su frente—. Toda esta mierda acabó.
—Vinieron por mí. —Sonríe levemente—. ¿Cómo está Caleb?
—Él está bien, nena. —Acaricio su cabello y sonrío—. Ya pronto estaremos con él.
Asiente y se deja caer algo cansada. La suben a la ambulancia. Me acerco a Austin, quien me dice que él irá en la ambulancia que llevará a Lía y Andrés al hospital. David queda en alcanzarnos. Me subo a la ambulancia para llevar a Emma al hospital, agarro su mano y me dejo caer sobre ella agotado por todo, pero sobre todo en paz porque todo esto acabó.

Mi Pequeño  Gran SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora