Final

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—Lo siento pero no puedo hacer esto, enserio espere que me perdone Rey Wisteria-  hizo una reverencia sin embargo en ese momento Zen lo único que quería hacer era llenarla de besos y decirle de mil y un maneras cuanto le agradecía lo que había hecho, sin embargo no podía.

—Supongo entonces que esto se acabó— hizo una reverencia y los invitados incluyendo sus guardaespaldas no podían ocultar su felicidad. Se encontraban sorprendidos y felices.

—Quiero pedir una disculpa pública por todos los problemas que he causado a todos los invitados— Siguió ella haciendo reverencia ante todos —Espero y disfruten el festín, de nuevo, Rey... Lo siento— y sin más se fue.

Al abrir la puerta se vio una chica peculiar, esa chica que ya todos conocían y amaban. Estaba corriendo sin embargo unas palabras la obligaron a detenerse.

-¡Shirayuki!, ¡detente ahora mismo!— Gritó Zen esperando que lo hubiera escuchado.

Ella se detuvo sin embargo no giró, no lo miró.

—Ven aquí— ordenó. Todos los invitados miraban la escena sorprendidos, o algo así, vamos era de esperarse.

La pelirroja se detuvo antes de subir al altar, Zen bajó y la observó, sus ojos estaban rojos, sus mejillas mojadas, su labio temblaba y no lo podía mirar.

—Shirayuki... mírame— limpio la lágrima que bajaba por su mejilla con su pulgar y se acercó a ella, sus narices estaban casi chocando. Realmente nadie espero lo que pasó después.

Shirayuki le dio un cachetada, no con mucha fuerza, pero si lo suficiente para dar a entender su punto.

Otra vez silencio.

Zen no aparto su vista, solo le dio una sonrisa comprensiva, cuando se iba a apartar algo o más bien alguien lo detuvo.








Los brazos de Shirayuki se encontraban ahora abrazando el cuello de Zen, y sus labios se encontraban en los de él.

Zen no tardó en corresponder, sus manos se pararon en su cintura acercandola más a él.

Todos aplaudían.

Todo era tan perfecto que parecía irreal.

Zen le dio una seña a Mitsuhide, este le dejó una caja. Cuando se alejó no lo pudo evitar, se hincó ahí.

—Shirayuki, mi hermosa Shirayuki, lamento todo lo que te hice pasar, realmente lo hago, pero no puedo imaginarme un mundo sin ti a mi lado, me siento incompleto cuando no estoy contigo, no encuentro las palabras para describir lo bien que me haces sentir, como tu sonrisa mejora mis días, como el verte trabajar tan duro todos los días me hace querer dar siempre la mejor de mi, eres tu la que siempre quise a mi lado, y aunque fui y soy una estupido... por favor Shirayuki, Por favor, acepta a este estupido Rey como tu futuro esposo, aceptame y te haré la persona más feliz de este mundo.—

—Y-yo...— sabía que podía decir que no, sabía que podía simplemente irse y el lo aceptaría, sin embargo no era lo que quería, ella lo quería a él. Negó con la cabeza y lo miró. —Sí, sí acepto Zen Wisteria, no rey, no estupido, a Zen Wisteria, yo aceptó— no podía dejar de llorar esta vez de felicidad.

Zen le colocó el anillo que era probablemente el más hermoso que existía en el mundo, tenía el nombre de ambos engrabajo adentro de éste. Los pies de shirayuki dejaron se tocar el piso en segundos, se encontraba ahora en los brazos de él. De su futuro esposo.

Habían gritos y aplausos sin embargo la pareja se encontraba en su propio mundo fundiéndose en un hermoso beso.

Fin.









A no c crean, haré un epílogo porque los amo.

Chiao

Akagami no shirayukihime Donde viven las historias. Descúbrelo ahora