8.Primer alma torturada

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La niebla que evitaba el reconocimiento de su oferente comenzó a enturbiarse aun más y a moverse en forma arremolinada haciéndose mas grande. La voz en su interior resonaba con estrépito:

Tendrás exactamente 30 días de salud e impunidad, deberás cumplir tu cometido en ese lapso, luego de eso morirás, y si no has cumplido tu me pertenecerás eternamente.

Risas escalofriantes inundaban aquél lugar. Azazel se alejaba flotando rápidamente hasta caer nuevamente en su propio cuerpo. En ese momento despertó sintiéndose mucho mejor. Sabía que no había sido solo un sueño y ahora, también sabía perfectamente lo que tenía que hacer.

Uno a uno los días pasaban lenta e inexorablemente. No dejaba de pensar en cómo llevar a cabo su parte del trato. No es que temiera de la idea de torturar y matar a otra persona, al contrario, pues siempre le había intrigado tener semejante poder sobre alguien, y tenía una personalidad bastante masoquista, o eso quería que todos pensaran. El problema en sí era que la oportunidad no se presentaba, hasta que llegó aquella noche de viernes, una en la que su conquista habitual sería para mucho más que un momentáneo placer carnal.

Sabía que sería difícil cumplir su objetivo en su apartamento, donde las paredes nunca eran tan gruesas como para acallar los ruidos de su primer objetivo, la primer alma torturada, y al estar rodeado de tantos vecinos entrometidos, su labor sería simplemente imposible. Pero oportunamente recordó de aquella vieja propiedad, "El angel de la noche", la herencia olvidada de su tío abuelo Radna Umbra. Deshabitada desde hacía varios años, era visitada únicamente por la encargada del mantenimiento del lugar, la criada cuya visita podía ser interrumpida fácilmente.

Azazel no lo dudó un segundo y acudió con su víctima al lugar. Después de complacer su inminente sed de sexo, que usaba para sentirse amado y acompañado, sometió a su víctima y la llevó al sótano, el cual, al ser tan profundo y aislado, se hacía casi a prueba de sonido. Parecía estar hecho para este tipo de situaciones, simplemente era el lugar perfecto. Dejó a la chica ahí, atada fuertemente a una silla de pies y manos mientras planeaba su funesto destino. 

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