15. De aqui a la eternidad

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Lentamente sus ojos se abrieron. La oscuridad era total. Su cuerpo se hallaba entumecido debido a la falta de movimiento. Poco a poco iba recobrando la vida y poco a poco también el horror se acrecentaba al infinito.

Se hallaba encerrado en un espacio reducido, apenas y había espacio para él. Palpando desesperado a su alrededor pudo darse cuenta que su temor se estaba volviendo realidad.

Las paredes acolchonadas con algodón y lino le comprobaban su realidad, se encontraba dentro de su ataúd, sepultado a tres metros bajo tierra.

Desgargantes gritos de pavor y auxilio comenzaban a emerger de aquel cuerpo antes inerte. Gritos que eran apagados por las paredes del ataúd, semejantes alaridos eran solo comparables con aquellos que sus víctimas habían aullado antes.

En un atisbo de esperanza, comenzó a revisar sus bolsillos en busca de un teléfono. Por supuesto, como era de esperarse, no encontró nada. Pero en el bolsillo derecho de su pantalón había algo: una moneda de cinco centavos.

No era ninguna fortuna, pero seguramente nunca iba a necesitar más que eso estando ahí adentro. A medida que el tiempo pasaba, el aire enrarecía, el oxigeno se acababa lentamente, esa no era una preocupación pues sabía que no podía morir; pero sin embargo, al agotarse el aire comenzó a asfixiarse lentamente. La falta de oxigeno en sus pulmones le hacía retorcerse de angustia en busca de una bocanada de aire, se sofocaba, pero la muerte no llegaba ni llegaría jamás. Estaba confinado a una agonía eterna de la cual le era imposible escapar, se asfixiaría por la eternidad. Así como había estado destinado a morir.

Se encontraba totalmente solo, como en toda su vida había estado; pero no por mucho, pues con el tiempo, los gusanos que se moverían debajo de su piel, serian la compañía que nunca lo abandonaría.

Azazel quería pasarse de listo y beneficiarse egoístamente de la situación como lo había hecho en toda su vida, intentó aprovecharse de alguien que fue más listo que él, y al final creó su propia perdición pues sus deseos, al ser tan egoístas, le habían condenado.

Él nunca se dio cuenta que al pedir un deseo que no fuese para sí mismo, se salvaría de todo sufrimiento. Ya había cometido su error, y sería castigado.

Siempre hay una opción por fuera del rendirse. Todos tienen consigo la fuerza necesaria para seguir adelante. Y aún más cuando nuestras decisiones, nuestra cobardía no sólo nos afecta a nosotros.

Sus tres deseos estaban cumplidos:

1. Vida eterna.

2. Todo el dinero que podría necesitar

3. Su alma jamás le pertenecería a Dios o Demonio alguno, solamente a él de aquí a la eternidad. 

OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora