"Tú me dejaste.
Tú rompiste mi corazón.
No voy a pedirte perdón por la forma en
que decidí reparar lo que tú rompiste."
Donde Margaret Leda Dixon sólo quiere morir, pero Paul Lahote y Jasper Hale s...
Advertencia: este capítulo tiene referencias y actos relacionados al suicidio, abandonó , consumo de drogas y maltrato, así que a las personas que sean sensibles a estos temas les recomiendo no leerlo.
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Nada dura.
Jasper Hale era la desesperada luz que necesitaba para recordarme que estoy viviendo. Me sanaba con sangre y dulces hilos. Era la prueba de que estaba respirando y que todavía necesitaba hacerlo. Cada vez que me susurraba "eres suficiente" sentía que le volvía a dar aire a mis pulmones y mi corazón volvía a bombear sangre, me sentía humana, me sentía viva. Él me hacía sentir que cada respiración valía la pena. Me hizo creer que merecía ser amada, al igual que toda su familia lo hizo, se metieron tan debajo de mi piel que se volvieron mi vida y rejuvenecieron mi alma. Me hicieron creer que no era mi culpa que mi madre se hubiera ido, no era mi culpa que mi padre no me amara, no era mi culpa que mi vida fuera un completo desastre. Me hicieron creer que era hermosa en todo mi ser, que podía ser algo más que un fracaso, algo más que lo que mi padre me hizo creer que era.
Jasper Hale se había vuelto mi mejor amigo a lo largo de los meses que siguieron a nuestro encuentro el primer día de colegio. Creo que me conoció mejor que cualquier otra persona. Aprendió que no me gustan los caramelos ácidos, que tronaba mis dedos cuando estaba nerviosa, que hacía preguntas ridículas sobre el origen del universo, que no resistía ver sangre porque me recordaba a un momento traumante de mi niñez, que me asustaba incluso con el leve levantamiento de voz, que muchas pequeñas cosas podían despertar ataques de pánico. Aprendió que estaba rota e hizo lo posible por ayudar.
Me volví parte de su familia. Me volví muy cercana a Rosalie, quien acariciaba mi pelo cuando lloraba e incluso me dejaba elegir las películas que íbamos a ver, a pesar de que siempre odiaba mis elecciones. Emmett se encariñó de mí rápidamente, siempre quería demostrar que era muy fuerte al alzarme o corriendo carreras junto a mí, la cuales a veces me dejaba ganar. Alice siempre me llevaba de compras y, aunque yo insistía en que no era necesario comprarme ropa ya que tenía suficiente, ella me compraba regalos y no me dejaba negarme. Edward fue el más difícil de todos, pero finalmente me tomó cariño porque había leído los mismo libros que él y, sobre todo, porque hacía al resto de su familia feliz, incluyendo a Bella, quien dejaba de lado su incómoda timidez cuando estaba conmigo. Carlise y Esme preguntaban cuándo volvería cada vez que estaba por salir de la puerta, emocionados por verme nuevamente, sobre todo porque era la única a la que le interesaba la extraordinaria colección de arte de Esme y salvaba a Carlise de tener que escuchar las extensas historias de cada obra de arte.
En fin, ellos destruyeron los muros que tanto me había esforzado por mantener alzados. Tenía tanto miedo de amar que intente alejar a cada persona que intentaba acercarse a mí, casi siempre con éxito. Intenté negar toda mi vida que necesitaba ser amada y que me repitieran que lo merecía.
