"Tú me dejaste.
Tú rompiste mi corazón.
No voy a pedirte perdón por la forma en
que decidí reparar lo que tú rompiste."
Donde Margaret Leda Dixon sólo quiere morir, pero Paul Lahote y Jasper Hale s...
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Margaret se encontraba parada frente a la puerta de una casa que le resultaba levemente conocida. No había estado allí desde hace mucho tiempo, pero podía recordar los colores de las paredes y el olor a vainilla que emanaba de la casa. La residencia era grande y luminosa, básicamente todo lo contrario a la de la rubia, cuyo hogar se basaba en tres ambientes sucios y con el piso pegajoso debido a que su padre había volcado cerveza. Ella odiaba observar casas como esa, le recordaba el hogar que no poseía, pero, a pesar de todo aquello, decidió alejar esos pensamientos negativos de su mente y concentrarse en lo que había ido a hacer. Disculparse.
Golpeó la puerta dos veces tímidamente y luego cerró los brazos sobre su pecho intentando protegerse del frío vientos que corría. Comenzó a jugar con sus dedos mientras repetía silenciosamente las palabras que Paul y ella habían arreglado, pero cada vez que las escuchaba adquirían menos sentido dentro de su cabeza. Nunca había sido buena para disculparse, pero nadie podía culparla, después de todo, es el trabajo de los padres enseñarles a su hija a pedir perdón. Sin embargo, antes de que Maggie tuviera tiempo para maldecir a sus irresponsables tutores dentro de su cabeza, la puerta se abrió dejando ver a una confundida Bella Swan. La rubia sintió como las palabras se estancaban en el fondo de su garganta bajo la mirada de la morocha. Ese era un problema que conllevaba dejar las drogas: la vergüenza. Ella sentía vergüenza por todo lo malo que había hecho, entre esas cosas, maltratar a una de sus amigas.
